la misma rutina era aplicada seis días a la semana, normalmente se tomaba el jueves o el sábado para descansar y levantarse un poco más tarde; eso dependía si tenía algo importante que hacer.
ese mismo día decidió salir de esa casa que vió como crecía sin cariño, sin amor, sin compañía.
se mantenía solitaria sin contar aquella presencia que le habitaba.
bloqueo la cerradura indicando que la casa estaba lista para ser abandonada por un pequeño lapso de tiempo.caminó unas cuantas calles observando sus alrededores, niños corriendo en parques, personas hablando en las cafeterías, gente saliendo de la oficina; ¿algun día podría llegar a lograr eso?
agitó su cabeza desprendiendo esos pensamientos, nunca podría formar algo, su ansiedad y miedo al recurrente abandono no le dejarían hacerlo.desde fuera tomó un carrito, entró con toda calma tratando de recordar que era lo que necesitaba para su hogar.
recorría los pasillos agregando cosas al carrito tratando de no tardar mucho.
esos anaqueles le recordaban la facilidad de desecho que tenían las personas, al final solamente somos recuerdos borrosos.
al fin había llegado al pasillo qué más emoción le daba ¡cereales!, corrió con algo de entusiasmo buscando esos aritos coloridos de sabores. se
estiró un poco pues, no alcanzaba, cuando su mano llegó a la caja sintió como alguien la tomaba sin consideración.sentía frustración, pensó si valía la pena enfrentar a la persona, se armó de valor y volteó a verle desafiante.
era un lindo chico de piel acaramelada, su cabello alborotado color carmín, largas y hermosas pestañas que adornaban y hacían notar un hermoso pero tierno defecto en sus ojitos, solamente tenía un doble párpado, el otro era liso.
bajó un poco más su visita, se encontró con un lindo lunar en su nariz y una linda sonrisa cuadrada que adornaba su rostro."lo lamento... es el último, pero toma creo que tú lo disfrutarás aún más." el extraño depósito el cereal en el carrito de compra.