Un Chicle En El Cabello.

194 22 13
                                    

Patrick Hope.
4 años.

El preescolar es la época más estúpida, o al menos eso creo. Todos somos unos niños llorones, torpes que no pueden controlar sus ganas de ir al baño, que creen que los amigos van a ser para siempre y que adoran las canciones cortas y simples.
Aún así, no omitiría esa época de mi vida.

En mi salón en el jardín de niños había una niña. Ella tiene el cabello rubio, muy largo que peinaba en una trenza gruesa y tiene ojos algo azulados. Odiaba admitirlo pero, era muy bonita. La niña más linda que mis jóvenes ojos podían ver.

No podía quedarme parado y sin hacer nada más que contemplarla como un idiota, así que hice lo que cualquier niño de 4 años enamorado haría.

Le pegué un chicle en el cabello.

El día anterior le pedí a mi madre que me comprara una paleta, de esas rojas que tienen un chicle en el centro. Ella estaba ocupada hablando con una amiga suya, entonces me decidí por molestarla hasta que me dio un billete de un dólar.

Fuí a la tienda más cercana y compré mi paleta con chicle. La disfruté como si fuera la última paleta que iba a comer, mientras reía al imaginar lo genial que sería cuando pegara el chicle en el cabello de esa niña.
Cuando estaba a punto de llegar al centro, guardé la paleta en mi mochila.

Al día siguiente, terminé lo poco que quedaba de esta y entonces empecé mi plan.

—¿No creen que sería divertido molestar a las niñas? — dije con toda la intención.

Los otros tres niños, mis "mejores amigos para siempre" del momento, aceptaron mi plan y emprendimos la pequeña travesura.

Juntos nos acercamos al grupo de niñas y les jalamos el cabello. Yo, por supuesto, se lo jalé a Alice, y en ese momento, aproveché para pegarle el chicle.

Las maestras nunca se hubieran enterado si no hubiera sido porque a la hora de volver a casa, la madre de Alice se dio cuenta del chicle y le pidió explicaciones a la maestra. Aún así, no encontraron culpables.

Al día siguiente, Alice entró al salón frotando sus ojos con la parte trasera de su mano. Había estado llorando, y eso no era lo más increíble. Lo mejor era que, su largo cabello ya no estaba peinado en una trenza. Ahora estaba un poco más arriba que sus hombros.

Estaba tan corto que todos dijeron que parecía un niño y varios niños se burlaron de ella, eso la hizo llorar.

Por eso, dediqué 20 valiosos minutos de mi vida a buscar una flor en las áreas verdes del jardín de niños para Alice. Fueron 20 minutos desperdiciados, porque no encontré ni una puta flor. No hubo nada que pudiera hacer, y de nuevo, hice lo que cualquier niño de 4 años hubiera hecho. Me puse a llorar.

Una maestra me vió y como buena educadora, me regaló una estrellita dorada que pegó en mi frente y un chocolate.

¡SÍ! Corrí hasta el salón, en donde Alice se había quedado para que nadie se burlara de ella durante el recreo.

—Ten, es para tí—Dije cuando estuve frente a ella.

En mi mano estaba el chocolate, que ya se había derretido en su mayoría. Ninguna mierda me salía bien, ese fue mi destino desde pequeño.

Alice hizo una mueca pero aún así aceptó mi chocolate.

—Oye.

—¿Qué?.

—¿Me das la mitad?—le pregunté.

—Pero tú me lo regalaste.

—Lo sé, pero antes era mío.

Ella lo pensó un poco. Cuando creí que no me iba a dar del chocolate, sacó de su lapicera unas tijeras de punta redonda y lo cortó por la mitad.

—Ten. Pero yo me quedo con la parte grande.

—Bueno—dije.

Así empezó nuestra amistad. Con un chicle en su cabello.

××××××××××××

××××××××××××

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
THE KING//Idle Town 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora