El ciego y el mudo (Falso epílogo)

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El concubino ciego

El mudo y el ciego

(Falso epílogo)


Un día, mientras estaba en ese espacio que creía lejos de la capital, se sentó como siempre en el patio y disfrutó de los cálidos rayos del sol.

A veces las lunas pasarían indistintas, suaves y sin un corazón. Una vida vacía y pacífica.

Abandonó todo y ese dolor punzante era lo único que le hacía destinguir la vida de la muerte. Habían días vacíos donde ni siquiera el sol podía calentar la vida.

Pero en este mundo nada es imperturbable.

Crack, crack.

Rápidamente el concubino ciego volteó su cabeza. Escuchó el sonido que provenía de un lado. Y preguntó:

—¿Hay alguien ahí?

En medio de la oscuridad de sus ojos, se paró y caminó cuidadosamente al lugar de donde provenía el ruido.

Mientras tanto en ese lugar alguien parecía arrastrarse adolorido, había algunos quejidos distorcionados o ahogados. La garganta de este alguien parecía haber sido dañada de una forma irreparable.

El llanto parecía querer reverberar pero solo un ruido áspero como si quisiera atorarse era proferido.

El ruido rasposo se hizo más desesperado como si quisiera llamar a la persona delante. Y luego un fuerte golpe de caída fue lo último distinguible. Se había desmayado.

El concubino ciego inmediatamente corrió y tocó a la persona, lo sostuvo en sus brazos e intentó saber lo que le pasó.

Su rostro parecía fino y joven, bastante guapo, tal vez. Un cabello alborotado y sin cuidado alguno. Según su contextura parecía de entre dieciocho a veinte años, solo un aproximado. Pero su respiración era entrecortada y rasposa. En su cuello la llaga de una gran herida era notoria. Si el concubino ciego viera tal vez hubiera notado las magulladuras en este cuerpo, golpes y moretones extendiéndose en todas partes, pies sangrantes que caminaron sobre espinos y piedras filosas. En ese momento lo único que notó a parte de la herida fue la fiebre.

¿Quién es? ¿De dónde viene? ¿Habrían sido bandidos? O tal vez, ¿A quién había ofendido? Mientras las preguntas se acumulaban en su mente, arregló cuidadosamente la ropa desordenada del joven y tomó una decisión.

Con su delgado porte el concubino ciego hizo todo lo posible por llevar a esta persona dentro de su casa. Ese pabellón apartado del mundo tenía, después de muchos años, al fin un invitado.

Aunque el concubino ciego había sido cuidado antes por varias personas y hubieron muchas cosas que no podía hacer solo, en estos años aprendió lentamente a tener cuidado. Separó toallas y las remojó en agua, cambió con cuidado a esta persona, incluso aunque no pudiera vertirle con capas de un traje decente al menos podía ponerle una capa interior y cambiar la harapienta y sangrienta ropa que llevaba.

Durante cinco días atendió a esta persona. Hasta que por fin pudo recuperarse de sus heridas. Cuando se sintió mejor para salir de la cama se arrodilló en el piso y se inclinó. El concubino ciego no vió el acto pero escuchó claramente al joven y lo detuvo.

—No tienes que hacerlo. —Puso una mano en el hombro del joven y preguntó—, ¿es tu forma de agradecer?

El joven cuyos ojos brillaron con alegría agitó la cabeza para afirmar. Luego de un rato su sonrisa se detuvo y pensó, es una persona ciega, naturalmente no lo vería afirmar, él ya no podía hablar así que no podía decir un gracias, entonces ¿qué debía hacer?

El concubino ciego ~El ciego y el mudo~ (Falso epílogo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora