Alrededor de las cuatro de la tarde, un chico arribó la estación de buses de su ciudad, dispuesto a volver a casa tras sus clases. Se encontró ahí con su hermana mayor y su padre, quienes habían salido a hacer recados, los tres habían acordado volver juntos a casa.
— ¿Cómo te fue, Yoel? —preguntó el padre.
-Bien-respondió el chico escuetamente.
— ¿Por qué tan serio? —Preguntó su hermana en todo molesto.
El chico la ignoró durante unos segundos y negó moviendo su cabeza, mientras mantenía dibujada en su rostro una expresión nula.
—Dile a Kris que ya te perdone.
— ¡Ya, basta! —ordenó el padre alzando levemente la voz. Conocía bien el temperamento de sus hijos y no quería que empezaran a discutir.
Un par de minutos en silencio pasaron, cuando el autobús finalmente arribó, era un vehículo bastante viejo y desgastado que era conducido por un anciano de expresión bastante tranquila. Las puertas abrieron, dejando entrar a todos los ahí presentes, encendió un ruidoso y vibrante motor y, finalmente, el autobús comenzó su camino.
Rápidamente, el colectivo comenzó a alejarse del ambiente urbano y gris que inundaba el lugar, los edificios se transformaron en una gran acumulación de árboles de distintos tonos y tamaños, las aceras de concreto ahora estaban hechas de tierra cubierta de hojas secas y el cielo comenzó a teñirse de un rojo rojizo que oscurecía cada vez más.
Si bien el pueblo estaba mucho menos habitado que la ciudad, tampoco era un lugar solitario, pues habían muchas viviendas decorando aquel paisaje rural.
El autobús se detuvo en una parada obligatoria, un cruce con un camino cuesta abajo donde vivían algunos cuantos pueblerinos que hacían esa parada muy común, pero que en esa ocasión solo había sido utilizada por Yoel y sus dos familiares. El chico, su padre y su hermana comenzaron a caminar cuesta abajo con cierta rapidez, pues su hogar se encontraba a un kilómetro de ahí, estaba anocheciendo y la madre de familia les esperaba en casa. Los tres hacían cortos comentarios referentes al clima, a los hogares de los demás pueblerinos y sobre lo que les había ocurrido aquel día, pues no había nada que se saliera de su monotonía. Hasta que Yoel, en cierto punto de camino, interrumpió una conversación entre el señor y la chica al ver algo y asombrarse notablemente.
Había una casa en el camino que ya conocían desde tiempo atrás, pues sus habitantes eran vecinos de toda la vida y eran propietarios de una pequeña tienda, pero la vivienda tenía algunas cosas distintas. Encima de la tienda, había un segundo piso que Yoel no recordaba haber notado nunca, con una ventana que veía hacia cada punto cardinal tapada por lo que parecía ser una cortina negra, encima de esta misteriosa habitación se encontraba una tercera aún más extraña, había una especie de cúpula de yeso sostenida por seis pilares cuidadosamente tallados, como si alguien lo hubiera moldeado con un martillo y un cincel. Yoel notó que habían numerosas figuras que se movían alrededor de una extraña luz que provenía de debajo de la cúpula, se sorprendió a ver que eran gatos, aunque no gatos comunes, gatos que andaban de dos patas, con la espalda extrañamente erguida y con movimientos muy humanos que le confundían mucho, los felinos tenían expresiones serias, lúgubres y concentradas, cada uno de ellos sostenía una cadena que estaba amarrada al cuello de otro gato, obligándolos a mover una especie de mecanismo rotatorio que hacía dar vueltas a una estatua encima de la cúpula, estatua que parecía tener la forma de la cabeza de un ave, más concretamente de un cuervo.
Yoel detuvo sus pasos durante un par de segundos y se quedó admirando aquel lúgubre circo de cosas inexplicables. Boquiabierto y con una fuerte sensación de vacío en el estómago, solo pudo señalar aquella casa hasta que fue capaz de hablar.
—Que... ¿¡Qué es eso!?
Su padre y su hermana, quienes estaban muy sumergidos en su conversación y no habían prestado atención, voltearon encontrándose con la bizarra manifestación. Atónitos, tuvieron una reacción bastante similar a la de Joel.
— ¡Uy! ¿Qué es eso?
— ¡Santo Dios!
El chico aún sorprendido mientras su padre y su hermana soltaban comentarios llenos de sorpresa, sacó su teléfono móvil de su bolsillo, tan rápido como pudo puso la cámara y se dispuso a grabar aquellos sombríos gatos y la extraña estatua que giraba, pero magnífica fue su sorpresa al ver que su cámara no era capaz de captar nada y que, luego de quitarle la vista por un segundo, todo había desaparecido. Los pisos extras de la casa, los felinos y la estatua se habían esfumado, la casa era totalmente normal como hacía un par de minutos.
— ¡Papá mira, ya no está!-gritó la hermana de Joel, ahora con la voz algo entrecortada por el miedo.
—Esa vieja tiene que ser bruja...—respondió su papá en voz baja, tratando de que nadie le escuchara.
En aquel momento Yoel notó algo que nadie más vio, y es que la puerta de aquel hogar estaba medio abierta y había varias personas asomándose por el portal. Eran la señora y sus tres hijos, quienes observaban a Yoel fijamente con sus ceños fruncidos.
— ¡Vámonos rápido!—Ordenó el señor.
Los tres comenzaron a andar nuevamente, aunque sin conseguir dejar de pensar en aquel extraño suceso ni evitar voltear a ver la casa cada vez que podían.
Cuando parecía que aquello se quedaría ahí, las cosas se pusieron más extrañas nuevamente. Comenzó a gotear, primero caían pocas gotas, pero rápidamente se sumaban más y el clima cambió a uno lluvioso, las nubes se multiplicaron y tiñeron de negro en cuestión de segundos, una densa neblina comenzó a descender y, una tormenta con relámpagos comenzó a manifestarse cada vez con más fuerza.
— ¡Maldita vieja bruja!—. El señor se tapó de la lluvia a como pudo con sus brazos—váyanse para la casa rápido, yo me voy a devolver.
—Papá pero...
— ¡Yoel vamos!-gritó su hermana—. Esto es por la vieja bruja esa.
Los dos chicos comenzaron a correr entre el diluvio tan rápido como podían, hasta que la neblina los envolvió por completo, impidiéndoles ver nada.
****
Yoel dio un salto en su cama, despertó sumamente asustado y con el corazón que latía a mil por segundo. Se levantó rápidamente, prendió la luz y, con una mano en el pecho, se alegró mientras repetía que todo había sido un sueño.
El chico cogió su móvil y vio que eran las tres de la mañana, buscó el contacto de su novia agendado como "Kris" y le escribió un mensaje preguntando si estaba despierta.
Kris respondió que sí, por lo que Yoel procedió a llamarla. Yoel le contó a su novia el sueño que había tenido, le explicó como lo sintió como algo súper real y como los gatos y la estatua le ocasionaron una incomodidad indescriptible, terminó la historia contándole que había visto a la señora observándolo molesta.
—Pobre mi amor—respondió la chica con tono tierno.
—Si—Yoel suspiró.
—Y dime una cosa-. Esta vez su novia hablaba con una voz distinta, Yoel reconoció la voz de la señora que vive en la casa de su pesadilla— ¿se siente bien ser entrometido?
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El universo de las pesadillas
HorrorUna serie de relatos cortos que demuestran el lado sombrío del mundo de los sueños, bizarras, enfermas e inexplicables pesadillas que helarían la sangre de cualquiera.