Soñe que me encontraba en mi habitación, sin control alguno sobre mi cuerpo y sensación de ser marioneta, me acerque a la ventana, y me vi obligado a separar la cortina que me protegía del mundo exterior, cuando hubo estado completamente apartada, me tope con lo que esperaba y tan familiar me era; la vista del bosquecillo que no eran mas que media docena de arboles, aquellos que consideraba mis amigos, pues no solo me ofrecían sombra y aire fresco, sino también su compañía incondicional y el suave e hipnotizante movimiento de sus ramas, sus inquilinos durante la tarde inundaban mis oídos con un popurrí de cantos al aire. Pero esta vez, eran cómplices de un fisgón: una extraña figura con una morfología que dejaba en tela de juicio el si ser considerada como humana; estaba ahí imperturbable, de no ser por el brillo de dos ojos desproporcionados que reflejaban el brillo de la luna, no me hubiera percatado que estaban viendo fijamente a mi ventana. Cuando me percate que mi cuerpo me volvía a obedecer no tenia otro deseo mas que alejarme de aquel lugar, y dejar de cruzar miradas con esa cosa, no sin antes cerrar la cortina, claro. Hecho eso con las pocas facultades que el miedo se había compadecido a prestarme, y estando a unos cuantos pasos de mi cama, donde creía fielmente que estaría seguro, escuche un ruido, seco y estruendoso viniendo del balcón, me pare en seco; no me di cuenta que cuando menos lo sentí ya estaba separando el telón para dejar al descubierto aquella horrible escena, donde el único actor era aquella cosa que hacia segundos me observaba desde una distancia que consideraba segura, ahora estaba frente a mi. Solo un fino cristal nos separaba, no tuve tiempo para articular algún movimiento o pensamiento antes de despertar completamente bañado en sudor.
Después de unos minutos sentado en la cama, esboce una sonrisa, me causaba gracia, que siempre después de una pesadilla me quedaba maravillado intentando recordar todos los detalles, me hacían sentir de alguna manera vivo, por desgracia o fortuna sobre el encuentro cercano con aquella cosa, mis recuerdos eran vagos, naturalmente no recordaba sus facciones.
Baje completamente convencido a empezar el día con una taza de café bien cargada, mientras el agua hervía un golpecito en la puerta me recordó de recoger el periódico del día, salí a tiempo para ver aun al chiquillo, Juan, quien entregaba el periódico doblar en una cuadra con su fiel carrito que hacia de mula, el oxido le había regalado un café. Después de un improvisado desayuno, y habiendo terminado de leer el aburrido periódico, me di cuenta que no tenia planes para aquel día, ni muchos amigos o ganas para organizar uno, creí conveniente hacer una limpieza profunda de fin de semana, luego ya vería que iba haciendo.
Cuando estuve seguro que no se escapaba ningún rincón de mi obsesión por limpiar, me senté y decidi que era una buena idea, ir a dar un pequeño paseo.
Al salir me percate que la luna ya había relevado hace algunas horas al sol, ahora estaba sobre mi cabeza mas grande y blanca de lo normal, rodeada de la negrura mas absoluta de la que le cielo se había decidido por disfrazar aquella noche. Sali sin rumbo y mis pasos me terminaron guiando a un parque y a mi banca favorita, ahí descanse y observe a unos cuantos extraños que se deslizaban por la oscuridad a paso rápido como huyéndole. Por espacio de una hora, y unos cuantos minutos permanecí allí.
Cuando el frio empezaba a ser insoportable, fue cuando decidi volverme a casa, arrepintiéndome de no haber llevado abrigo, apresure el paso mientras tentaba la idea de tomar el atajo por aquel barrio donde había presenciado el espectáculo de los esqueletos en el caseron hace solo un día, preferí ser precavido y pagar el costo de sufrir durante mas tiempo frio e irme por el camino mas largo, habiendo avanzado una cuadra algo llamo mi atención, era un sonido tosco, alguna suerte de metal rodando, cuando me di la vuelta a examinar que era, me encontré con algo muy peculiar: una chica de unos 15 años con una apariencia desprolija y una mirada de fuego, aunque lo primero en lo que se posaron mis ojos era en lo que iba tirando con una cuerda, una caja de madera vieja teñida de color negro por el tiempo y la humedad, estaba totalmente sellada, de dimensiones semejantes a la de un refrigerador acostado, unos cojinetes hacían de ruedas. Me quede unos segundos viendo con mirada furtiva todo aquello tan extraño, hasta que se percato de mi presencia y me lanzo una mirada indiscriminada y amenazadora, vaya chiquilla pensé, después me di cuenta de lo tonto que sonaba que alguien unos cuatro años mayor dijese eso, me di la vuelta y me dispuse a seguir. Faltaban tan solo unas casas para llegar a mi destino cuando escuche un grito despavorido de una chica, no me di tiempo para pensar si era conveniente acudir al llamado, cuando me di cuenta ya iba corriendo a su auxilio, sortee una suerte de cuadras oscuras y estrechas, que ahora me parecían laberinto, cuando a lo lejos me di cuenta que era la misma chica de hace un rato, un vagabundo le intentaba robar y forcejeaba con ella aquella misteriosa caja, a la que defendía como su única pertenencia o un tesoro. El vagabundo levanto la mano para darle un puñetazo y romperle la determinación y algunos dientes, afortunadamente llegue a tiempo y lo lance con todas mis fuerzas, cayó sentado y se levanto tan rápido como puede hacerlo un ebrio y corrió tan rápido como solo un cobarde sabe hacerlo.
Me voltee para quedar frente a la chica que lloraba como niña, después del susto, poco a poco empezó a calmarse dejando a descubierto el rastro que habían dejado las lagrimas sobre su sucio rostro;
-Gracias señor- me dijo con su voz aun entre-cortada y haciéndome dudar si había envejecido 20 años en esos pocos segundos.-No, es nada, ¿estas bien?
-S-Si...- después de eso me di cuenta que seguía aferrada a la cuerda de lo que ahora de cerca me parecía un ataúd con ruedas. Me acerque para examinar su mano, pero se alejo con miedo y apretando aun mas su tesoro, efecto de esto unas gotas de sangre brotaron de su lastimada mano y aterrizaron sobre el suelo de aquel callejón.
-Solo quiero ver como esta tu mano, esta sangrando- dije intentando tranquilizarle.
-No es necesario, no es nada grave, me he cortado con la cuerda- me dijo con apenas un hilo de voz. Me percate que aquella mirada furiosa de hace unos cuantos segundos ahora estaba constituida de dos ojos rojos, y una mueca de tristeza y miedo.
-Vamos te acompañare a casa- le ofrecí al mismo tiempo que hacia el amago de jalar su tesoro, hasta que llegar a su destino.
-N-no es necesario, me encuentro bien. Le agradezco mucho señor- mientras me decía eso, aprovechaba a limpiarse las lagrimas con el suetercillo de lana azul que llevaba sobre su vestido de color blanco estampado con suciedad.
-Max Torres, me llamo Max Torres, ¿te quedaras acá parada?- le dije para que dejara de envejecerme.
-Y yo María Baer, vivo cerca de acá, aparte ese cobardeta dudo que se me vuelva a acercar después de lo sucedido- dijo eso de forma torpe y un tanto improvisada. Me obsequio una inocente sonrisa y sin darme tiempo a responder se alejo jalando su ataúd con la punta de los dedos, seguro le empezaba a doler las heridas que le había ocasionado aquel forcejeo. Sali a la boca del callejón, me di cuenta como doblaba a la derecha y se perdía en aquel laberinto oscuro y estrecho, permanecí allí de pie hasta que el ruido de los cojinetes me abandono también. Retomando mi retirada a casa sin mas compañía que el sonido de la mera naturaleza escondida en el concreto de callejones: grillos, aves, gatos y perros, todos ellos esforzándose por hacerse escuchar, y seguramente robándole el sueño a unos cuantos vecinos.
Estaba apunto de enfundarme en mi cama estaba cuando la luz de la luna dibujo la sombra de lo que me pareció una cola sobre mi ventana, acompañado de como no podría ser un ruido, dudando sobre ignorarlo o no, y teniendo presente el recuerdo de mi ultimo sueño-pesadilla, termine aventurándome ir a ver que era aquello, esperaba encontrarme un gato, pero para mi sorpresa no había nada, ignore eso y volví a la cama.El día siguiente; domingo olvidando el mundo y entregándome en cuerpo y alma pase el día practicando el pecaminoso ocio.
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Los esqueletos del caserón.
Short StoryEl dejarse llevar por su curiosidad, y fisgonear en un caserón abandonado, le podrá costar la monotonía de su vida a nuestro protagonista.