Vuelvo a este libro de poesía y no sé ni por qué.
Si borré las fotos, y la playlist, y los mensajes destacados.
Aquellos mensajes leídos a las 10:27 pm en los asientos traseros del coche aparcado en Pasai Donibanes, con una sonrisa boba en la cara.
Cuando era feliz.
Cuando sonreía sin saber por qué. Porque no hacía falta. No era necesario pensar, tan solo sentir. Sentir con la fuerza del mar, del Bidasoa que me acompañaba mientras leía tus mensajes.
2 de septiembre, última actualización.
Pérdida, así se llamaba. Pero sigue vacía, pues nunca supe qué fue aquello que perdí. ¿La felicidad? Quizá ni siquiera era eso.
¿Por qué vuelvo aquí? Si tendría que haberte borrado, pero aquí sigues, recordando, descosiendo los hilos de aquel tapiz mal construido, nunca terminado.
Y para qué vuelvo, si tan solo quiero hablar de pollo agridulce. Pollo con verduras, salsa de soja, vinagre de arroz, un poco de ketchup y listo. También había cupcakes; sabían demasiado a queso.
Crujiendo entre mis dientes, me mirabas. Y yo sonrío, ¿por qué no? Si ya no hay nada más que ocultar, ya soy libre. Te cojo la mano, y soy libre. Me besas la mejilla, y soy libre.
Porque te lo dije. Ya lo superé. Primera persona del singular, pretérito perfecto simple de indicativo. Acción acabada.
Aunque luego dudé, ¿eso cuenta? No estoy segura. Y tú también dudaste. No sé. Yo tampoco. Pero ya no tengo derecho. Es verdad, no lo tienes. ¿Y yo?
No sé muy bien a donde quiero llegar. Tan solo sé que el pollo agridulce estaba un poco más soso de lo esperado, y a los cupcakes les sobraba queso, y en un momento tú me mordiste la nariz y lo pensé. Otra vez, como el 30 de octubre. De nuevo, como el 5 de febrero de 2020.
Lo volví a pensar, y entonces la sentí en mi paladar. La salsa agridulce. Era dulce, y un poco agria, con un toque salado. Picor en mi garganta.
Lo volví a pensar, y la pantalla de mi móvil se encendió.
C: Te echo de menos.
Quizá, una vez más, no podría dejar de pensar. Quizá la rumia siempre ha estado destinada a ganar.
No sé si quiero besarte, pero no me importaría que tú lo hicieras.
Quizá estoy demasiado acostumbrada a que, contigo, todo es dejarse llevar.
Eneagrama 2w1. Mayor miedo: el rechazo.
Una vez más, dependencia emocional. O amor. Ya no sé cuál es cuál.