I.

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Aunque no le miré, ella cogió mi mano. Notaba su mirada en mí, pero yo no me atrevía a mirarle, no sabía qué estaba pasando ni qué estaba haciendo, pero yo no conseguía apartar mi mano de la suya. Levanté los ojos y...

Sonó la alarma del móvil, - otro día más no, por favor – pensé, como cada mañana. Me preparé para ir a clase y mientras desayunaba eché un vistazo a las noticias – nada nuevo, lo mismo de siempre pero en un día distinto -. Al parecer había aparecido algo nuevo, no se alarmaban pero ya se sabía en qué iba a acabar esto, en otro desastre.

Desde aquella pandemia de 2020 comenzaron a suceder más pandemias, ya a día de hoy es algo normal. A los científicos no les da tiempo a centrarse en una en específico, diferentes virus se transmiten a humanos y no saben a qué se debe esta oleada, tampoco aclaran si esto está ocurriendo de forma natural o si está siendo provocado por gente que tenga poder sobre esto. 

- Ale, ¿estás ahí? - dijo golpeando mi hombro. Era Laura, se había sentado a mi lado en clase y me había pillado en medio de unas de mis desconexiones mentales.

-No me jodas que acaba de explicar todo lo de la pizarra - solo había desconectado unos minutos, creo, ¿no?.

- No te preocupes que luego te paso los apuntes, pero despierta ya – susurró y se giró hacia la pizarra.

Atender en clase, como si fuese apasionante escuchar a una señora de 50 o 60 años hablar sobre algo que no me interesa. "Estudia en la universidad, estudiarás lo que realmente te gusta" decían, qué bien me engañaron. Además de estudiar asignaturas que no entiendo qué hacen en mi carrera, los profesores dejan mucho que desear. Explican lo mismo que hace 10 años y eso es todo, ni más ni menos, leen sus apuntes que conservan de cuando hicieron la carrera y ahí se acaba todo.

Sin duda lo único bueno que me había dejado la universidad son los amigos, aunque me parece muy caro pagar casi 1.000 euros al año solo para conocer a grandes amigos, pero bueno, en alguna estafa hay que caer en esta vida.

Cuando la profesora acabó la clase todos salimos corriendo del aula. Maxi se acercó a Laura y a mí.

- Ojalá nos dejasen dormir en clase, ¿te gustaría, Alejandra? - él sabía perfectamente mi tendencia a desconectar de todo y dedicarme a imaginar mi vida ideal en un universo paralelo.

- Sabes que no necesito dormir, con que se calle la profesora, me vale.

Continuamos andando y hablando de un sinsentido de cosas, esto es lo que adoraba de hablar con él. Cualquier cosa podía dar pie a una conversación bastante entretenida y divertida, aunque también sabíamos respetar nuestros momentos de silencio.

- ¿Habéis visto las noticias hoy? - preguntó Maxi.

- Sí, parece que se vienen cositas... - respondí en todo de broma.

- Como sea el turno de la pandemia de los zombis Alejandra va a estar encantada – intervino Laura.

Sí, siempre había deseado un apocalipsis zombi, recuerdo verme una temporada por día de series de zombis. Ya que no hago nada útil en esta vida me gustaría ver al menos si sirvo para sobrevivir por mí misma en una situación así. Laura me sacó de mis pensamientos preguntándome:

-¿Vienes a tomar algo o te vas... al gimnasio?

-Me voy al gimnasio, que así puedo comer más temprano y descanso un poco más antes de estudiar. -Laura y Maxi empezaron a reírse.

- Sí, a estudiar... anda, mañana nos vemos.

El gimnasio era lo único que me sacaba de mis problemas y me hacía sentir útil en algo, levantar cosas pesadas y asuntos similares son mi pasión. Tuve una época en la que me avergonzaba del físico que llegué a tener y lo dejé por un tiempo. Pero siempre se vuelve a lo que realmente se quiere, así que hace unos meses volví a ir al gimnasio y a dar lo mejor de mí para ser y estar fuerte.

¿Comer y entrenar? Mis dos pasiones.

En el bus me encontré a Rosa, fue al verla cuando supe que no iba a poder escuchar música durante el trayecto, siempre se quedaba hablando conmigo y esperando a que dijese algo gracioso, era tan fácil hacerle reír que ya me resultaba hasta gracioso.

- Tía hoy la he visto, ha pasado por mi lado y he pensado "mira la pécora esta", parece tonta eh, sino llega a ser por todo lo que me has contado...

- Sí, lo sé, yo también me la he cruzado hoy, pero bueno. Has ido hoy a la última clase, quién lo diría eh. - cambié de tema.

- Sí, puse alarmas nucleares como sonido de la alarma del móvil y ha funcionado...

Asentí con la cabeza y me puse los auriculares, no tenía muchas ganas de seguir hablando, entre madrugar, las clases y mi cabeza siempre pensando me resultaba un desgaste enorme socializar o hablar, así que decidí poner fin a aquello, cosa que Rosa entendió y se puso también sus auriculares.

Al llegar del gimnasio me duché, comí y ya estando en mi habitación empecé a echar un vistazo a lo que pasaba en Twitter. Con tan solo entrar en la aplicación los vídeos que estaban compartiendo la gente inundaban la TL, vídeos de avalanchas de gente corriendo, otros les perseguían y les atacaban, era difícil saber qué estaba pasando ya que había demasiado movimiento y demasiada gente. Seguí viendo más vídeos, uno tras otro, algunos grababan desde las ventanas de sus pisos y fue donde lo vi claro, había gente que andaba distraída, sin rumbo fijo, a paso lento, pero en cuanto sonaba algo comenzaban a ponerse nerviosos y a buscar la procedencia del sonido. 

Esto me resultó tan familiar que no necesitaba seguir viendo más videos, así que me puse a ver las noticias para ver qué decían aquí en el país, pero para mi sorpresa me encontré que ni siquiera mencionaron nada de esto que estaba ocurriendo a miles de kilómetros.

¿Será mentira lo que están subiendo a Twitter? ¿Una broma pesada? ¿Escenas de alguna serie que están rodando? - todo esto se me venía a la cabeza -. Me quedaban unas semanas por delante sin volver a casa, en mi piso de estudiante intentando concentrarme para la época de exámenes que ya se acercaba.

El móvil me empezó a notificar de que me estaban llamando, pero lo dejé sonar, no me apetecía hablar. Cuando dejó de sonar le pregunté por whatsapp si necesitaba algo, nada nuevo. Mantener una conversación entretenida con alguien justo cuando tu vida se basa en hacer las 3 mismas cosas todos los días se vuelve un desafío, esto mi madre nunca lo entendía.

Volví a Twitter, más y más vídeos, gente pidiendo ayuda, gente pidiendo auxilio para que les sacasen de allí. Eran tantos mensajes de desesperación que no quedaba claro qué estaba pasando, todo se estaba volviendo surrealista.

Llamaron a la puerta y yo no estaba esperando la visita de nadie - ¿o sí?, no sé -. Abrí la puerta y Julia se tiró a mis brazos.

- Canija, ¿qué pasa contigo, vienes y no me avisas?

- Se me ha olvidado, he tenido problemas en casa y me vine enfadada, lo siento – el reproche de Julia se deshizo por completo ante mis palabras.

-¿Otra vez? - se tiró en mi cama- ¿quieres hablar de ello?

- Da igual, ya es costumbre. - me acerqué a ella - ¿Cómo sabías que había venido?.

- Siempre que paso por aquí miro si hay luz en tu cuarto, por si has venido – sonrió-.

- Conque me espías... eso lo sabía yo – nos echamos a reír.

Después de la visita de Julia volví a Twitter, la situación estaba incluso peor que antes, aunque muchos vídeos aparecían como eliminados, cosa que no me inspiraba nada de confianza. Entré a Whatsapp y los mensajes en los grupos eran demasiados que el móvil casi no respondía, cuando los cargó todos vi que la gente hablaban de un mismo tema: los vídeos que estaban circulando en las redes sociales.

Pasé la noche pensando y dándole vueltas a todo lo que estaba pasando, cosas que aunque estuviesen pasando, el resto del mundo estaba callando. En ningún sitio se le daba difusión a esos vídeos alarmantes o a los testimonios que están difundiendo desde miles de kilómetros hasta aquí.

Dos luchas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora