III.

3 0 0
                                    




Me levanté de la cama de un salto, alguien estaba aporreando mi puerta sin compasión mientras decía mi nombre, la voz me resulta familiar, ¿Julia?.

- ¿Qué haces todavía así? ¿Estabas durmiendo todavía, en serio? - me bombardeó en cuanto le abrí la puerta -.

- Estaba durmiendo y me has dado un susto de muerte, si no fuese porque eres tú...

- El ejército está en las calles.

- ¿Qué calles? - entre el sueño que tenía y el susto que me había dado no sabía ni dónde estaba.

- Las de la ciudad, idiota. Se han desplegado pero solo por el centro y las zonas más relevantes de la ciudad, por lo visto en otras muchas ciudades han hecho eso también.

- ¿Cómo que otras ciudades? Esto es de locos, y siguen sin decir qué está pasando, ¿no? - Julia asintió con la cabeza ante mis palabras.

- Vístete, desayunamos y hablamos con los niños.

- Bueno...

Después de desayunar estuvimos hablando con los chavales que viven en nuestro mismo edificio, todos llegábamos a la conclusión de que estaba pasando algo que no podían controlar, pero algo que suponía una amenaza mayor a todas las anteriores a las que nos habíamos enfrentado. Todos dijimos lo que eran, zombis, o caminantes, cada uno que le llame como quiera, pero son lo mismo. 

- Necesitamos mapas – añadí.

- ¿Para qué? - ¿este es tonto? Pensé.

- Pues el momento en el que falle internet, la electricidad y todas estas cosas, dime tú a ver cómo nos orientamos, porque con los móviles desde luego, no. - ¿acaso pensaban que todo iba a seguir funcionando con normalidad si esto se va de las manos?

- Ale tiene razón – me respaldó Julia.

El chico que ayer llevaba el orden en la reunión de anoche asintió con la cabeza.

- Alejandra tiene toda la razón, pero para la comida, ¿qué vamos a hacer? Solo tenemos para 3 días más.

- Tenemos dos opciones, salir a buscar ahora mismo, ya, comida a los supermercados o almacenes. O como segunda opción, esperar a que caiga gente y que podamos ir asaltando casas para saquearlas, son las dos opciones que he podido pensar. - algunos agacharon la cabeza, no era nada agradable la idea de estar días esperando a que gente muera para poder asaltar casas y conseguir comida y demás suministros.

- Podemos salir esta noche – añadió el chico del pijama gris.

- ¿Por qué de noche? No sabemos a qué nos enfrentamos, ¿y si ya han llegado hasta aquí? No, no sabemos nada de ellos, cómo enfrentarnos a ellos, qué hacen o no hacen, qué les hace comportarse más agresivos... Definitivamente de noche no es el momento ideal.

- Venga, entonces mejor de día para que nos vean todos los vecinos, ¿no? ¿eso quieres?

- Es lo mejor para nosotros.

- ¿Pero tú vendrías con nosotros? - el chaval parecía sorprendido.

- ¿Y por qué no? Necesitamos a gente que salga afuera a comprobar las cosas y a conseguir recursos, yo estoy dispuesta.

- Yo también saldré con vosotros. - añadió Julia.

- Bueno, mejor para nosotros, pero ya sabéis que nada juega a nuestro favor si a alguien le da un ataque de pánico o... - añadió un chaval alto que no se había sentado en todo el rato.

- Hemos dicho que vamos a salir con vosotros y es lo que vamos a hacer, estamos seguras de lo que decimos. - corté con estas palabras al chaval.

El resto permaneció en silencio, no era momento para crear tensiones entre nosotros, pero tampoco iba a permitir que se nos intentase mantener encerradas con el resto de gente cuando podíamos estar afuera siendo útiles.

- ¿A qué hora entonces? - me preguntó Gabriel, el chico del pijama gris.

- Cuando queráis, si os apetece temprano por la mañana, ¿a las cinco? - propuse y nadie se opuso.

- Bien, - continué hablando. - Creamos un grupo de Whatsapp y os metemos, coged una mochila y cosas que os sean útiles para defenderos y abrir lugares, no sé con qué nos vamos a encontrar. Buscad en internet formas de abrir puertas y demás sin llaves y sin hacer mucho ruido. - añadí antes de dirigirme a la puerta.

Todos asintieron y Julia y yo nos fuimos. 

Estuve hablando con mi madre, esta señora estaba de los nervios y para rematar la situación mi hermano se negaba a salir de su habitación y hablar con ellos. Supongo que ya habrá visto los vídeos y sabe lo que se viene, siempre que está nervioso hace lo mismo, se niega a hablar y a salir de su habitación. Escuché otro helicóptero pasar – ya van cuatro – pensé, volví a mirar Twitter y ya habían más vídeos circulando, esta vez eran subidos por gente de aquí, ya estaba ocurriendo en el país, ¿cómo podía haber llegado esto tan rápido? ¿En cuatro días ya se había contagiado y llegado hasta aquí, a miles de kilómetros? .

Me pasé el día intentando dormir, para recuperar las horas perdidas anoche y para estar fresca para el madrugón que me esperaba, pero esto se me complicaba con el jaleo que con las horas se iba formando en la calle. La gente había salido a la calle y gritaban "Gobierno traidor, mentiroso", no entendía nada, ¿qué hacen?. De nuevo entré a Twitter "protesta contra el Gobierno que atenta contra nuestra libertad, salgan a las calles." -¿En serio? ¿no tienen otro momento los unineuronales estos? - pensé. La gente tiene una concepción muy distorsionada de lo que es la liberta, reflejo de ello eran todas las burradas que hacía en nombre de la "libertad". Lo que esta gente defiende no es libertad, sino privilegios para ellos, los poderosos, lo que se traduce en condenas para otros. Esto se ve siempre cuando intentan poner más control en la economía y se mira más con lupa a los que tienen demasiado dinero o comienzan a ganarlo de manera deliberada, la realidad es que pisotean a sus trabajadores para ganar dinero, pero cuando alguien se da cuenta de esto e intenta penalizarlos por ganar dinero a costa del sufrimiento que infligen en otros, comienzan a sentirse amenazados, que les están quitando eso que llaman "libertad".

Comencé a hacer pruebas en mi puerta para abrirla y ver si el método que había visto en internet funcionaba, me costó varios minutos coger el truco a inclinar la tarjeta adecuadamente y tirar del pomo a la vez, pero finalmente lo conseguí. No era un método silencioso al cien por cien, pero al menos no iba a necesitar un trompo o tirar la puerta a golpes.

Vuelvo a mirar hacia la calle, ni rastro del ejército, ni policías, nada de nada, nos habían abandonado y nadie iba a poner orden. ¿Pero a dónde se dirigían los helicópteros que habían pasado a lo largo de la mañana y de la tarde? Tampoco tenía ni idea. Más espacios en blanco, más preguntas sin respuestas.

Laura llevaba desde ayer sin responder a mis mensajes, supongo que habrá desconectado para no preocuparse más. La última vez que le vi ya pude notar que tenía bastante miedo de todo lo que podría pasar. Maxi sí contestaba, pero se mantenía desconectado la mayor parte del día, al menos me tranquilizaba con un mensaje diario.

De repente escucho gritos en la calle, esta vez no eran gritos de protesta, sino de terror. Me asomo corriendo a la ventana, la gente corría, corría como en todos los vídeos que había estado viendo hasta ahora.

Dos luchas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora