Prologo | Valhalla

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Esben estaba tirado en una cama sin ánimos de poder levantarse, sudando mucho a causa de la fiebre y con pedazos de su piel cayéndose. Desde hace tres semanas venía batallando contra aquella enfermedad salida del mismo Helheim como castigo a su pueblo por no haber ganado su última batalla en nombre de Odín. Su cuerpo débil no podía seguir batallando contra aquella enfermedad, era una deshonra para su hombría y estaba seguro de que no recibiría la visita de ninguna de las valquirias que lo llevarían al gran Valhalla. Esben moriría, eso él lo sabía, pero no quería hacerlo tirado en su cama, deseaba tomar su hacha y ponerse a luchar para morir en batalla. De manera honoraria y no como lo estaba haciendo tirado en aquella cama de piel mientras su oportunidad de morir en batalla se le escapa de entre los dedos.

Un ataque de tos Esben vio a su madre tocándole la frente, escucho su cántico dulce como cuando era un pequeño niño en la aldea y su madre aún estaba con vida. Por la fiebre tan alta comenzaba a alucinar que su madre lo estaba cuidando cuando en realidad, nadie está con él. No tenía esposa, ni hijos y estaba completamente solo, sus padres murieron hace mucho tiempo y la única familia que le quedaba lo había dejado a su suerte. Entre delirios por su enfermedad, Esben escucho la risa de una fémina, era un sonido delicado y hasta casi se podría jurar que se trataba de una diosa. Con sus últimas fuerzas deslumbró a una hermosa mujer de dorados cabellos, piel pálida y un hermoso vestido negro. Estaba junto a la ventana y los rayos del sol la iluminaba impidiendo poder ver bien su rostro, escuchó de nuevo la misma risa y supo que provenía de ella. Dando su último aliento observó aquella hermosa mujer que estaba contra su ventana, no le prestaba atención, pero él deseaba haberla podido conocer. Su pecho dejó de elevarse y bajar, su corazón se detuvo y su alma abandonó su cuerpo sudoroso.

Esben el fuerte había muerto.

El magnífico guerrero que había peleado en incontables batallas, quien todas las doncellas suspiraban cuando lo veían pasar y por quien los enemigos temblaban cuando lo veían desenvainar su hacha. Yacía inerte en aquella cama, solo, sin familia y nadie quien lo llorase, estaba completamente solo a pesar de las incontables hazañas que había realizado en vida. Había muerto dejando un cuerpo aún joven y con muchas metas inconclusas, a pesar de tener muchas doncellas detrás de él jamás fue capaz de enamorarse de ninguna. Casarse no estaba dentro de sus planes y pensaba hacerlo en un futuro, pero tarde se dio cuenta de que no tendría uno.

Esben se vio tirado en su propia cama, dejando su pálido cuerpo para irse al más haya, un lugar donde sería recibido sin ningún tipo de gloria. Algo lo estaba arrastrando hacia la oscuridad, el vikingo estaba renegado a abandonar el mundo de los vivos para irse a uno de dolor y sufrimiento. Pero sus esfuerzos fueron inútiles, su alma fue absorbida por aquella oscuridad que lo cejo por completo, no estaba yendo al gran Valhalla.

Una vez más la reina del Helheim se sentó en su trono con su corona sobre su cabeza, observando su oscuro imperio impenetrable por la luz solar. Su fiel compañero y amigo Garm el perro de pecho sangrante estaba frente a su reina aguardando las instrucciones de Hela con respecto al intruso que estaba delante de ella. Un hombre que aparentaba ser de mediana edad, pero los años y una mala vida lo hacían verse aún más grande de lo que era. Aquel insignificante ser no se atrevía a dirigirle la mirada, no le sorprendía no muchos podían mantener su vista en ella con su aspecto peculiar. Muchos veían su lado derecho y de inmediato se sentían enamorados, rubios cabellos largos, piel pálida, pero rebosante de vida, rostro angelical y quien la mirase quedaba perdidamente enamorado de ella. Pero al ver su lado izquierdo todos sentían repulsión y miedo, cabello negro como el carbón, piel en descomposición, un rostro sin vida y un mal olor se desprende de su cuerpo. Todos le temían y la belleza que poseía su lado derecho estaba totalmente opacada por su lado contrario.

—Si mi reino no te agrada voy a darte un hospedaje especial en el Nastrandir, espero que en ese nuevo lugar te sientas como en casa vil escoria —alega la reina desviando su mirada del hombre a otro punto de su sala, no quería ver o escuchar las súplicas del hombre. Este grito, imploro y lloró al ser llevado al Valhalla junto a Odín, algo que todos pedían cuando llegaban al Helheim. Nadie quería estar en su reino, todos preferían servir a Odín antes que estar bajo su mandato y esto molestaba mucho a Hela. Ella era hija de Loki el dios del engaño y la gigante hechicera Angrboba, proveniente del Jötunheim.

La Belleza de lo HorrendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora