Abro las puertas de mi habitación furiosa, mis criadas salen al verme en ese estado y yo comienzo a caminar de un lado a otro intentando calmarme. La sola mención del acontecimiento que pondrá el fin a los nueve reinos es algo que no me gusta hablar, ni pensarlo, es inevitable y por ello no trato de pensar en eso. Las flores que se encuentran en un jarrón en mi cómoda se mueren y viendo mi reflejo en el espejo tomo ese mismo jarrón y lo arrojó contra este. El espejo se hace añicos y cae al suelo fragmentado en pedazos, me giro a la ventana y miro mi reino, oscuro y silencioso. Poco a poco comienzo a calmarme, no puedo controlar el destino y lo que ya está escrito no se puede cambiar y lo debo aceptar. No soy inmortal y llegará el momento en que yo misma dejaré de existir para que el ciclo de la vida comience de nuevo. Pero lo que más me enojaba de aquel acontecimiento es que mi hermano Fenrir se libera luego de estar tanto tiempo encadenado y a pesar de no haberme metido en esos asuntos me odio por no haberlo ayudado. Es mi hermano y fue engañado por aquellos dioses que a mí también me aborrecen y por ello me enviaron lejos del Valhalla. Luego de haberme secuestrado junto a mis hermanos, Odín arrojó a mi hermano Jörmundgander al gran océano que rodea Midgard. Fuimos separados porque nos tenían miedo por la pesadilla que había tenido el dios Odín, la descendencia de mis padres sería catastrófica para su conveniencia.
—Reina Hela el guerrero ya está en su habitación —escuchó la voz de uno de mis sirvientes, al girarme lo veo mirando al suelo incapaz de mirarme a la cara y no me asombra porque nadie es capaz de mirarme. —Si me permite preguntar ¿Qué tiene ese guerrero de especial? —su pregunta me descolocó jamás en sus años de servicio me había hablado de tal manera, casi como si me estuviera reprochando mis decisiones con Esben. Apenas levantó un poco su mirada, pero volvió a bajarla al ver que lo estaba observando, su valentía le duró poco.
—Mis decisiones no te incumben —respondo volteando a ver de nuevo la ventana, nuevas almas llegan a mi reino y como es costumbre se lamentan de haber llegado aquí. Ninguno parece actuar como Esben, todos odian haber terminado en este lugar y sin prestarles más atención miro los escombros del espejo. —Trae a alguien que limpie, encárguense de que nadie escape y que vengan mis sirvientas —ordenó caminando hasta mi tocador donde tomé mi peineta y me senté en mi cama a desenredar mi cabello. Mi sirviente se fue dejándome sola nuevamente y dejé de peinar mi cabello al recordar al vikingo, con su peculiar manera de verme.
Las puertas de la habitación se abren entrando mis mucamas limpiando los restos de vidrio, ayudándome a quitarme el vestido y preparando mi cama para que pueda dormir. Todo lo hacen rápido como habitualmente, dejándome sola nuevamente y me meto dentro de la cama pensando una vez más en Esben. ¿Qué tienes de especial Esben el fuerte?
La sala del comedor estaba iluminada por muchas velas, las ventanas daban una vista a las playas donde llegaban las almas y la falta de luz solar limitaba a que todo sea una oscuridad absoluta. La enorme mesa está repleta de comida mientras espero al vikingo encargo a mis sirvientes que me sirvan algo de vino en mi copa y doy un trago a la misma. Sus sabores dulces combinados con un toque amargo al final inundan mi paladar, doy otro trago viendo como las puertas del comedor son abiertas y por estas ingresa el guerrero. Lleva puesta la ropa que le indique que se pusiera, se ve muy bien con ella y sin disimulo recorro su cuerpo viéndolo caminar hacia mi dirección. Sus manos ásperas toman la mía que tengo sobre la mesa y besó el dorso en un gesto que me saca inconscientemente una sonrisa.
—Buenos días mi reina —habla sin dejar de mírame a los ojos, su mirada profunda no me permitía hablar, sentía que no podía emitir sonido si continuaba mirándome de aquella manera. Moviendo mi copa dirijo mi mirada a esta y puedo volver a tener control sobre mi cuerpo, mis músculos se relajan y puedo emitir sonido luego de estar en un silencio largo.
—Buenos días —restándole importancia al saludo bebo un poco de vino, es deleitante además de sentir su mirada sobre mí, expectante de que diga algo más. Vuelvo a verlo relamiendo de mis labios el licor, puedo ver cómo su cuerpo se tensa en su sitio y agacha la mirada ante mí un segundo. En cuanto se recupera vuelve a mirarme apretando los puños a los costados de su cuerpo, sonrió al ver su impotencia y le indico con la mano que tome asiento.
—Me disculpo por mis respuestas inadecuadas anoche mi reina —su mirada celeste como el cielo me mira, desde la otra punta de la mesa y mi disgusto de anoche regresa. La copa se cae de mis manos, una mueca se genera en mis labios y uno de mis sirvientes viene con una nueva copa y limpia el desastre.
—No hablemos de eso —ordenó sin apartar mi vista de la nueva copa que se me había sido entregada —Mejor come hoy vendrás conmigo a recorrer el reino —dejando mi copa encima de la mesa tomó una de los racimos de uvas que se encontraban dentro de todo este banquete. La llevo a mi boca y comienzo a comer sin prisas la fruta, el vikingo obediente a mis palabras comienza a comer con ganas, es como ver a mi tío Thor comiendo en los grandes banquetes del Valhalla. Come y bebe hasta saciar su hambre, sus ojos celestes me miran degustando las uvas que fui comiendo pausadamente mientras que él arrasaba con la comida.
Limpiando mis labios con una servilleta me levanté de la mesa viendo como mis guardias se alineaban en la puerta listos para cuando saliera y retener cualquier intento de dañarme que el guerrero tenga. Escucho detrás de mí como él se levanta de su sitio y me sigue manteniendo una distancia que mis propios guardias le marcan, sin decir nada caminamos por un extenso pasillo siendo iluminado por antorchas. En aquel estrecho lugar había colgados telares bordados con las imágenes de mis padres, mis hermanos y una de todos juntos como familia.
—¿Desde cuándo no ve a sus hermanos mi reina? —la pregunta de Esben me hizo detenerme frente a un enorme telar donde estaban mis dos padres con mis hermanos siendo muy pequeños, justo antes de que nos separaran.
—No los veo desde que nos arrebataron de los brazos de nuestra madre, Odín nos separó porque nos consideraba una amenaza —respondo sorprendiéndome de la manera tan natural que estaba abordando este asunto con el que no me atrevía a hablar con nadie. Todos aquellos que no fueran mis padres nos consideran a mí y a mis hermanos aberraciones que jamás debimos existir, por lo que me limito a guardar silencio y no comentar nada cuando se me habla de ellos o mis padres.
—Yo no tengo hermanos o una familia que me extrañe —comenta Esben a mis espaldas con un tono comprensivo —¿Usted los extraña mi reina? —aquella pregunta me hizo girar encontrándome al vikingo a unos centímetros de mí, estando tan cerca pude ver que me sacaba una cabeza y su musculatura no era tan enorme como parecía, pero de igual forma se veía que tenía fuerza. Sus ojos celestes me estaban mirando sin desviar su vista al costado en ningún momento, algo que me confundía mucho, porque me gustaba que me miraba, pero por otro lado yo odiaba que lo hiciera.
—Cada segundo —me escuchó responder, queriendo darme la vuelta para seguir mi camino, sus manos me sujetan por la cintura con fuerza, pero no demasiado como para lastimarme. Mi cuerpo es acunado por su pecho, escuchó su corazón muerto latir y mis manos rodean su anatomía. Mi cabeza se esconde en el hueco de su cuello, huelo su perfume a jabón y el olor natural de su cuerpo, cierro los ojos y siento sus manos rodear mi cuerpo apretándolo.
—No seré tus hermanos, pero prometo no abandonarte nunca mi reina —su aliento choca contra mi oído haciendo que cierre los ojos, mi corazón se detiene y mis piernas amenazan con fallarme.
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La Belleza de lo Horrendo
RomanceQuién hubiera imaginado que en el reino de Helheim se podría encontrar tal placer como el que la reina Hela estaba viviendo con aquel vikingo. *** La reina de los muertos sin honor estaba cansada de siempre permanecer sola y que todos los que la mir...