Creo que amanecía, amanecía y no había estado conmigo, amanecía y el sol salía. Lo veía y pensaba: su único objetivo, es brillar más que sus ojos.
No se me había ocurrido ningún nombre para el gato, entonces dije: mierda, le pondré black sky. En esos días, mis cielos eran así, negros, y él formaba parte de esos días, de esos cielos y de esa oscuridad.
Eran las dos de la tarde. El cielo estaba triste, rojo, como si me hubiera vaciado en el. Salí, salí junto con mi gato, sin que se lo pidiera, me seguía, no me incomodaba, creo que hasta me llegó a gustar. Fuimos a un parque, aquel parque que siempre se mantenía vacío, triste, perfecto para ese día.
Creo que entramos y back sky corrió, corrió como loco. No lo seguí, pensé que regresaría, pero, no fue así. Pasó un tiempo y me preocupé, me preocupé mucho, creo que me había encariñado de ese gato, entonces fui a buscarlo.
Estaba sentado en las piernas de una chica, lo acariciaba y dije: mierda y ¿ésta, quién es?, caminé algo temeroso, y black sky vino a mí. Era la chica del bar, la de mis sueños. Ella levantó su rostro, tenía los ojos llorosos, tristes, rojos, como el cielo, y me dijo:
—Todos me han olvidado.
—Pero yo no. —le dije—. No has salido de mi mente.
La vi a los ojos y desaparecí, desaparecí de mi mundo, de todos los mundos; sentía que no había nada entre ella y yo, que estábamos solos, que me perdía en ella, en sus labios, la vi y los mordió; creo que sus mejillas se pusieron rojas y la amé, la amé como a nadie. Me senté a su lado y me recosté en sus piernas, acariciaba mi cabello como si buscara algo, como si buscara algo de mí, tomé su mano y la lleve hasta mi pecho…
—¿Qué hacés? —me dijo nerviosa—
—Quizá esto sea lo que buscas; mi corazón, tómalo, es tuyo, restriégalo por todo tu cuerpo, empápalo de ti, de tus deseos, de tus sueños, de tus tristezas, de tu felicidad.
—Estás loco. —me dijo y rió un poco—
Amé su sonrisa, me alegró ese día, ese día tan triste, me alegró mis tristezas. Puso sus manos en mi rostro; pasó su dedo quitando una lágrima que me salía de mi ojo, una lágrima de felicidad; dibujó con sus dedos algo nuevo en mí, una sonrisa, lo sentí ahí, en el pecho, donde las personas dicen que tenemos el corazón.
—Tenés un lindo gato. —susurró sonriendo—
—Tenés unos ojos muy verdes, tan verdes como mis amigos, los árboles. —le dije al oído—
Creo que se acercó tanto a mí, que rozó sus labios contra los míos, los rozó con mucha pasión, como si quisiera que me los comiera, que me los comiera como un pie de queso, un pie de queso por la noche, que la comiera poco a poco, que la moridera con delicadeza saboreando cada segundo a su lado.
Puso sus manos en mi pecho, lo acarició; no sabría describir lo que sentí. Me empujó para separarnos, se rió y me dijo:
—Debo ir a al baño, no tardo.
—No tardés, aquí estaré, pero promete volver.
—Volveré, volveré guapo, espérame y no tardo.
La tomé de la mano, y ella a mí, sentí como poco a poco resbalaba su palma contra la mía, sentí la suavidad de su piel, se fue y me quedé con black sky, solos, tristes y rotos.
El tiempo pasaba, y pasó. Ella no volvió, el cielo empezaba a oscurecerse, me quedé ahí, solo, con sus promesas, rotas, con sus palabras, rotas, con aquellas miradas, caricias y besos que me había regalado.
—¿Esperamos un poco más black sky? —le dije a mi gato—
—Miau, grr, maw.
Creo que trató de decir: espérala, espérala en tus sueños, ella volverá, lo prometió.
Obscurecía, y me fumé en el camino a casa un cigarrillo, dos cigarrillos, tomé un café, dos cafés, tres cafés, no sé, creo que aún tenía su sabor en mis labios, en mi. Creo haber escuchado un: te espero en casa, no tardés bebé.
—Espérame, no me falta mucho para llegar, con tus promesas, con tus palabras, con mis besos, con mis caricias, con mi amor, con mi corazón, ese que sólo es tuyo. —dije a la nada—
Llegué a casa, entramos al cuarto y creo que black sky estaba muy feliz, y yo también, creo que después de todo no había sido un mal día, tomé un poco de agua y me acosté, me acosté pensando en sus palabras, en sus promesas, en sus ojos, en sus mejillas, en esos labios que me encantaba como mordía, cerré mis ojos y me dormí queriendo ser suyo, por completo.