No era necesario verlos para saber que tenían entre ellos el secreto más grande del mundo.
No era necesario. Se respiraba en el ambiente. Cuando los dos estaban juntos, no necesitaban excusas. Podían ser lo que quisieran, podían serlo juntos. Eran discretos, pero no tanto como pensaban. Se querían. Se podía ver a kilómetros de distancia. El amor que se tenían el uno por el otro era extremo. Extremo, en toda la extensión de la palabra. Eran jóvenes, pero no tontos. Se arriesgaban. Sabían, los dos sabían que no había palabra más equivocada y cliché que el "siempre". Pero lo intentaban.