Capítulo 2

25 3 5
                                    


                                                                                        Capítulo 2

   La luna desaparecía, al mismo tiempo que el sol se alzaba entre las montañas, los rayos de luz no tardaron en atravesar la ventana, y ahí estaba él, tumbado en la cama un joven de pelo negro. Puntiagudo, era alto y un poco pálido, y con muchas pecas.

Abrió los ojos parpadeando continuamente, hasta que por fin pudo contemplar la luz del día. Con desesperación se puso los zapatos.

Al poco rato, ya estaba bajando las escaleras que conducían a la cocina desde el pasillo que daba con su habitación, pero al llegar al último peldaño se paró en seco y se quedó un rato quieto, contemplando un cuadro, dos señores, un hombre y una mujer, él de cabello oscuro y la mujer con ondulados cabellos castaño claro.

De repente un anciano comentó:

— Este cuadro es hermoso — las figuras del cuadro estaban sentados en un banco, abrazados, ella apoyada en el hombro de él, pero con los ojos se lo decían todo. — Me he pasado horas mirando ese cuadro — continuó. — Incluso una vez estuve tanto tiempo mirándolo que creí que se movía — los dos se rieron en silencio pero con gestos faciales, el banco estaba situado en un parque, cuyo centro estaba ocupado por una fuente escalonada por tres círculos aumentando los tamaños de estos a medida que se acercaban al suelo. El agua caía desde arriba con elegancia, y aunque fuese una foto, parecía que el agua caía de verdad.

Al llegar a la cocina, vió la misma escena que veía todas las mañanas, era un espacio grande y con buena iluminación, en el centro había una gran mesa formada por otras más pequeñas de distinta altura, y al final de esta, un televisor antiguo y pequeño se alzaba un poco más alto que la superficie.

Como todos los días se sentó en la parte más alejada de la pantalla, que a su vez era donde estaba la mesa más pequeña. Una mujer le puso un plato con un trozo de pan y un vaso de agua, su madre. El joven miró el plato de los demás que, a diferencia de él, tenían unos huevos fritos con bacon. Sin decir ni una palabra, empezó a comerse el pan que le habían puesto encima de la mesa -tsh- oyó a su lado, él se giró para ver quién había emitido ese sonido, al verlo se dio cuenta que aquel anciano le daba uno de sus huevos fritos y una tira de bacon, le había dado un trozo de su desayuno. Al mirar a sus ojos azules, pudo contemplar su felicidad, él lo necesitaba, tenía la necesidad de encontrar esa felicidad, era en pocas palabras, lo que buscaba.

Salió de su casa después de prepararse solía ir en bici, pero esta vez había salido con tiempo y andando llegaría bien, de todos modos era un paseo agradable, una gran llanura llena de vegetación recorría hasta su destino, árboles de todo tipo con un lago en el centro.

No había mucha gente paseando, normal a esas horas, aunque si que vió a muchas parejas sentadas a contemplar el paisaj... ¡No! No podía permitirse el pensar en ella, se lo había dejado muy claro la noche pasada, a vía mente no podía leerle el pensamiento, pero cuando piensas en alguien que amas, haces que tu corazón la necesite cerca, y eso no podría ser.

Con la mente en blanco consiguió llegar al cole, por suerte no se cruzó con ella, siempre llegaba tarde, pero vio a lo lejos el banco donde se sentaban y rápidamente apartó la mirada y se dijo a sí mismo para convencerse << Mente en blanco, corazón de hielo>>

Entró dentro del edificio y se dirigió a su clase, ahí se sentó en un pupitre alejado del centro del aula.

— Thomas, Matthew, Mike, Luke, Alex — dijo el profesor pasando lista. Estos dos últimos asintieron con la cabeza.

— Presente — dijo en voz alta una voz desde la primera fila de la clase al oír su nombre.

— Bien, veo que hoy llega activo, ¿No Mike? — contestó una voz más adulta y más dulce al ser la de una mujer.

— Si profesora, hoy vengo con ganas — contestó este.

La profesora siguió pasando lista mientras la persona que tenía enfrente inclinó la silla hacia atrás y se dio la vuelta para hablar con él.

— Tío, qué tal con ella — levantó las dejas al decir la última palabra, él no contestó y miró a otra parte — vale, ya me callo, pero hace tiempo que no me cuentas nada sobre ti —

— Te contaré cosas cuando quiera contarlas, ahora, digamos que no es el mejor momento — contestó. Thomas se dio la vuelta y dejó de inclinarse al darse cuenta que la profesora le había llamado la atención y toda la clase se había dado la vuelta para mirar cómo hablaban.

Ella hizo caso omiso de su respuesta y continuó con la explicación, él sacó un cuaderno y un lápiz y se puso a dibujar. Pasaron las clases hasta la hora del descanso, todos bajaron al patio a hablar y descansar de las clases, pero él en vez de bajar por las escaleras, siguió todo recto, giro a la derecha pasando por el pasillo de profesores, suerte que no había nadie, ya que ese pasillo estaba prohibido, volvió a girar a la derecha y continuó todo recto hacia la biblioteca, abrió la puerta en silencio y la cerró procurando no hacer ruido, al entrar vio a la bibliotecaria, observando de vez en cuando a los alumnos para que no hiciesen ruido, la sala era grande, llena de ventanales enormes que daban al patio y a las afueras de la ciudad, estaba todo lleno de mesas y sillas, pero al mismo tiempo estaba prácticamente vacío, solo había dos personas aparte de él, una chica en una de las esquinas de la habitación, se pasaba todo el tiempo ahí metida estudiando o lo que quiera que hiciese, y un chico, tumbado en uno de los sillones durmiendo o descansando, él se sentó en una de las mesas que daban al patio, puso la mochila encima de la mesa, la bibliotecaria le mandó callar por hacer ruido al dar el golpe.

— Perdón — dijo este al oír las peticiones de silencio de la monitora. Sacó un cuadernillo pequeño, lápiz y goma, y se puso a dibujar. A los minutos se cansó y sacó un libro de su mochila, se trataba de amor, dos personas que se amaban, pero no podían verse, su amor era imposible: <<Él la amaba con toda su alma... — leía —... pero no podía verla, sino su padre le mataría, pero su amor, era verdadero>> al leer eso, levantó la mirada hacia la ventana, y la encontró a ella, hablando con sus amigas, y riendo, estaba de espaldas a él, pero pudo reconocerla, era imposible no reconocerla, su pelo, su cara perfecta, nariz, sus labios, todo eso la hacía maravillosa e irreconocible, estuvo mirándola encorvado durante un buen rato, hasta que sonó la campana, indicando que la felicidad se había acabado y tenían que volver a clase, puso todo dentro de la mochila, y se colgó de los hombros esta misma, se despidió de la bibliotecaria con un gesto amable a la que ella respondió con un mal mirar de ojos y salió con prisa hacia su clase.

Mientras corría hacia su clase, se encontró de frente con ella, que subía las escaleras, él cambió de rumbo, y torció a la izquierda, se encontró con que el pasillo por el que tenía que pasar si no quería encontrarse con ella, era el pasillo de los profesores, no lo pensó una segunda vez y cruzó rápido, pero silenciosos, consiguió llegar a la mitad de el pasillo sin que ningún profesor lo detecte, quedaba ya poco, solo faltaba pasar por delante de el despacho de uno de sus profesores más odiado, pasó por delante con rapidez, y lo hizo, ya estaba a salvo.

— Señor Dilen, que sorpresa, ¿Qué hace usted aquí?— una voz proveniente de detrás le hizo pararse en seco, no se dio la vuelta, y contestó.

— Vengo de hablar con la profesora Laidhart— mintió él.

— Que casualidad, justo estábamos hablando de tus notas — una mujer alta, rubia y con la espalda recta salió del despacho. Él puso cara de depresión, miro al suelo y dijo con tono despreocupado y pasante:

— ¿Cuando? —

— El martes, a las cinco en mi despacho —

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 07, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

1 RelatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora