1. LOS NIÑOS QUE SOBREVIVIERON...

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Megan y Harry Potter, dos hermanos mellizos estaban en una canasta tapados con mantas hasta el cuello y rodeaban sus cabezas manteniéndolos calentitos. Sobre ellos había una carta para la tía de esos dos niños. De repente, la puerta de la casa de los Dursley se abrió y una mujer, llamada Petunia, los miró sorprendida. Tomo el sobre y lo leyó. La carta comunicaba que su hermana había fallecido en las últimas horas. Lily y James Potter, padres de los mellizos, habían muerto. Es decir, esos dos niños eran... huérfanos.

Por unos segundos, la señora Dursley, dudo en darlos en adopción pero, al ver a los dos niños, no solo los vio a ellos, vio a su difunta hermana con la que no hablaba por un desacuerdo que habían tenido. Entonces, la tía de esos dos pobres bebes, de apenas un año, que habían perdido a sus padres recientemente, decidió cuidarlos, aunque nunca los aceptó demasiado en su familia. Ella y su esposo Vernon, que también menospreciaba a esos dos niños, tenían un hijo llamado Dudley.

Dudley era idéntico a sus padres, salvo, por supuesto, que su actitud era solo un poco más infantil y se divertía haciéndole la vida imposible para sus primos. Con el paso de los años se volvía más insoportable y parecido a un chancho o un cerdo. Era maleducado, bruto, desordenado, obeso e irritante.

[...]

Habían pasado casi diez años desde esa noche en la que los niños fueron a vivir a la casa de sus tíos. Sin embargo, su desprecio hacia ellos era el mismo. Ni siquiera les dieron un cuarto decente. Dormían en un pequeño armario debajo de su escalera y por supuesto cada vez que su primo bajaba saltaba o bien para despertarlos si dormían o solo para molestarlos. Con el paso del tiempo los niños se irritaban cada vez más. Su primo realmente los volvía locos. Si a ellos les gustaba una comida él la tomaba primero. No porque fuera rica, podría ser para él desagradable pero él la tomaba con el afán de hacerlos enojar.

Si bien eran mellizos no se parecían en nada físicamente. Megan era pelirroja, erguida y de ojos marrones. Su cabello no era muy largo y tenía unos bucles en la parte final. Su hermano Harry, en cambio, tenía su cabello color marrón oscuro, despeinado, usaba lentes y casi siempre iba algo encorvado. Él tenía unos ojos verdes, que según su tía los heredó de Lily, la madre. Lo único que tenían en común era una cicatriz en forma de rayo, aunque ¡ni siquiera la tenían en el mismo lugar! Harry la tenía en su frente y Megan la tenía arriba de su tobillo derecho.

Aun sin compartir cualidades físicas, compartían cualidades psicológicas. Ambos se enojaban por las mismas cosas aunque no les gustaba mucho llamar la atención. Ambos se amaban mutuamente y hacían cosas por el otro. O recibían castigos de cosas que no habían hecho, es decir, aceptaban la culpa cuando eran inocentes o se cuidaban mutuamente para asegurarse de que a su mellizo no le pasara nada. Ambos morirían por el otro.

Cabe aclarar que, en general, la culpa que aceptaban raramente tenía explicación alguna. Una vez a Harry su tía lo rapó ya que su pelo la molestaba, porque decía que estaba muy desprolijo y solo le dejo el flequillo diciendo que era para que le tape la horrible cicatriz que tenía en la frente. En la desesperación de Harry, se encerró en el armario, debajo de la escalera, y al día siguiente su pelo estaba igual que siempre, desprolijo, enredado, etc. Megan, en cambio, rompió una vasija con su mirada a tres metros de distancia cuando sus tíos les echaban la culpa sobre algo que no habían hecho. Fue increíble, todos los cuadros temblaban pero ni bien cerró los puños y aparto la mirada de sus tutores y se fijó en la vasija, esta estalló en más de mil pedazos. Por si fuera poco los culparon a ambos y los dejaron una semana sin comer.

Más cosas de ese estilo pasaban en esa casa, bueno no solo en la casa...

- ¡¡ARRIBA!! – gritó su tía para luego escucharse unos golpes muy fuertes en la puerta.

Los niños se despertaron sobresaltados sin saber dónde estaban. Poco a poco iban recobrando la conciencia. Ambos se dijeron que era tan importante ese día, luego, recordaron el cumpleaños de su detestable primo.

- ¿Estás bien? – preguntó Harry a Megan.

- Si, gracias, ¿y vos? – dijo Megan.

- Perfecto – respondió Harry – hermanita, ¿viste mis lentes?

- Si Harry, acá están – respondió Megan y luego le entregó los lentes a Harry.

Ambos salieron y se pusieron a hacer lo que Tía Petunia les pedía pues si no lo hacían los iban a retar y ellos no querían. Mientras cocinaban, ponían la mesa y servían el agua en los vasos, preparaban los platos, servían la comida, etc. Pero lo que no podían creer es que mientras ellos hacían todo lo que le pedían, su primo contaba sus regalos... sí, estaba contando sus regalos...

- treinta y seis – dijo Dudley o, en otras palabras el cerdo – eso es dos menos que el año pasado...

- querido no contaste el regalo de Tía Marge que está abajo del gran regalo de mami y papi...

- entonces son treinta y siete – dijo Dudley y luego se puso rojo de la ira.

- cariño que dices si, cuando salimos, te compramos dos regalos más – dijo su mamá rápidamente para evitar que su hijo se ponga mal en su cumpleaños.

<< Patético - dijo Megan telepáticamente a Harry - no pueden controlar a su propio hijo>>

<< Tenés razón, además son treinta y siete regalos no sé porque se queja, a nosotros apenas nos dan uno y es usado... - respondió Harry. >>

Los mellizos dejaron de hablar para oír lo que decía su primo...

- Entonces serían treinta y... treinta y... - Dudley había perdido la cuenta de los regalos.

- treinta y nueve, dulzura – respondió su madre

<< Ni siquiera sabe contar, por favor, es más que patético – declaró Megan – ¡Rescátennos!>>

Harry intentó oprimir una sonrisa, pero no pudo.

Vernon los miró mal pensaba que estaban tramando algo. Los chicos se quedaron callados y quietos...

Algo que no sabían los Dursley era que Harry y Megan podían hablar telepáticamente. Creían que era común entre mellizos o gemelos, pero, por las dudas, no dijeron nada.

- Además, vamos a ir al zoológico y vas a poder ver a tus animales favoritos... - Petunia fue interrumpida por un ruido.

Era el teléfono sonando y Petunia contestó.

- Oh no...  

el tiempo define todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora