❣⚜│EL INICIO

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Cuando se enteraban de ella, todo el mundo se hacía la misma pregunta: ¿Cómo era posible que Ayleen, una semidiosa, fuera hija de dos dioses?

La respuesta era más simple de lo que parecía. No era hija biológica de Hera. Pero la pregunta que seguía era aún más desconcertante: ¿Cómo podía una hija de Zeus ser amada por Hera?

Sí, era cierto. Y sí, aquello sorprendía a todos los que escuchaban la historia.

Quizás habría que empezar desde el principio...

Ayleen Swan era hija de Zeus, el Rey del Olimpo, y Renée Swan, una mujer mortal. Como solía suceder con los dioses, Zeus desapareció tras estar con su madre, dejando tras de sí solo la confesión de Renée de que estaba embarazada.

Cuando Ayleen nació, Renée convenció a su esposo, Charlie Swan, de que la niña era su hija. Pero él tenía dudas. Los ojos de Ayleen eran de un azul cielo tan intenso que a veces brillaban como electricidad pura, algo muy diferente a los ojos marrones de él. Su cabello era castaño claro, casi rubio, mientras que el suyo era negro. A pesar de estas diferencias, el amor que Charlie sentía por Renée lo llevó a aceptar a la niña como suya.

Los Swan ya tenían otra hija, Isabella, seis años mayor que Ayleen.

Desde el primer día, Renée trató a Ayleen con crueldad. Pero decir que la trataba "mal" era quedarse corto. Renée parecía descargar toda su frustración y odio en la pequeña, mientras que Isabella, o Bella como le llamaban cariñosamente, siempre fue la favorita. Ayleen adoraba a su hermana mayor y quería ser como ella. Durante un tiempo, Bella la defendía de los ataques de su madre, siendo su heroína. Pero algo cambió cuando Ayleen cumplió dos años. Bella, de repente, se volvió fría y cruel, uniéndose a su madre para hacerle la vida imposible. A veces, Ayleen se preguntaba cómo habría sido su vida si su hermana hubiera seguido siendo esa figura protectora que tanto admiraba.

El maltrato no tardó en escalar. Isabella comenzó tirando a su hermanita de la silla de bebé, riéndose mientras la veía llorar en el suelo. Cuando le tocaba cuidar de ella, ni siquiera se molestaba en alimentarla, y luego, cuando Ayleen comenzó a caminar, Bella se divertía empujándola solo para ver cómo caía. Pero pronto no fue suficiente, y los empujones se convirtieron en golpes.

Renée, por su parte, le gritaba por las razones más insignificantes. Ayleen apenas era un bebé cuando su madre la reprendía por cosas tan simples como babear o dejar caer un juguete. Los gritos siempre la hacían llorar, lo que solo empeoraba la situación. Renée se ponía histérica, y Bella no tardaba en unirse a su madre en su ataque de rabia. Solo Charlie conseguía calmar a la pequeña, pero su trabajo como jefe de policía lo mantenía fuera de casa la mayor parte del tiempo.

A los dos años, Ayleen ya había aprendido que hablar o hacer cualquier cosa que molestara a su madre o a su hermana significaba recibir una bofetada, o algo peor. Renée la había obligado a caminar desde los diez meses, y las expectativas que tenía para su hija eran cruelmente altas. Charlie intentaba protegerla cuando podía, pero su presencia en casa era escasa, lo que dejaba a Ayleen a merced de Renée e Isabella.

Para cuando cumplió cuatro años, Ayleen ya se había convertido en la sirvienta de la casa. Si Renée o Isabella querían algo, Ayleen tenía que correr a traerlo. Si cometía un error, recibía un golpe. A veces, los castigos eran tan severos que perdía la cuenta. Renée había encontrado una forma cruel de "educarla," usando su creatividad para inventar castigos que iban desde obligarla a hacer las tareas del hogar, como lavar la ropa o cocinar, hasta horas de golpes, gritos e incluso cortes. Todo por culpa de Isabella, la hermana que Ayleen una vez había idolatrado.

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