Capítulo 24✒️

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Compañía

Severus no fue a desayunar esa mañana siguiente, no podía arriesgarse a ver ni a Hermione ni a Vance... simplemente no podía. Severus sabía que había cometido un error al confiar en ella ahora, y ni siquiera se atrevía a culpar a su propia persona cuando se había enterado por Mathis de que ella había perseguido a otro mago. No, si así lo quería Hermione, podía hacerlo... pero no a él. Ya había pasado por suficiente, y si Hermione no tenía interés en él, que así fuera.

Sin embargo, la frustración de Severus sólo hizo que su trabajo fuera mucho más fácil. No había distracción, ni pensamientos lejanos de todos ellos jugando a la familia feliz con Félix. No, todos sus sueños habían sido aplastados por esa mujer, y eso le dejaba la mente completamente vacía para trabajar en pociones para el ministerio y trabajar para el colegio. A las ocho de la tarde ya estaba todo listo para ese día, y llamó a un elfo de la casa para que le trajera la cena y un poco de whisky de fuego cuando por fin se le abrió el apetito.

Severus no tenía ninguna idea de lo que había pasado. No había nada que pudiera poner en duda sobre lo que había ocurrido y para él eso hacía que le doliera más. Quería creer cualquier historia que ella se hubiera inventado para intentar volver a su vida, pero Severus debería haber sabido desde el primer momento que su absoluta devoción era una mentira. Nadie podría amar a un murciélago de las mazmorras como él, ¿por qué habrían de hacerlo?

Además, Vance ya le había contado lo que había pasado, y no había razón para cuestionar a un profesor tan honorable. Los alumnos parecían gustarle y, por suerte, eso significaba que sus notas se mantendrían y Draco podría volver al año siguiente con facilidad.

Sólo esperaba, más allá de toda esperanza, que a Luna le fuera bien, porque si no, perdería otro profesor, y la carga de trabajo que tenía significaba que Severus no podía permitirse el lujo de intentar buscar una contratación permanente. Además, Draco sería un desastre si Luna pasaba a mejor vida, y ¿quién sería el que lidiaría con semejante pérdida? Él -y luego los tercios masculinos del Trío de Oro- es quien se encargaría de ello. Dicho esto, sabía que Draco estaba haciendo todo lo posible por ayudar a su bruja, que parecía estar un poco mejor en ese momento, pero la rubia seguía en cama.

Se escuchó un golpe a su despacho mientras se recostaba en su silla y daba un sorbo a un whisky de fuego que había quedado de la cena. Le dolía la espalda por la posición, por la forma en que casi se resbalaba del gran mueble, pero no se atrevía a preocuparse. Su túnica no estaba abotonada, y la camisa blanca que llevaba bajo una plétora de negro estaba expuesta a simple vista.

Levantando la varita, Severus intentó averiguar quién era el intruso en su enfurruñamiento. Olvidando el hechizo, simplemente gruñó la pregunta.

"¿Quién es?"

"Es Gilda, Sev".

Severus cerró los ojos y encontró la cerradura abierta, permitiéndole entrar en su mundo agotado.

"Son casi las nueve, ¿por qué sigues en tu escritorio?" Le preguntó suavemente, empujando su pelo corto y rubio detrás de la oreja.

"Suenas como si no lo supieras", dijo Severus y devolvió de golpe el whisky en su vaso, echando más en él para que no se acabara y tal vez tamizara algo más de dolor.

"Sé un poco, claro", dijo ella con su acento americano, alzándose en una silla frente a él.

"¿Y cuál fue su versión de la historia?"

 𝑷𝒓𝒐𝒇𝒆𝒔𝒐𝒓 〰 𝑺𝒆𝒗𝒎𝒊𝒐𝒏𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora