Capítulo • II [editado]

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Llegando al los pasillos de la Salesian's vemos a Bruno.
Al alto y musculoso Bruno Gatti, mitad de la escuela se muere por él. Claro es muy guapo y popular sin nombrar que es el capitán del equipo de fútbol. Su color de piel canela y su cabello enchinadito puede traer babeando a la que él quisiera. Pero tiene todo su tiempo y corazón para mi, su mejor amiga.

-¡Pero miren a estas hermosas diosas que tengo de amigas!- dice Bruno acercándose a nosotras con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Hola bombón gigante!- dice Ester sin darse cuenta de que lo que ha dicho no fue en su subconsciente.

-¿Bombón gigante? Diablos señorita cuida tus palabras, recuerda que la loca siempre está cerca.

Si, la novia de Bruno, Rubi. Desde es primer momento nunca me cayó bien esa chica, es hermosa, pero su personalidad, falta de empatía y toxicidad la hacen ver cómo una loca.

-Listo, basta de bombones gigantes y de locas, vamos a clase que se nos va a hacer tarde y saben que como primer día de clases tendremos que tener una buena "impresión" así sea el último año.

Esperando a que llegue el profesor hablamos sobre cómo nos fue en vacaciones y que queremos estudiar al terminar el colegio.








[~.]
Terminando clases como es de costumbre Bruno, Ester y yo vamos a pasar el resto de la tarde viendo películas o nadar en la piscina de mi casa. Pero nos encontramos con la sorpresa que... ¡tengo vecinos nuevos!

-¿Se están mudando? ¿O son vecinos nuevos?- dice Bruno.

Nos acercamos cada vez más hasta estar en mi casa con vista al frente, observando cómo una nueva familia se muda al vecindario.

-Se los ve agradables y buena gente, ¿será que vamos a darle la bienvenida?- recalca con alegría Ester.

-Nada perdemos, vamos.

Al cruzar la calle vemos a lo lejos a cuatro personas, para ser exactos una pareja y dos hermanos, sin darme cuenta que en ese momento quedé encantada con el chico alto de piel pálida, su cabello oscuro un poco despeinado pero, sus ojos, esos bellos ojos café mierda que con solo una mirada me hechizaron de pies a cabeza, los cuales dudo poder sacármelos de mi cabeza.

Volviendo a la vida real por culpa de un empujón de Bruno, pero que a la vez fue mi salvación de que un carro pasara por encima mío y acabe como el personaje del libro de Flor.
Ya en la otra cuadra frente a la familia que recién se acaba de mudar nos atrevemos a decir la típica frase:
-Hey hola, nos dimos cuenta que son nuevos por aquí y pasábamos a darles la bienvenida.

-Hola chicos, si acabamos de mudarnos esta mañana y han pasado varias personas del vecindario pero ninguno se nos ha acercado a hablar.

-Oh! Si, aveces la gente pasa metida en sus cosas y se les olvida qué hay gente alrededor pero me alegra saber que somos los primeros, y una disculpa por no habernos presentado ella es Nafia, Ester -alzamos las manos como saludo- y yo soy Bruno.

-¡Que lindos nombres! Mi nombre es María, María de Ledezma. El es mi esposo Guillermo, estos son mis hijos, Augusto y Aleexer.

-Hola familia Ledezma...

Y así estuvimos un largo tiempo, nos invitaron a pasar a su casa y aprovechamos para ayudarlos a desempacar sus cosas, se veía que necesitaban 10 manos extras por las mil y un cosas que tenían en varias cajas.

- Y que les hizo cambiar de opinión al vivir en Los Estados Unidos al pueblo de Seattle?

-Que buena pregunta hmm... Ester si, la tranquilidad y el hecho que mi esposo dejó su compañía a cargo de su mano derecha para poder disfrutar el último año con Augusto cerca de nosotros.

El día que lo conocí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora