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NIKOVA

Tokio, Japón

Las luces de colores eclipsan la pista a mi alrededor, las conversaciones se suceden entre alcohol y balbuceos incongruentes. Mientras, mis pasos son seguros cuando me acerco a la pista con unos tacones de más de doce centímetros resonando s cada paso como un eco de mi fuerza vital.

No llevo más atuendo que un modelo de lencería con brillantes que resalta el bronceado natural de mi piel, herencia de mamá y su rama turca.

Desde luego, llamar la atención de estos hombres no será difícil.

Mi mirada se desvía a las dos en punto, donde Natasha mantiene entretenidos al par de seguridad de mi objetivo. No es para menos, ya que aquí escasean las bellezas nórdicas que no formen parte de la trata de blanca.

Mi compañera me guiña el ojo, asegurándome que es momento de actuar y hacer el mejor papel de mi vida si quiero salir viva de esta, ya que me he colado en el club con una falsa identidad y un trabajo cutre de stripper.

Mis manos se deslizan por el tubo cuando remplazo a Aiko: llevo más de dos jodidas semanas de infiltrada y a pesar de haber sido entrenada para el baile de barra, es extenuante y aburrido; Natasha ha tenido suerte esta vez.

He estudiado con ahínco a mi objetivo: Hiro Kitamura. Un hombre en la flor de la vida con la máscara de gran empresario de prestigio cuando en realidad se lleva miles de dólares a través de los negocios sucios como la trata de blancas, el blanqueo y el robo de diamantes.

Toda una joyita...

En la Academia somos entrenados no solo para ser soldados, sino también armas de seducción irresistibles; además de saber coger un rifle aprendemos como captar la atención de un hombre incluso sin ser de su interés.

Mi cuerpo comienza a moverse al magnético ritmo de la música mientras mis manos se deslizan con sensualidad alrededor del tubo. Comienzo a hacer piruetas sencillas que llaman la atención de mi objetivo, sentado en un sofá con forma de U mientras degusta una copa de whisky más caro que mi tanga: odio las cosas baratas.

Nuestras miradas se encuentran y yo le muestro una media sonrisa camuflada por las luces de colores. Esto es como jugar al gato y al ratón: una vez que he llamado su atención debo mantener el embrujo con los gestos coquetos de mis manos y el movimiento de mi cabello.

Me mojo los labios y contoneo el trasero, bajando hasta que las puntas de mis dedos tocan el suelo. Los billetes vuelan alrededor de mis pies y los clientes no me pierden de vista, incluso Hiro, —al que ya he visto revolverse—, incómodo a causa de la erección que no puede contener en los pantalones de vestir.

Ya es mío.

Esta vez me tomo la libertad de bajar de la palestra y caminar con sensualidad hacia mi objetivo. Hiro no le quita los ojos a mis tetas y caderas, hasta que apoyo el pie entre el hueco de sus piernas y le muestro mi cadera derecha.

Hiro ladea la cabeza con gesto interesante y me mete un par de yenes en la goma del tanga. Sus pupilas están dilatadas y sus mejillas coloradas lo que significa que lleva una considerable ingesta de alcohol en el organismo.

Le doy un toque en la barbilla con el índice y le sonrío con dulzura.

Dārin, anatatowatashi wa hitori de ikimasen ka?* —« ¿Qué te parece si nos vamos tú y yo a solas, cariño?, le pregunto en su idioma.

Y no se lo piensa dos veces cuando contesta:

Watashi wa anata ga watashi o tsurete iku tokoro ni ikimasu, utsukushi-sa.* —« Iré a donde tú me lleves, belleza.»

INQUEBRANTABLE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora