Luz Delito.

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"'¿Qué tal?' Dijo el hombre rutinario.
'Mírala a la muchacha cómo besa su rosario'
Mira al Cielo y suspira sus rezos diarios,
pero se ve que Dios no escucha los de su barrio"

"'¿Qué tal? Salí a fumar a tu vereda'
Tenés cara de asco porque la verdad te altera,
tenés un perro feo, unos ojos de madera
y el alma igual al maniquí que mira en la vidriera"

Ir a tu casa.

Algo normal en mi rutina.

Solía ir, al menos, cuatro de los siete días de la semana. Vos también venías a mi departamento, era una semana en la casa de uno y la otra en la del otro. Los Domingos había asado familiar entre nuestras familias.

He de admitir que me encantaba ver a Catherine, tu mamá, hablando con mi madre y a mi padre hablando con Abian, tu padre, como sí fueran mejores amigos de toda la vida. Me encantaba ver a Martín y a Ania tocando lo poco que habían aprendido de bateria gracias a mí y a mi hermano.

Tu familia y la mía siempre tuvieron armonía.

Ambos veníamos de una familia de artistas, se nos hizo bastante fácil conectar porque teníamos casi la misma experiencia con la televisión y los escenarios.

Pero tus vecinos eran una mierda.

Todos me caían mal.

Bueno, los que vivían al lado y enfrente me caían para el orto.

Vos no tenés la culpa de tener vecinos rompehuevos que sólo saben hablar de lo mucho que aman a Dios.

Tal vez sí tenías la culpa de tener un novio como yo; ateo e impaciente.

Hubo una vez que discutimos, fue la primera pelea fuerte que tuvimos en todo el primer año de relación. No me acuerdo bien por qué, pero creo que yo me puse celoso de andá a saber quién y vos te enojaste. No estoy seguro igual, estoy mandando fruta.

El punto es que en vez de salir a fumar a tu patio, crucé para la vereda de enfrente y me senté en el cordón. Olvidándome completamente que el viejo verde que vive enfrente de tu casa me odia.

Y es que yo también lo odio.

Hace la misma rutina, todos los días, y no me digas que no porque me di cuenta. Es religioso, como vos, pero es un pelotudo irremediable este. Vos no hablás de la religión todo el tiempo, no intentas que los demás crean en tu Dios, pero ése viejo de mierda sí. Siempre que nos cruzábamos me decía algo de Dios o de Jesús o de andá a saber quién, capaz me decía eso porque me vió la cara de no creer en ésas cosas.

Estaba en el cordón, mirando tu casa y saqué un porrito para fumar. Él salió exactamente a las seis de la mañana con un traje negro impecable, tenía una cara de asco increíblemente graciosa cuando me vió fumando y me dijo que le hacía mal que un joven como yo con tanto futuro por delante se estuviera arruinando la vida así, que sí yo siguiera la palabra sagrada de Dios no sería así y no sé qué.

Al rato me empezó a sacar charla. Me dijo que cómo estaba y yo no le contesté, entonces me señaló a la chica que estaba caminando por la cuadra, estaba besando un Rosario rojo. Noté que miraba al cielo y suspiraba algo. Cuando se fue la reconocí, era la chica que vivía en la esquina, la que me dijiste que la madre tenía un tumor dañino en el pulmón a causa del cigarro. Me imaginé que lo que le estaba susurrando al Cielo era más tiempo para su mamá, a la semana, la doña murió.

Caravana | WosplikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora