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La brisa de primavera entraba por los orificios de la puerta de madera de la casa de los Anereus. Dentro, Ammelda, la madre, preparaba caldo con el último pollo que les quedaba, mientras Britornes, la hija mayor, se encaramaba sobre un abrigo de lana, que que remendaba asiduamente.

La puerta se abrió con el golpe del pequeño Thomas, y tras él, una ráfaga de viento levantó el polvo en la precaria habitación que los tres vivían a duras penas.

- ¡Hermana, hermana! Mira que me han dado, léemelo, por favor.- Dijo el niño, mostrando un panfleto bastante vistoso.

Britornes colocó el abrigo de lana en una silla, y con dificultad, se propuso a leer el panfleto.

«Pasen, vengan, a observar las maravillas del circo ambulante.

Tragadores de fuego, malabaristas, temerarios y fenómenos de la naturaleza.

Pasen y vengan, única noche en la ciudad».

- Parece que un circo ambulante ha llegado a la ciudad.- Dijo la hermana mayor.

- ¡Madre! ¿Podríamos ir?- Inquirió el más joven.

La madre, con poca expresividad, sacudió la cabeza, y prosiguió con su cometido.

- Supongo que será bastante caro.- Suspiró Thomas, resignado.

- Pero madre, aquí dice que no hemos de pagar entrada.- Dijo Britornes, con la mirada hundida aún en el panfleto.

Ammelda, aún renuente, no expresó palabra alguna, gesto que sus hijos supieron entender. Britornes sonrió y le dedicó un guiño a su hermano menor, que éste supo deducir como presagio de una jugada sublime.

- Madre, si preparara pan, como solo usted sabe hacerlo, podríamos ir y venderlos a los paseantes.- Dijo en un tono seductor, como un demonio tentador que convence a alguien de vender su alma.

Ante las palabras de su hija, Ammelda levantó su cabeza, por primera vez en la corta conversación. Miró hacia un lado, y verificó visualmente que tuviese suficiente de todos los ingredientes.

- Está bien, hijos míos, pero no han de olvidar a qué irán.

Ambos niños intercambiaron miradas victoriosas, mientras su madre proseguía en su labor.

- Será en dos días, sobre la octava campanada.- Explicó Britornes. Su madre asintió.

El Circo de las BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora