Capitulo 1.1: Día de Reclutamiento

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La mañana llega al pueblo Brianto. El pequeño Arél dormía plácidamente en su cama mientras que su padre ya estaba en pie preparando todo para salir. En el pueblo, los soldados se despedían los unos de otros, después de una larga vigilia y se dirigieron a sus respectivos hogares. Todo apuntaba a ser un día normal. Oxis se preparaba para salir y puso en su cintura una bolsa que contenía una pequeña arma, ante una eventual amenaza. Ya terminado, se dirigió al cuarto de su hijo para despertarlo, pero antes de entrar escuchó un susurro proveniente de su propia recamara; era Johaven, que le llamaba mientras estaba sentada en su cama, -¿Qué sucede, amor? ¿Tuviste otra pesadilla?- dijo Oxis con un tono suave y amoroso. Johaven puso su mano sobre la de su esposo y le dijo con tono de suplica: -Por favor, no lleves a nuestro hijo a reclutarse, no quiero que lo destruyan-. Oxis respondió mientras colocaba su otra mano sobre la de ella: -Sabes que es nuestra obligación llevarlo, todos los niños a ésta edad deben entrar a la academia; además ayer se mostró muy ansioso por ingresar, ¿recuerdas? No le quitemos esa ilusión-.  Johaven retiró su mano que abrazaba a su marido y con un beso se despidió de él. Luego se acomodó para seguir durmiendo, pero con el corazón lleno de angustia. Oxis al ver su aflicción, sólo continuó su camino hacia el cuarto de su hijo.

Al abrir la puerta, Arél ya se había despertado y con el pijama puesto miraba por la ventana el amanecer. El niño sintió que su padre entraba y con una expresión alegre y aún somnoliento, se sentó en su cama para que su papá lo ayudara a vestir. Oxis lo tomó en sus brazos y le dijo mientras caminaban hacia el baño: -¿Listo para tu primer día?- , Arél asentía con la cabeza mientras se refregaba los ojos, y preguntó en voz baja: -¿Mamá vendrá con nosotros?-, su padre sólo respondió mientras abría la puerta del baño: -Ella y yo tenemos muchas cosas que hacer hoy, pero la verás al final del día-,. Con aquellas palabras, el niño se sumergió en la ducha que su papá le preparó. Cuando Oxis terminó de darle el baño a su hijo lo llevó a su cuarto y rápidamente lo preparó para salir al evento. Ya dejando el cuarto, Arél tira de la mano de su padre señalando que quiere despedirse de su madre antes de partir, pero Oxis sólo le respondió negando con la cabeza mientras bajaban las escaleras. Salieron de la casa y Arél sintió el frio viento de la mañana; Oxis miró como su hijo comenzaba a saltar de alegría por iniciar lo que el sentía que sería una aventura. Arél le dijo de forma acelerada: -¡Vamos papá! ¡llegaremos tarde!-, al instante el niño comenzó a correr colina abajo. Antes de seguir al niño, Oxis miró el horizonte por donde ya se dejaban ver los primeros rayos de sol, respiró hondo y continuó su camino.

Ya en la ciudad Brianto, Arél corría por el lugar con una evidente emoción; los soldados que iniciaban la guardia diurna miraban al pequeño sin preocuparse de que aparentaba estar solo, porque sabían que era día de reclutamiento . Oxis seguía en todo momento a su hijo con un paso acelerado casi en trote, hasta que por fin llegaron a las puertas de la academia. Arél estaba parado frente a ella con sus grandes ojos azules llenos de asombro por la gran estructura que estaba en frente de él, miraba a los demás niños despidiéndose de sus padres y entrando a la academia. Oxis se agachó, volteó suavemente a su hijo y le dijo: - Aquí estamos, la gran academia de soldados ¿Tienes miedo hijo?-, el pequeño negó con la cabeza y esbozó una gran sonrisa para su padre y le dijo: - Pues ve, entra, los demás niños ya están reunidos-. El niño comenzó a correr entusiasmado, pero antes de irse, se devolvió y abrazó fuertemente a su padre. Arél continuó y entró a la gigantesca estructura que cobijaba a la academia. El niño caminó por los pasillos hasta llegar al pórtico de la entrada y se reunió con los otros chicos que ingresarían junto con él. Arél intentó mirar a su padre, pero la cantidad de niños que lo empujaban hacia adentro, vagamente logró ver la mano de éste haciendo señas de despedida.

 Arél estaba asustado por el desafío militar que recién comenzaba y claramente no entendía a cabalidad, pero también le asustaba la ausencia de sus padres. En ese mismo momento se abrió una gran puerta de madera, que al chico llenó de curiosidad. Esa puerta los llevaba a un campo abierto donde se haría la ceremonia de bienvenida a los nuevos reclutas. Arél miraba a las personas que los esperaban; no eran personas comunes, más bien lucían como veteranos de guerras milenarias. Una de esas persona se acercó a un podio que se encontraba en medio de éste lugar, se paró firmemente y comenzó a decir con una voz estruendosa: - Buenos días pequeños, mi nombre es Dregio, soy el director y fundador de la academia de guerreros del pueblo. Aquí van a aprender todo tipo de tácticas de guerra, aprenderán a usar todas las armas que nuestra academia maneja; serán hombres valerosos y fuertes; aprenderán a amar a éste pueblo como aman a los suyos. Aprenderemos el trabajo en equipo y la lealtad con los pares. A continuación mis colegas y yo los guiaremos a las aulas donde les haremos unas pequeñas preguntas para comenzar a conocernos, ¿Entendido?-. Mientras Dregio hablaba,  miraba a los niños pasar frente a él y sus ojos se posaron particularmente en Arél, que por un segundo se formaba en su mente una imagen de alguien que le resultaba familiar, recordó a Oxis, con quien tuvo varios encuentros en el pasado y no precisamente amigables. Sin darle tanta importancia, Dregio señaló a los demás profesores para ayudar con el traslado de los reclutas. Los niños aún se encontraban en el centro del lugar mientras que cuatro profesores encabezaban el grupo, junto a Dregio. El grupo comenzó a ser guiado hacia un sendero de tierra que se dirigía al interior de un pequeño bosque. Durante la caminata, Arél se tropezó con la raíz de un árbol cercano y cayó al suelo. Al verse atorado en dicha raíz e incapaz de liberarse por si solo, intentó pedir ayuda, pero el grupo de niños y profesores ya habían avanzado demasiado sin notar su ausencia. Arél gritó pidiendo ayuda pero su voz no fue oída por nadie. De repente, apareció una niña por detrás quien notó la situación, la jovencita dijo amablemente: -Oye, ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? ¿Estás bien?-, el niño negó con la cabeza. La pequeña notó que el pie del niño estaba atascado en la raíz del árbol y lo intentó ayudar. Agarró la raíz y con mucha fuerza logró levantarla solo un poco, lo suficiente para que Arél se liberara. Mientras el niño masajeaba su pie del dolor que le causó tal situación y con lágrimas aún en los ojos, agradeció la ayuda. Arél se sacudía el polvo de su ropa mientras la pequeña decía:- Tienes que tener más cuidado por donde andas-, el chico respondió con una voz llorosa: -No vi las raíces, lo siento-. La niña contesta de forma alegre: -No importa, me llamo Lily, ¿Cómo te llamas tú?-, el niño iba a responder pero fue interrumpido por un profesor que se devolvió a buscarlos; Lily se sumó al viaje y tomó la mano de Arél.

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