Cinco

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Q U I  N T O M E S

—Alec —el nombrado ni se había movido—, Alec, ¡Alexander! 

El pelinegro pegó un salto y abrió los ojos, asustado. 

—¿Qué, qué pasa? ¿Estás bien, bebé, que te duele? 

—Alec, cálmate —Magnus quitó las desesperadas manos impropias de su cuerpo, Alec le estaba tocando, buscando posibles heridas desde los hombros hasta la cadera, y fuese seguido de no ser por el moreno que lo detuvo—, estamos bien —le calmó—. Te llamé por otra cosa... 

—¿Que es? Mi cielo —preguntó más calmado, su cabello desordenado y viéndolo solo a través de un ojo, el único que podía mantener abierto debido al cansancio. 

—Es que... —el moreno bajó la vista hacia sus manos, donde jugaba con sus dedos—, tenemos hambre —puchereó.  

—Oh, eso —Alec sonrió—. En la cocina ...

—No hay lo que queremos en la cocina. 

—¿Y qué es lo que mis bebés quieren? 

—Queremos perro caliente —dijo, con un enorme puchero—, de nuestro lugar favorito, ¿sí? 

—Magnus, son las... —miró el reloj que estaba en la mesita de noche, a un lado de su cama—, 2:58 de la madrugada... ¿Seguro que quieres eso? Ese sitio no esta cerca y... —Magnus ya estaba haciendo puchero y hasta sus ojitos se aguaron—. Mírame, bebé. Iré, esta bien, no llores.

—Estás cansado y yo... —Magnus soltó algunas lágrimas que el pelinegro se dedicó a secar con delicadeza.

—Dije que esta bien, trataré de ir lo más rápido que pueda.

Solo cambió su camisa por una que tuviera manchas ni huecos y se puso unos zapatos deportivos.

—¿Estarán bien? —preguntó preocupado por dejarlos solos, Magnus asintió—. Llámame si pasa algo ¿ok? Cualquier cosa. 

—Si, si. Ve con cuidado, garbancito. 

—Lo haré. 






...






El pelinegro salió del edificio tiritando del frío, subió con rapidez a su carro y encendió la calefacción.

—Mucho mejor —susurró. 

Condujo por las calle, las cuales en su mayoría estaban vacías. Pasó frente a una tienda abierta las veinticuatro horas y decidió enviarle un mensaje a su esposo para ver si necesita o quería algo más. 

La respuesta fue inmediata.

De: Amor<3

<En realidad, si, un aguacate, guanabanas y una pumarosas> 


Treinta y cinco minutos más tarde ya se encontraba en el sitio, menos que solían trabajar hasta muy tarde, pues el lugar era bueno y tenían mucha clientela. Hizo su pedido y fue cuestión de minutos para que estuviera camino a su carro con el paquete en manos. 

Familia Lightwood-BaneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora