1.fotografia

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Samantha iba andando por el paseo marítimo de su pueblo natal, Beniarres. Como le gustaba hacer todas esas tardes en las que se le hacía imposible componer nada y la presión de sus jefes por o bien presentar algunos de sus poemas, o por musicalizarlos de una vez, se le hacía tan insoportable que le daban ganas de mandarlo todo a la mierda. Pero como sabía que no podía permitírselo optaba por relajarse, y no había mejor sitio que viendo a un lado la pequeña, pero bonita playa, y al otro lado uno de los seis bares de su pueblo, más concretamente, su favorito, y el que más frecuentaba, sobre todo en estas tardes de bloqueo mental, que últimamente no eran pocas.
Estaba a punto de conectarse los cascos para evadirse del mundo cuando escucho el flash de una cámara detrás suya, se giró extrañada ¿alguien le estaba tomando una foto? Así era, un chico estaba arrodillado detrás de ella, sujetando una cámara de color gris. Era castaño y con unos ojos marrones detrás de sus gafas de pasta, que, junto a su expresión de concentración maxima, le daban un aire de seriedad y sensualidad absoluta. Al darse cuenta de que la rubia se había girado y lo estaba observando subió la mirada, repasando sus largas piernas, sus caderas, su tronco, y luego, encontrarse con un par de esferas azules que lo miraban atónitas, con las cejas alzadas.
A Samantha esa inspección que había hecho de todo su cuerpo le resultó penetrante, como si la estuviera desnudando con la mirada, pero sin llegar a ser algo sucio o morboso.
En cambio Flavio, que ya llevaba rato observando como ella caminaba, le parecía que la suya era una belleza muy singular, con la cara llena de lunares y la parte de las piernas que su falda le dejaba ver, llena de tatuajes que se moría por repasar con sus dedos.

S: ¿m'has fet una foto? -hablo en valenciano, pues claro, estaba en su pueblo, era normal, pero el chico frunció el ceño dándole a entender que no había entendido nada y haciéndole a ella rodar los ojos- ¿que si me has hecho una foto? -volvió a preguntar, cada vez más molesta. Flavio se levanto, haciéndole esperar, cosa que no aguantaba y que empezaba a sacarla de quicio sin llevar más de diez segundos hablando. O bueno, hablando ella, porque el moreno aún no había abierto la boca, y cuando lo hizo por fin, Samantha sintió que sus piernas flaqueaban-

F: puede que si -aquella voz a la rubia le sonó más bien a terremoto, tanto, que se asustó y tubo que contenerse para no pegar un brinco de la impresión. El iba a girarse e irse, pero la chica no iba a dejarlo marchar con una foto, posiblemente de su culo-

S: oye oye, borra la foto -le exigió dando dos pasos hacia el, que ya había empezado a alegarse. Volteo su cuerpo sobre sus talones para mirarla aún con la cámara en las manos. Al sentirla más cerca pudo admirar todas su fracciones faciales, que se quedaron grabadas a fuego en su mente, sabiendo que no la volvería a ver pero que probablemente en llegar a su casa tendría tentaciones de dibujarla, porque realmente, le parecía demasiado guapa para existir, alguna imperfección física debía tener, y se había propuesto encontrarla, si no podía en este encuentro, tendría que pasarse las tardes en el paseo marítimo para verla caminar por el algún día-

F: no puedo, tendría que borrarlas todas y aquí tengo mucho material -dijo con naturalidad, señalando su cámara pero sin dejar de mirar hacia ella. Sus ojos se encontraron, entrelazando sus miradas, marrón y azul, tierra y mar, seriedad y locura se juntaron, haciéndoles entrar a los dos en trance por unos momentos, hasta que Samantha recordó que si se marchaba lo hacía con su foto y no iba a permitirlo-

S: pues enséñamela -esa era su última opción, ver la foto, comprobar que no saliesen ni su culo ni sus bragas y dejarlo ir con ella, al final, era un foto de espaldas, hacha sin permiso y por alguien a quien no conocía de nada, pero bueno, no estaba de humor para discutir, y menos con un chico que le hacía temblar sin despeinarse-

F: es analógica, no se puede -digo con una pequeña sonrisa burlona, sabiendo que eso le haría perder la paciencia, pero era verdad, no podía ni borrarla ni verla- a menos que la rebele en mi casa con el ordenador, si quieres puedes darme tu mail y te la mando- esa sugerencia no cumplía las condiciones de Samantha, ella quería ver la foto con el delante, para valorar si le hacía borrar todo lo que había en el carrete o si le dejaba quedársela porque no salía nada comprometido. Sin duda, mandándosela por mail no iba a conseguir que se deshiciese de ella-

Quédate hasta el día que lluevan pianos [one shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora