La casa se me caiga encima

39 8 2
                                    

La noche está más fría de lo usual. Me aferro a las sábanas en un intento desesperado de buscar protección. Aquí está él otra vez, puedo sentir su calor abrigándome una vez más.
– Te extrañé – le digo y aguardo su respuesta.
– Sabes que nunca me he ido  – besa mi frente y entierro mi cara en su pecho. Puedo sentir su perfume. Cuanto añoraba su fragancia, esa que inunda todas las habitaciones del apartamento, pero que necesitaba sentir desesperadamente.
– ¿Por qué tardaste tanto? – reclamo pero en un tono dulce guardando el coraje para mí, pero no responde  – ¿acaso no ves que tenía frío? – insisto.
– Ya estoy aquí, no reclames, solo…  – no termina la frase, y tampoco necesito que lo haga.
Me atrae más hacia su cuerpo haciendo el abrazo más profundo, y yo me aferro a sus manos que ahora son más mías que suyas.
– ¿Por qué lloraste hoy?

No esperaba esa pregunta, ¿cómo pudo saberlo?, jamás lloro, y no quería reconocerlo, pero las palabras salieron de mi boca apresuradamente antes de que pudiera evitarlo.
– Estaba organizando la cocina, me quedé mirando el aparato para filtrar el agua y…  – contuve el sollozo con todas mis fuerzas y me alcanzó para meditar mi respuesta  – Debiste haberme enseñado alguna vez a limpiar los filtros y todos los mecanismos que tiene esa ... – y de la nada me sujeta el rostro y me da un beso.
Necesitaba tanto sus labios. Necesitaba tanto sus besos. Se separa de mí unos milímetros pero continúo con los ojos cerrados a la espera del próximo beso.
– No necesitabas que te enseñara, sé que puedes tú sola, eres más fuerte y más inteligente que yo.

Aguardo unos instantes pero el segundo beso nunca llega, y el tacto de sus manos en mis mejillas comienza a desvanecerse. Intento abrir los ojos pero no puedo, una luz me ciega y pierdo su imagen frente a mí. Mis brazos luchan por aferrarse a él con más fuerza pero resultan ahora enredadas en las sábanas, sábanas que comienzan a sentirse cada vez más frías. La alarma de la mesa suena, justo junto a su fotografía. Me despierto y salgo de la habitación. Otro día más,  otro día menos, ya no estoy tan segura. Solo quiero que el día acabe rápido para volver a sentirlo, antes de que la casa se me caiga encima.

La casa se me caiga encimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora