"Yo volveré, ya lo verás, por ti vendré"

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Wei Wuxian condensó un sello de energía espiritual por todo el lugar donde surcaba sus pasos, lentos, pero siempre centrados. De un sigiloso movimiento, esquivó en un dos por tres la flecha que había salido de cualquier lugar a la distancia, disparada en dirección hacia donde posiblemente le hubiera perforado como cuchillo en mantequilla su cráneo, pero tenía una misión y en esta ocasión no podía detenerse por un simple daño que le mataría sin darle tiempo de tomar un último suspiro.

Tenía que conseguir la sonrisa del Emperador a toda costa.

Decidido hasta la medula o hasta donde su sed le permitía pensar con claridad. Se adentró a las profundidades de ese bosque encantado. Hace algunas horas atrás, entre tanta nube blanca por las prístinas túnicas blancas que la Secta Gusu Lan les obligaba a usar.

Los niños veteranos retaron a los más desubicados y principiantes niños recién ingresados a estudiar en las profundidades de las nubes, donde el viento crece de manera exponencial y el tiritar de los dientes se produce a causa de las bajas densidades del clima espantoso y mortal que adormece todo el perímetro de las montañas que lo cubren.

Fueron retados apenas Wei Wuxian se bebió sin ningún problema todo un bowl lleno de aceite de pescado u otros raros líquidos que habían formado un asqueroso color verdoso y se sacudió la boca con el dorso de la mano, al auspiciar su agradable sonrisa para todos los que estaban presentes, el más mayor de todos y quien posiblemente era el hijo de algún orgulloso líder de secta, lo retó a bajar a las profundidades del bosque, la costra innata que le había dado base a las más terribles leyendas que se contaban en medio de una fogata o a pequeños niños que no querían pegar pestaña por las noches, Wei Wuxian había sido sorprendido por la audacia con la que ese veterano senior le había dicho un gallina y que no se atrevería a romper una de las más conocidas reglas de las tantas que ya les pesaban sobre sus hombros.

Pero Wei Wuxian era perspicaz, así que rápidamente acabó con la fachada de estar aterrorizado por la gravedad del desafío, no pudiendo olvidar lo que su padre le había contado cuando apenas podía blandir una espada con las dos manos, algo acerca de las horribles leyendas que acechaban ese bosque encantado. Aceptó el intercambio de asperezas y pronunció sus confiadas palabras

"¡Si yo he de bajar y arriesgar mi vida, entonces tendrás que darme todos los libros amarillos que tienes escondidos para cuando regrese!"

El niño de brillante como petulante cara delgada, frunció el ceño, pero aceptó de inmediato.

"¡Si es que no te matan primero!"

Wei Wuxian confiando en lo que siempre le había dicho su padre Wei Changze, sonrió sin temores

"¡Es un trato entonces!"

Siendo despedido entre tantos emocionados gritos por los niños más temerosos por las repercusiones que tendría Wei Wuxian por hacer algo tan temerario e insensato, esos jóvenes estudiantes a pesar de ello, mantuvieron una acallada admiración en sus corazones por los derroches de autoconfianza con los que los pasos de Wei Wuxian dejaban en cada pisada.

Wei Wuxian para cuando llegó a lo más remoto del bosque encantado ya se había encontrado con demasiadas trampas, las cuales, si no hubiera tenido el entrenamiento que todo heredero de secta tenía que tener, hubiese muerto sin duda alguna.

Densas cortinas de neblina se acumularon hasta los auges de sus túnicas y sumamente un olor agradable se expandió conforme más se adentraba y trataba de poder cruzar hacía el otro lado. El aroma era una mezcla entre las flores de loto que alguna vez tuvo la oportunidad de permitirse oler cuando su padre visitó a un viejo amigo, eso sucedió cuando tenía cerca de los ocho años de edad.

Dulces Sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora