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Desperté como todos los días en mi habitación de blancas y brillantes paredes del Hospital Bethlem. Aproximadamente deberían ser las 9 de la mañana.

Suspiré pesadamente. Hora de la enfermería y luego ir a la cafetería por algo de desayunar. Antes de salir recogí mi cabello en una cola de caballo, y lavé mi cara y cepilé mis dientes en el pequeño cuarto de baño que había en la habitación, blanco puro también.

Salí a los pasillos que, como siempre, estaba lleno de gente. Había casi 18.000 personas en este bendito lugar, todos con algún problema: Trastorno Bipolar, Anorexia, Bulimia, Alzheimer, Suicidas, Psicópatas... No faltaba nada, había para cualquier gusto y elección.

Desde hace dos años estoy aquí. Prácticamente es mi hogar. Conozco a todos y cada uno de los miembros del personal del hospital, y a cada uno de sus pacientes.

No tuve una adolescencia normal jamás. Nunca tuve amigos, no salía de fiesta, no iba de compras... No hacía nada de lo que los adolescentes suelen hacer. Sufrí durante años los golpes brutales de mi madre y las burlas o los insultos de mis compañeros de clases. A los 10 años empecé a cortarme las muñecas, y desde entonces esa fue mi descarga. Mientras todos me rompían por fuera, yo contribuía por la parte interna: me sentía una verdadera mierda, una cosa que no debía de existir.

Luego de 5 años de la misma historia repetitiva, mi abuelo decidió que era suficiente.

-Ven a vivir conmigo -me dijo mirándome serio.

-No puedo -respondí yo, intentando frenar mi llanto- ¿Y si ella se entera?

-Nos mudaremos

-No puedes cargar conmigo, soy una molestia en la vida de todos -más y más lágrimas caían.

-Tengo solamente una alternativa, Brooke. -Lo miré intrigada. ¿Por qué se preocupaba tanto? Después de todo, solamente era mi abuelo. Mi madre y mi padre deberían de encargarse de mí. Claro, idiota, se preocupa porque tu padre falleció hace ya 6 años y tu madre es una abusadora golpeadora.- Mañana mismo a primera hora de la mañana te llevaré a un lugar donde estarás a salvo.

-¿Que hay de Daniel? Él no puede quedarse solo.

-Él vendrá conmigo, ya hemos tenido esta misma conversación hace unos días. La diferecia, es que él no se hace tajos en los brazos, a diferencia tuya.

Todavía recuerdo la última vez que ví a mi abuelo. Me trajo hasta aquí, y dijo que lo que estaba haciendo era por mi propio bien, que debía dejar de cortar mis muñecas y empezar a expresar las cosas. Daniel vive con él hoy día, y es el único que, cada vez que puede, viene a verme.

Mi hermano tiene ahora 23 años. Es artista, tiene su propio estudio y vive con su novia, Alysson, a unas 3 horas de aquí. Si mal no escuché en su última llamada, hace dos semanas, está embarazada de 2 meses y medio, cuando en realidad ella no puede tener hijos. Milagros de la vida.

Caminé hacia la enfermería. Sussy estaba ahí, como siempre.

-Hola Brooke. ¿Cómo dormiste?

-Bien, supongo -contesté indiferente. Una voz dentro mío me pidió compasión por ella, y que sea menos fría. Acababa de perder una hija de mi misma edad, y a mí me quiere, según dice, tanto como a ella- ¿Cómo va tu día? -pregunté en un tono un poco más cálido.

-Bien, creo. No he tenido tiempo de nada en estos días. Trato de mantenerme ocupada para no pensar en... Caitlynn...-respondió, con la voz un poco quebrada. Sentí un impulso de abrazarla, pero dudé.

-Sabes que tienes todo mi apoyo, ¿verdad? -Sussy asintió. Me partía el alma verla así, pero ya bastantes conflictos tenía en mi vida para sumar uno ajeno.

-¿Vienes a buscar la pastilla? -afirme, moviendo la cabeza. Ella rebuscaba en unas cajas y en los estantes. Al cabo de unos 5 minutos que se me hicieron eternos, negó mirándome. -Lo siento, Brooke. Las últimas se las llevó un joven. Es nuevo aquí, y le recetaron esas mismas pastillas.

-¿Quién es?

-Un joven nuevo. Ojos color esmeralda, tan verdes como el cesped más hermoso y el cabello enrulado, de un color chocolate. Una sonrisa muy linda, debo reconocer.

-¿Por qué estás diciéndome todo eso, Sussy?

-No lo sé. Pensé que te interesaría...

-En absoluto, pero agradezco tu interés. -iba a marcharma a la cafetería, cuando recordé que sus palabras sonaron como una poesía en mi cabeza. - Por cierto, Sussy -ella me miró, expectante- no sabía que te gustara la poesía.-Soltó una carcajada sonora.

-No me gusta en lo más mínimo, pero ese joven era de verdad tan lindo, que hizo que las palabras salieran como quisieron.

Sonreí, y me dirigí a buscar mi desayuno.

Hola! Bueno, espero que esta historia les guste. La estoy escribiendo poco a poco, así que puede tener alguna cosa fallida, o algo por el estilo.

A ser sincera, la portada no me gusta en lo más mínimo. Si alguna quisiera ayudarme en este tema, lo agradecería un montón.

Espero ver muchos votos, comentarios y lecturas. ¡Que disfruten!

Vicky, xx

Paradise || Harry Styles.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora