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»Esᴄʀɪᴛᴏ ᴘᴏʀ: Benigbe_Castillo
»Sʜɪᴘᴘ/Cᴏᴜᴘʟᴇ: JɪɴGɪ.

Mandarina de mi Corazón

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Mandarina de mi Corazón.

Ahí estaban, cubiertos de tierra, algunas ramillas que colgaban de sus ropas, rasguños y una mandarina en señal del éxito y desgracia que cargaban con ellos en dichos momentos. Las miradas juzgadoras de los hombres que vivían de este trabajo tan noble y cansado, odiando interiormente que uno de sus productos cayese presa del par de jóvenes inexpertos que solo deseaban una pobre y enorme mandarina. ¿Pero cómo llegamos a este punto de odio y rasguños? Acompáñenme a este triste cuento de aniversario.

Cierta tarde de un bello 9 de marzo un par de hombres jóvenes se quejaban en silencio por sus pobres traseros dolientes ante el haber permanecido algunas horas sentados en aquél lugar tan incómodo. La música que salía del estéreo no les distraía, solo dejándoles disfrutar de su compañía mutua en un silencio calmado y relajante para ambos. Las miradas que de vez en cuando se cruzaban mientras los árboles y la villa que visitarían se hacían presentes y podían sentir el placer de tocar tierra cada vez más cercano.
Su llegada fue pronta, haciéndoles estirarse hasta sentir sus músculos relajarse y sus caderas recuperar algo del tejido blando y esponjosos que creían haber perdido por tantas horas de haberle estado aplastando sin piedad sobre el asiento duro del auto.

Usted debe ser Kim SeokJin—saludó el representante social de los trabajadores, el más carismático de ellos— Me alegra que llegase, ya preparamos algunas rejillas y pueden pasar a ver el plantío.

Muchas gracias, señor Lee—saludó el joven mientras hacía una señal a su amigo para que los siguiera detrás del hombre.

La vista era agradable, los olores cítricos inundaron sus narices y los ojos brillantes de uno de la dupla delataron la felicidad contenida que les embargaba poco a poco mientras los árboles y grandes cajas repletas de mandarinas se hacían presentes ante su vista. Eso era un paraíso terrenal, con cientos de árboles hasta donde tu vista alcanzara a ver y mucho más allá, todos eran árboles de mandarina y eso era un sueño simplemente fascinante para cualquier amante de tan extraordinariamente exquisita fruta.

Fueron dejados a su suerte, recorriendo los árboles y sintiéndose libres de hacer lo que les viniese en gana mientras agradecían internamente el poder respirar algo de aire limpio de una provincia y no de la contaminada Seúl. La tierra removiéndose bajo sus zapatos cuando pasaban demasiado cerca del tronco de algún árbol, las mandarinas ya pasadas que estaban en el suelo alimentando como abono a las futuras frutas que deleitarían a más de algún coreano con la misma pasión que Min YoonGi.

¿Cómo se te ocurrió venir aquí?—preguntó el de facciones redondeadas y más nacionales.

Pensé en algo bueno para mi donsaeng—respondió con una sonrisa orgullosa de notar la emoción del pelinegro mientras paseaban entre los mandarinos— Después de todo un cumpleaños debe ser especial siempre, ¿no?

La charla no fue demasiado llamativa, de vez en cuando comentando sobre el horario o sobre lo fascinante que era el poder ver incluso alguna que otra ave que jamás podrían ver en la capital. Ellos se sentían cómodos solo haciéndose compañía, pasando un rato agradable juntos y hablando un poco sobre el resto de la agrupación, niños revoltosos y adorables cuando se lo proponían para conseguir algo de ellos; esto no solo por parte monetaria o de favores, incluso competían por algo de afecto bien demostrado por parte de sus Hyungs mayores.
Caminaron por un rato más, hasta que pudieron voltear y notar algo lejana la base para juntar lo recolectado. Era interesante ver tantas personas pequeñitas ir de un lado al otro recogiendo cuanta mandarina se les atravesara en su camino.

¿Podemos comer algunas?—preguntó con un tono suave e ilusionado mientras observaba algunas mandarinas preciosas en ese arbolito lindo al lado de ellos. Estaba fascinado por la belleza de esta, el color tan natural y el peso obvio que delataba lo jugosa que estaba esa fruta.

Bueno… Dijeron que sí—contestó con cierta duda y notando el deseo tan impresionante de su compañero por comer una de esas delicias naranjosas y de numerosas semillas que traerían un futuro ramo de más de ellas.

No tuvo tiempo de pensar un poco más, puesto que en cuanto reaccionó solo pudo ver algunas hojas caer repentinamente de las ramas sobre su cabeza… ¿Acaso estaba alucinando gravemente por tantas horas de mareos por viajes singulares? Pues no, ahí estaba el más bajito trepando como pudiese las ramas y esquivando algunas ramillas que parecieran más espinas que cosas para apoyarse en ellas.
Una mandarina cayó a sus pies, observó la situación y contuvo el aire cuando se percató de que su deber ahora era únicamente el de no permitir que las mandarinas que le fuesen lanzadas. Esto era de temer, ahora debía cuidar que ninguna le golpease en la cabeza o acabaría muerto por un mandarinazo… ¿Eso era posible? Quién sabe, pero al menos dolerían. Atrapaba cuanta mandarina podía antes de colocarlas en el suelo y seguir atrapando.

Hey, ten cuidado que hay algunas ramas frágiles—advirtió mientras acomodaba las mandarinas para que no rodasen colina abajo.
Bueno, esto era tan divertido y cliché que lo próximo que se escuchó fue un suave y tenebroso “crack”, llevando al suelo repentinamente contra la espalda de otra persona. Fue aterrador el grito que soltó el de menor estatura en cuanto sintió su cuerpo caer y golpearse con el del mayor; las ramas raspando su cuerpecito y cayendo también sobre su amigo. Se mantuvieron en el suelo por algunos segundos, sus mandarinas rodaron cuesta abajo y sus cuerpos lastimados soltaban pequeños quejidos en protesta y en lamentos por haber trepado aquél árbol tan peligroso… Suerte que era bajito.

Quítate de encima—murmuró con dolor el más alto mientras se escurría para liberar su cuerpo de todas aquellas cosas que los cubrían y lastimaban más— ¿Tienes alguna?

Perdón—respondió con dolor al tiempo que se quitaba las ramas de las piernas y mostraba la única mandarina que había podido recatar de la caída— Al menos esta.

Era decepcionante, estresante y simplemente frustrante para este par de chicos el que esas mandarinas muriesen en la bajada, ellos estuviesen adoloridos y que la única que trajeran en brazos era una no suficientemente buena para gozarla como dios manda.
Bajaron cuidadosos la colina, llevándose miradas reprobatorias de cada trabajador que se topaban y que adivinaba el motivo de su estado tan lamentable. Era reprobable, mas la aventura no acababa nunca en esta vida para sujetos tan singulares como lo eran ellos.

Se despidieron del lugar, viéndose sorprendidos por una gran caja de lindas mandarinas en el auto… No había sido un mal cumpleaños al final de todo.

Se despidieron del lugar, viéndose sorprendidos por una gran caja de lindas mandarinas en el auto… No había sido un mal cumpleaños al final de todo

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☪ 12.03.2021

#8 ⌥☪ ꌦꄲꄲꋊ꒐ꏂ ꒯ꋬꌦ [SIN CORREGIR] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora