Capitulo 3

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Matthew

Ya no pude contener las lagrimas, empezaron a descender por mis mejillas hasta caer al suelo. Cogí la nota entre mis manos y la llevé a mi nariz para ver si aún olía a ella, no fue así. Habían pasado 100 años, 3 meses y 11 días, como iba a oler a ella?

Me sequé las lagrimas para poder leer lo que ponía.

Hola mi imbécil, ya pasó un año desde que te fuiste al espacio, a explorar otra galaxia, otro planeta, a ver otras estrellas y otros satélites... A cumplir el sueño de los dos. Me hubiera encantado haber podido estar ahí contigo, pero no pudo ser. Idra, el satélite de Plutón, nuestro planeta favorito, tendrá un doble significado para nosotros. Te amo, no habrá nadie más, te lo prometo. ♥

Volvía a tener la cara mojada de lagrimas, Idra...

Aledis

Me cambié rapidamente, poniendome de nuevo el uniforme y devolviendo la pistola a un lado de mi cadera bien sujeta por el elastico del pantalón, entré al baño, me puse mis enormes pendientes de aros y me volví a hacer el moño con la navaja bien escondida en el. Enseguida salí, sin ganas de hacer de detective pero intrigada por tanto misterio.

Las chicas estaban en sus habitaciones y tenían las puertas abiertas, me molestaba verlas ahí dentro ya que eran iguales a las habitaciones de invitados de mi casa, que utilizaba como estudios o sitios para pensar.

- El color. – dijo de repente Leila sin siquiera mirarme ya que estaba sumergida en su ordenador hackerando y stalkerando a los idiotas. Quizás me había quedado demasiado tiempo mirandolas...

- Como? – No entendía su rara forma de hablar, siempre decía solo lo necesario como si por decir unas palabras más se le quemara la lengua.

- Dice que te cambies de color antes de salir. Estas azul.- Por algo eran mejores amigas, Nives era la única capaz de entenderla.

Miré mis manos y evidentemente estaban azules. Me cambié de color mientras bajaba los dos pisos de escleras de cristal. El hecho de que la casa fuera identica a la mia del planeta Crisblack era inquietante y molesto la mayor parte del tiempo pero tenía sus pros si piensas en lo facil que era encontrar las cosas, sobre todo cuando iba tarde.

Al entrar en el primer garage vi a mi bebé, me subí en ella como si llevara años sin hacerlo, acaricié el metal negro hasta llegar a los manillares, subí el caballete y la hize rugir antes de abrir la pequeña puerta del garage y salir volando. Es imposible describir la sensación que se siente al estar encima de ella, si no lo has vivido en tu propia piel posiblemente no lo entiendas pero es algo maravilloso, no es para todos. La sensación de libertad te llena, sientes el peligro correrte por las venas cada vez que la flechita de los quilometros avanza, el aire que juega con tu pelo y el sol que te calienta la piel, la ligera sensación de frio te inunda y la mente se despeja, porque vas más rápido que tus pensamientos, tus mostruos no consiguen seguirte el paso, vuelves a ser tu, aunque solo sea por unos pocos minutos.

Llegué delante de un hospital, era enorme y realmente me tenía nerviosa eso de hablar con humanos, no porque fueramos diferentes ya que realmente lo único que cambiaba era el color de piel, problema ya resuelto, sino porque no sabía a que me enfrentaba, además estaba desobedeciendo una orden directa, no hablar con los humanos fuera de lo estrictamente necesario. Pero eso era necesario, cierto?

No muy convencida aun, entré, había mucha gente y me resultaba cada vez más raro estar entre ellos. Fui hasta una mesa donde estaban dos mujeres no muy jovenes.

- Hola señorita, en que la puedo ayudar? – Me preguntó una de las dos, con una fantástica sonrisa en los labios, resultando super amable y amigable a pesar de sus trazos cansados, sus profundas ojeras y su pelo despeinado que le daba un toque un poco menos profesional.

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⏰ Última actualización: May 10, 2021 ⏰

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