YO, CERVANTES Y LA PUTA ESPAÑA, CAPÍTULO III

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-Los derechos de autor ésta novela están protegidos por el registro de la Propiedad Intelectual con el número de asiento 09/2013/2296 de Valencia (España)-.

A los 22 años, corría el año 1957/58… ¡más o menos… vamos, digo yo! El mandamás de los mandamases de aquella época en mí querida y “jodida” España, dio órdenes a la “pasma”, la de entonces, que eran muy obedientes, para que me echaran el guante al cuello y llevarme hasta la “trena” ¡A mí, a Miguelito de Cervantes! ¡Total… por casi nada! por darle dos “bucos” -bueno la verdad es que casi me lo cargo- a un pedazo de animal, maestro de obras -léase albañil- grandote, y como se las endiñé a traición…

-¿Pero Miguelito tú estarías “moña”, o no? ¡Pero chico, si tú eres un cagueta, que te conocemos de sobra! Ahora que lo de darle a traición…

 -¡Coño… si yo pesaba menos de 60 kilos y el tío de seguro más de 90 o 100 kilos! ¿Ustedes en mi lugar que hubieran hecho… ir de cara? ¡Ya lo sé… irse por los “gallumbos”, como yo, seguro! El “huevón se me “rayó” por casi nada… Total, me ligué a su “churri” y le puse unos “tochos”…“fashión… fashión”.

Aquel episodio me dejó mal cuerpo y lo veía todo muy “chungo”, tanto que casi nadando emigré a Italia. La culta y otrora desvergonzada Roma, abrió mi espíritu libre al arte y al amor por el amor ¡O sea… al vicio! Intenté re-escribir “El Licenciado Vidriera” -ojo, que licenciado no viene de licencioso, o sí, no lo sé, ni vidriera de vidrio, o sí-, bueno, en realidad una segunda parte, pero no cuajó ni de coña. Ni coló en ninguna editorial. Por lo que mis futuras novelas  ya no serían “Ejemplares”…

-¡Normal, con lo “vacilón” que tú eres! Es que no das ejemplo ni a los “macarrones” italianos -léase pasta comestible-.

-Miren por donde, me encontraba como para “comerme los mocos” y tuve la potra de entrar al servicio -no sé si de criado para todo- de un sacerdote muy cura, que al final llegó a ser Cardenal -¡no, que tuviera un cardenal, no, eh!- que me llevó de turismo por casi toda Italia.

Ya saben lo inconstante que soy ¿verdad? pues eso, me cansé muy pronto de ver tanta sotana a mi alrededor y me las “piré”.

-¿A dónde dejaste caer tu esqueleto, Miguelito?

-Volví a mi Valencia…

-¿A España? ¡Gilipollas, si te buscaban los “maderos”! ¡Tú no estás bien del “tarro”! Enseguida te echarían el guante, seguro.

-¡“Troncos”, que vine de incognito! ¡Que no me reconocieron!... Me dejé barba y bigote.  Si parecía D´Artangan… ¡Qué sí, el del Dumas, ese francés! pero a lo caquita y sin espada ni sombrero con plumas, claro. Pero ya saben, “colegas”, que yo soy muy suertudo. Al poco de llegar a mi tierra, no sé si fue por culpa mía o fue causalidad, el 14 de octubre de 1957, se desató en España una tormenta, sobre todo en las provincias de Cuenca y Teruel. Sí, donde nace el río Guadalaviar, o sea, el Turia de plata a su paso por el Reino de Valencia, que se tradujo en la más horrenda y desastrosa riada conocida. El rio Turia, a su paso por las poblaciones de: Pedralba, Bugarra, Villamarchante,  Ribarroja del Turia, Manises, Quart de Poblet, Mislata, hasta la misma Valencia y sus poblados marítimos, fueron prácticamente anegados en sus dos terceras partes. En Valencia ciudad, hubo barriadas enteras cubiertas por las aguas y el fango. Lodo que sirvió de mortaja a innumerables cadáveres de personas y animales.

Los militares de los cuarteles de Valencia, Paterna, Bétera y todos los valencianos, incluido yo, y eso que soy un manta, o sea, vago de mierda por naturaleza, provistos de palas, azadas, mangueras, capazos, pozales, con las manos, o con cualquier cosa o herramienta que sirviera como ayuda para intentar salvar vidas y restablecer en lo posible aquel caos infernal e indescriptible. Estuvimos días y noches sin luz ni agua potable, llenándonos de barro hasta las cejas. En zonas como los Jardines del Real, llegaron las aguas a casi un metro de altura; en la Plaza de Tetuán muy cerca de los jardines del Parterre, casi dos metros y medio; en los jardines del Parterre y la calle Pintor Sorolla, más de tres metros. Y zonas del histórico barrio del Carmen, hasta los cinco metros, o sea, casi hasta la tercera planta. En los poblados marítimos, sobre todo en el de Nazaret, casi llegó a sepultarlo por completo.

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