Capítulo 5 | Cómo hacernos la vida más fácil

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La espera se hacía cada vez más pesada, nos encontrábamos a pocos minutos de subir al avión y a mí me daba la sensación de que quedasen años. La paciencia no era uno de mis puntos fuertes, pero no me quedaba más remedio que quedarme sentada apoyada junto a Liam, sosteniendo su mano con fuerza y dejando que su presencia me calmase.

Nadie hablaba, estábamos todos en silencio esperando oír a la locutora darnos paso para entrar al avión y emprender el vuelo hacia Grecia. Ya quedaba menos.

—¿Estás segura de que no se te olvida nada? —me preguntó Liam mientras trazaba una serie de caminos con su dedo índice por mi brazo, me resultaba tan agradable…

—Lo tengo todo, tranquilo —le dije añadiendo un tono de pesadez a la frase—. Incluso llevo una mochila dentro de la maleta, dentro solo hay cajas de condones —le susurré en el oído y acto seguido le dejé la marca de mis labios en la mejilla.

Liam miró hacia el suelo y se ruborizó mínimamente, no le gustaba que le hablase de ningún tema que tuviera que ver con sexo en público, pero no me podía negar esa sonrisa que trataba de ocultarme bajando la mirada. Era cierto que últimamente le notaba más reservado en cuanto a todo y no actuaba de forma tan atolondrada como solía hacer, en cierto modo ese hecho me desconcertaba.

—¿Ya habéis escogido habitación? —añadió Eli interrumpiendo los susurros de los pasajeros que esperaban en los asientos del fondo del lugar, en donde la sala se mantenía más iluminada por los rayos del sol; el día rezumaba positividad e inspiraba a mantener una actitud alegre, en mi caso todo eso se magnificaba y quedaba un resultado de impaciencia y unas ganas infinitas de respirar el aire griego.

—Eli y yo nos quedamos sí o sí juntas, y ya sabemos cuál queremos, así que si no habéis visto las fotos del piso y no tenéis habitación os jodéis.

Mi yo interior se había quedado muy satisfecha tras haber aclarado que mi amiga y yo nos mantendríamos juntas.

—Tranquila, fiera, que nosotros ya escogeremos allí cualquier cuarto que no sea el vuestro —bromeó Louis con las manos en alto.

—Pasajeros del vuelo 397 con destino a Creta – Grecia, por favor diríjanse a la puerta de embarque número 14.

La voz de la locutora nos hizo reaccionar a todos levantándonos con euforia de los fríos bancos donde nos encontrábamos sentados y recogiendo nuestros respectivos equipajes, acto seguido corrimos a toda velocidad hacia la anteriormente mencionada puerta de embarque. Esta se nos resistió, ya que costó encontrarla, pero gracias a lo avispada que era Elizabeth no tardamos mucho más en llegar.

Enseñamos los billetes y toda la información necesaria uno detrás de otro y por fin nos dieron paso para llegar hasta el avión. En cuanto nos avisaron atravesamos el puente cubierto que conectaba con el avión, en el que parecía haberse concentrado todo el frío de Madrid.

Como era de esperar, Eli comenzó a saltar sin apenas control por todo el túnel hasta entrar en el avión, dejando perpleja a la erguida azafata que se encontraba en la entrada.

Al entrar tras Eli, Liam y yo buscamos nuestros asientos, los cuales no estaban bastante lejos. Me había tocado ventana, era genial ya que siempre me había gustado apreciar el paisaje desaparecer mientras ascendíamos poco a poco.

Liam se sentó y aproveché para apoyar mi cabeza sobre su hombro, estaba algo cansada ya que me había desacostumbrado por completo a madrugar, por ello se escapaba un bostezo tras otro de mi boca.

—¿Quieres dormir? —me preguntó acariciando mi mejilla con la calidez de su mano.

—De momento no, tan solo estoy un poco cansada.

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