Gato.

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Cuando Evander abrió los ojos, soltó un quejido y se retorció de dolor, se sentía atrapado en la cama, y así lo estaba, con bandas a todo el largo de su cuerpo que lo mantenían anclado a la cama y limitaban por completo su movimiento.
Ahogó un gemido de dolor al sentir pellizcos agudos y un ardor increíblemente fuerte en toda su pierna derecha, era un dolor insoportable, sin evitar gritar ante la sensación y recordar, al mismo tiempo, que su abuela ya no estaba con él.

Las imágenes pasaron por su cabeza justo como una película de fotografías a contra luz: el doctor al lado de su cama diciéndole que su abuela había muerto, las escaleras que había decidido bajar y por último, el techo encima de él y la gente a su alrededor.

Comprendió todo como un balde de agua fría cayendo sobre él; se había caído.

El doctor Yareth entró, mirándolo con dolor y arrepentimiento, acercándose a su cama, mientras Evander soltaba quejidos y trataba de liberarse.

- ¡Suéltenme! - escupió el pelinegro con miedo y enojo, ¿cuánto tiempo había transcurrido? ¿Qué había pasado con su abuela?

- No hasta que te calmes - le ordenó el doctor.

- La pierna me duele - se quejó mirando a su doctor -, duele mucho, ¡arde!

- Eso no puede ser - le trató de calmar el médico mientras tocaba el botón que alzaba el colchón de la cama donde estaba Evander.

Entonces, él pudo verla, o mejor dicho, no pudo verla, porque ya no estaba ahí. Cuando el doctor le retiró la sábana, su pierna ya no estaba, su pierna derecha se había esfumado y con ella, sus fuerzas. Se quedó quieto, mirando en shock aquella pieza que le faltaba.

- Tuvimos que amputarla - respondió el hombre a su lado, volviendo a cubrirlo con la sábana -, esa caída rompió muchos huesos, y estos huesos cortaron vasos sanguíneos; fue un efecto dominó.

Y de nuevo, Evander sólo podía escuchar ese chillido, era mucho peor que cuando, a sus 6 años, comenzó a escuchar menos a la gente y se asustó de quedar sordo.

- Mi abuela - fue todo lo que el chico pudo responder, y el doctor se quedó callado por un momento -... ¿Qué pasó con mi abuela? ¿Dónde está?

El hombre lo miró, con frustración e impotencia, negando con la cabeza.

- Descansando - titubeó con voz temblorosa -, descansando en paz. La enterraron hace dos días.

- ¿Dos días?

- Estuviste dormido por cuatro días después de esa caída y las operaciones, tienes rotas algunas costillas, algunos huesos de tus brazos y de tu pie. Evander, apenas y pudiste sobrevivir.

Y una voz le reclamaba a Evander dentro de su cabeza, gritándole cosas como
"¿en qué pensabas? ¿Qué es lo que hiciste? Mira cómo empeoraste todo", mientras otra voz, entre sollozos se lamentaba, diciéndole "estamos perdidos, estamos solos. Esto nunca tendrá fin, estás atrapado toda tu vida aquí".

Se había perdido del velorio y del entierro de la única persona que lo cuidó, no pudo despedirse de la única persona que lo amó y lo aceptó con todos sus defectos, no pudo abrazar, ni ver por última vez a la mujer que le había dado el resto de su vida y tiempo a él. Y ahora ella estaba lejos de él, quién sabe cuánto, debajo de metros de tierra, dentro de una caja y sin vida.

Sólo pudo mirar a los doctores y enfermeros a sus lados que lo sostenían, mientras las agujas y medicamentos entraban y salían de su piel, y él sólo luchaba por escapar.

A partir de ese momento, él caminaría solo, a ciegas, chocando con paredes y rompiéndose en el proceso, ahora Evander comprendía la verdad y la realidad de las cosas, y el nuevo concepto llegó ante él con aterradora revelación: estaba condenado.

BrokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora