Extra 1

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El cerebro de Sherlock colapsaría.
Los libros que había solicitado le habían llegado un par de semanas atrás, cinco grandes tomos sobre la anatomía de los Omegas. Los había consumido como sencillos parches de nicotina, uno tras otro, la fórmula básica de las feromonas, los detalles indisolubles del vínculo, los fatídicos nueve meses de embarazo, junto a cientos de datos más estaban cargados en su memoria. Sin embargo, no era suficiente, el comportamiento de John seguía siendo un caos para el Alfa, era como observar una partícula de polvo, siempre móvil, en un microscopio óptico.

Sherlock era incapaz de encontrar una constante en aquel individuo. Se atormentaba a sí mismo con el pasar de las páginas porque sin dicha incógnita se encontraba en una inconveniente posición, pues la sorpresa y el enmudecimiento estarían acompañándolo constantemente, serían parte de su día a día y su ego no era un aficionado a la desventaja.

Harto de la monotonía de las explicaciones en papel y de los pensamientos ruidosos en su cabeza lanzó el libro contra la pared, si no fuera porque John le arrebató el arma, ese enorme volumen de anatomía estaría agujerado al menos por diez tiros, sin embargo, en estos momentos, se conformaba con el eco de las maderas.

Se revolvió el cabello, bebió el té, ahora frío, que la Sra. Hudson le había dejado antes de secuestrar a John como todas las tardes. Volvió su mirada al libro en el suelo y sin madurez lo pateó lejos de su camino, ciertamente, el signo del capricho no le aclaraba la mente, pero al menos liberaba su ansiedad sobretodo al saber que el cargo no llegaría a su cuenta, sino a la del Omega.

John era su constante debate. Si bien, no lo había visto venir, para su desgracia, no podía quitarle los ojos de encima ahora. A él y a los frescos duraznos que le rodeaban.

Sherlock temía por primera vez por sí mismo, por perderse y alejarse de su trabajo; no obstante, reiteradas veces recordaba como la desesperación le había permeado cuando se enteró que el Loto Negro tenía al Omega y la ira que burbujeaba con el olor rancio del miedo que John emanaba a mitad de la oscuridad; rememoraba, con afán de analizar, el alivio que lo invadió una vez que lo tuvo cerca y a salvo. De igual manera, buscaba una respuesta a su terrible nueva costumbre, olfatear profundamente para saber el lugar exacto donde John se encontraba.

El Alfa se sentía como un magneto, si bien no era su voluntad acercarse a John, había una fuerza en él que lo derivaba a ello.

Lo escucha atentamente cuando hace el desayuno o le regaña por su indiferencia, cuando se queja de no encontrar ningún trabajo decente en el periódico o lo amable de su voz cuando agradece la entrega del correo.

Sentía que comenzaba a volverse loco.

Así que, atendiendo a la maldición del plomo, tomó su teléfono y marcó la tecla uno.

—Omegas—soltó cuando el eco le indicó que su receptor había aceptado su llamada.

—La casta más sencilla de nuestro sistema, hermano—expuso con sencillez el aristócrata Alfa del otro lado de la línea. Sherlock guardó silencio, no esperaba una respuesta tan evasiva y absurda, hablar con su hermano aún le era difícil, la confusión del Alfa menor casi dictaba la victoria para Mycroft dentro de su perpetúa competencia.

Después de unos segundos decidió mantenerse callado y colgar el teléfono, aceptando que haberlo llamado había sido una o, mejor dicho, su primer error, falta que atribuía al nulo trabajo del que gozaba en esos momentos. En medio del silencio, Sherlock oyó a John despedirse de la Sra. Hudson, calculó los segundos que tardaría estar en su piso y salió de su habitación para encontrarse con el Omega que se encontraba colocándose un collar en el marco de la puerta.

—¿Irás a algún sitio?— le cuestionó tratando de ocultar el interés que le empujaba a preguntar.

—Saldré con alguien—fueron sus únicas palabras.

—Podría venir un caso. No creo que quieras perderte una buena introducción para tu blog—

—Estoy seguro que podrás manejarlo— concluyó el Omega con confianza mientras buscaba una chaqueta en el perchero. Sherlock totalmente derrotado por su disparatado intento por mantener al Omega en casa o encontrar las palabras suficientes para lograr algo de información, se contentó con criticar mentalmente  la forma de vestir de su compañero, era como ver a un trabajador de medio tiempo todos los días, un escalofrío le recorrió la espalda cuando imaginó un bigote en el bonito rostro de John, se juró que si tal locura traspasaba su mente, él mismo se lo afectaría con una poderosa cinta industrial si se aferraba a no rasurarlo.

Cuando volvió a la realidad de improvisto, supo que se había quedado dormido en el sofá y que John no había regresado a casa, ya que, el aroma a duraznos era ahora un minúsculo rastro, efímero y titilante. Sherlock tuvo tiempo para seguir cuestionándose en silencio, así que decidido a tratar de procesar mejor sus pensamientos, tomó su violín y comenzó a tocar el concierto en Re mayor para violín de Brahms, sin embargo, desechó la idea, optando por algo más sencillo y corto, de modo que, Mozart y la flauta mágica le hicieron sentirse más cómodo.

La atracción confusa y caótica que sentía por John debía tener una explicación y Molly Hooper tenía la respuesta, la había escuchado en el teléfono, hace unas noches atrás. El celo de John se había adelantado a causa del estrés sufrido por el secuestro, ciertamente para el Alfa era una experiencia algo suave para adelantar una fuerte cadena constituida de proteínas, no obstante, el saber que las hormonas son bastante activas en poca cantidad, le hacía tener algo de consideración.

En caso de que el celo tomará por sorpresa a John, ¿él estaría dispuesto a disminuirlo?

No hubo ningún signo de vergüenza por parte del Alfa ante aquella interrogante que él mismo se había lanzado. El sexo era parte de su naturaleza, el llamarse humanos no los deslindaba de sus necesidades más primitivas. Sin embargo, Sherlock tenía un problema, conocía la base del proceso, pero jamás había tenido una relación sexual en su vida.  Ni mucho menos se imaginaba haciendo con John algo tan...

Si bien, su etapa de universidad había sido “divertida”, las palabras de su compañero de clase al que había ayudado en su último caso le recordaba que en su vida existían huecos a los que no se acostumbraba a mirar. Aún recordaba el fastidio que sintió cuando le confesó a John que su truco, como solía llamarle a algo tan sencillo como el método deductivo, molestaba a todos y, por ello, el adjetivo de fenómeno le había calificado en esa época.

Ciertamente, algunos Omegas y un par de Betas se acercaron a él, jamás reparó en ellos, su tiempo en la escuela consistía en estudiar y sus horas de ocio, en resolver casos y repasar algunos idiomas. No obstante, ahora la situación era diferente, él parecía ser ahora el interesado, aún cuando abordara a John en su momento más vulnerable no tenía experiencia ni valor para hacerlo simplemente para subsanar sus dudas, pues sabía que existía la probabilidad de que John no lo rechazara y esa confianza minúscula se debía al brillo que encontraba cada vez que lo sentía observándolo o los ligeros coqueteos que soltaba de vez en cuando.

Sherlock sufría sus propios ciclos de calor, como cualquier otro Alfa, no obstante, era claro que no se comparaba en nada a los de un Omega como John; sus feromonas era fuertes, aún con supresores en su sistema y, si las dejara salir, se daría cuenta de que también eran demasiado invasivas. No por nada, el olor de Mycroft sobre su cuerpo había desaparecido un día después de su encuentro, algo que indudablemente le alegraba, el olor de su hermano era una fragancia que detestaba y le hacía sentir enfadado.

También, de cierta forma, Sherlock intuía que John no era primerizo en cosas tan íntimas, si bien no era posible saber exactamente su pasado, reconocía que, en las artes de la carne, John le llevaba una buena delantera.

Harto de tantos rodeos innecesarios, volvió a llamar a su hermano. Él, seguramente, tendría algunos casos para despistarse, después de todo, ganarse el favor de la reina no era una tarea sencilla.

Espero que les guste este pequeño capítulo.
Les agradezco sus comentarios y sus lecturas :'v
Lloré con ellos.
Cariños infinitos. (◍•ᴗ•◍)❤

Mi OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora