cap 4. ardiendo

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Ahri se dió la vuelta con un zumbido. El sol de la mañana le hacía cosquillas en la cara con amables caricias a través de las persianas.

Su mano acercó la manta a ella y suspiró. Ella estaba acariciando la almohada, inhalando, mientras sus colas se movían contra la extensión de la cama. Todo era acogedor y cálido, y Ahri disfrutaba ociosamente del leve olor a melocotón de la funda de almohada.

Le recordaba a cierta persona.

Los dedos de Ahri se contrajeron. Entonces su rostro se también se contrajo.

Fragmentos de recuerdos se desdibujaban detrás de sus párpados, ecos de un revoltijo de voces inconexas. El cabello de su espalda se erizó.

Frunció el ceño al recordar.

Una voz indistinta se ahogaba entre las sábanas de Ahri. Esa voz tenía una actitud de...

Mendicidad.

¿Esa voz es la suya?

Casi podía sentir el fantasma de la tela del recuerdo bajo las yemas de los dedos, el rostro enrojecido que vio a través de su visión vidriosa. Hay una ráfaga de movimientos y la silueta frente a ella se hunde lentamente en las sombras. Entonces una voz atraviesa la oscuridad:

–"Así no."–

Los ojos de Ahri se abrieron de golpe y se enderezó, jadeando por aire.

Ella estaba arrastrando los pies hacia atrás hasta que su espalda encuentró la cabecera de la cama y se derrumbó sobre ella. El corazón le latía con fuerza contra las costillas y el calor reunido por el sol de la mañana la absorbe lentamente. La gumiho enterró su rostro en sus palmas con un gemido y sus colas enrolladas alrededor de su cuerpo.

Su memoria le fallaba, pero la forma en que su pecho presionaba fuertemente contra sus pulmones no era reconfortante. Ríos calientes de vergüenza la atravesaron y su piel ardía como la noche anterior, pero por una razón completamente diferente.

Ahri presionó sus palmas contra sus ojos con más fuerza con un gemido fulminante.

¿Cómo pudo ser tan descuidada?

Cuando finalmente recuperó el aliento, distraídamente palmeó las sábanas debajo de ella. Estaba suave y seco, a diferencia de lo que recordaba la noche anterior. Entrecerró los ojos contra la luz del sol que se reflejaba en las sábanas blancas y finalmente parpadeó lentamente para alejar el sueño de su visión, y solo entonces se dió cuenta de que esta no era su cama.

Examinó la habitación con cautela: el prolijo perchero de ropa colgaba junto a la puerta y había una guitarra acústica apoyada contra la pared. Pero el detalle clave fue la estera de yoga lila en la esquina, algo que Ahri reconoció al instante, era algo regalado por ella misma. No le tomó mucho tiempo reconocer de quién era esta habitación.

–"¿Kai'sa ...?"–

Su débil graznido no llegó muy lejos, quedando sin respuesta.

Ahri miró a su alrededor. Lo único que le llamaba la atención era una botella de agua fresca y una toalla doblada en la mesita de noche, ordenadamente colocadas junto a la lámpara.

Se aclaró la garganta, pero su voz aún era pequeña cuando volvió a gritar. –"¿Kai'sa?"–

El nombre se sentía pesado en su lengua, y Ahri tuvo que tragar saliva para empujar la bilis que subía.

Ahri se bajó de la cama y solo cuando se movió, se dió cuenta de que sus músculos se sentían líquidos. Su cabeza era vertiginosamente ligera y sus rodillas casi se doblan cuando puso peso sobre sus pies.

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