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**Regresa con el escudo o sobre el** Reina Gorgo.

**Si buscáis sangre, sois bienvenidos.** Leonidas

**¡Aquí es donde les contendremos"! ¡Aquí es donde nosotros pelearemos! ¡Y aquí es donde ellos morirán!** Leonidas.

**Leónidas: "¡Espartanos! ¿Cuál es vuestro oficio?"

Guerreros Espartanos: "¡AUU AUU AUU!**

**No les deis nada, arrebatadselo todo** Leonidas.

**Mensajero: "¿como osa una mujer entrometerse en una conversación de hombres?"

Reina: "Porque sólo las mujeres espartanas traemos al mundo a verdaderos hombres.**

**Espartanos, preparad el desayuno, y alimentaos bien, pues esta noche cenaremos en el infierno** Leonidas.

**Mensajero: "¡Esto es una blasfemia! ¡Es una locura!"

Leónidas: "¿Una locura? ¡¡¡Esto es Esparta!!!** 

**Emisario: Nuestras flechas cubriran el sol.

Dienekes: Entonces lucharemos a la sombra.**

**Cuando el NIÑO nació, como todo espartano fue examinado. Si hubiese nacido pequeño o raquítico, enfermizo o deforme, habría sido descartado. En cuanto pudo mantenerse en pie fue bautizado en el noble arte del combate. Le enseñaron a no retirarse jamás, a no rendirse jamás, a que morir en el campo de batalla, al servicio de Esparta, era la mayor gloria que podía alcanzar en vida. La agogé, como se la conoce, obligaba al niño a luchar, a pasar hambre, le obligaba a robar, y, si era necesario, a matar. Castigado a golpes de vara y látigo, le enseñaron a no mostrar dolor ni piedad. Le ponían a prueba CONTINUAMENTE, le abandonaban a su suerte, dejaban que midiera su ingenio y determinación con la furia de la naturaleza. Ésa era su iniciación, lejos de la civilización, y volvería junto a su pueblo como espartano, o no regresaría. El lobo empieza a girar alrededor del chico. Las zarpas, implacables como el acero, el pelo, negro como el azabache, los ojos ensangrentados, dos rubíes en la mismísima boca del infierno. El gigantesco lobo olfatea, saboreando el olor del inminente bocado. No le sobrecoge el temor, simplemente es más consciente de todo cuanto le rodea. El aire, frío en sus pulmones. Los pinos, que mecidos por el viento se estrellan contra la apremiante noche. Su pulso es firme, su forma física, perfecta. Y así es como el niño, al que habían dado por muerto, regresa con su pueblo, a la sagrada Esparta como rey, como nuestro Rey, ¡¡Leónidas!! Treinta años nos separan de aquel lobo y de aquel frío invernal. Y ahora igual que entonces una bestia se aproxima, valiente, confiada, saboreando el inminente bocado. ¡¡Pero ahora esa bestia son hombres y caballos, lanzas y espadas!! ¡¡Un ejército de esclavos, el mayor que pueda imaginarse, dispuesto a aplastar a la minúscula Grecia, a erradicar del mundo toda esperanza de razón y justicia!! La bestia se aproxima, y ha sido el propio rey Leónidas quien la ha provocado.** Dilios

**Llegará una nueva época, una época de libertad. Y todos sabrán que 300 espartanos dieron hasta su último aliento para defenderla.**

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