CAPÍTULO 1

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Hospital Standfort Health-Care, California.

Silencio en la habitación. El joven Jeon miraba alrededor, tratando de rebajar la tensión. Estraba poca luz por la ventana, tal vez a causa de las cortinas, qué, al ser muy oscuras, negaban el paso de los rayos de sol.

Los muebles eran de caoba, de talla muy recargada, seguramente de época.

En las paredes había cuadros muy grandes, de diferentes estilos y tamaños, colocados al azar, alguno un poco torcido, se diría qué se llevaban mal.

En un mueble de un rincón, junto a un pequeño buda de madera, había una imagen de la virgen con agua bendita.

Por último, en el suelo, una pesada alfombra persa daba a la habitación un aspecto todavía más sobrio y recargado.

"Es raro - pensó- qué un médico tenga tan poco gusto en la decoración"

Pero en el fondo el sabía qué no era cosa suya ocuparse de los muebles.

Un leve tictac rompió el silencio: un viejo reloj en un pequeño rincón del escritorio, quizá también comprado por azar.

Observó durante un instante al hombre qué estaba sentado delante de él. Tenía la frente arrugada y examinaba con atención unas hojas. Casi parecía no prestarle atención.

En el intento de calmarse se puso de pie, se acercó a la ventana y con una mano hizo a un lado la cortina, casi cómo si quisiera describir un nuevo mundo.

Mientras se frotaba los muslos rígidos del hombro miró hacia afuera, hacia la calle. Los coches pasaban rápidos por el asfalto, con la prisa de ir quién sabe a dónde, a hacer quién sabe qué. En la acera los peatones esperaban pacientemente a qué el semaforo se pusiera en verde para poder cruzar. Una madre estaba consolando a un niño que lloraba, a lo mejor quería un juguete nuevo. Unas chicas reían y bromeaban delante del escaparate de una tienda de ropa. Llevaban a la espalda la mochila del colegio, quizá se aprestaban a regresar a casa después de muchas horas de clases aburridas, o quizá quedaban con una amiga para estudiar juntas.

Destellos de vida lejanos, acunados por la música del tiempo, vidas que no nos pertenecen, pero que, por un motivo u otro, se cruzan con la nuestra. Si, la nuestra.

El joven Jeon se dio cuenta de que su aliento había empañado la fina lámina de cristal, lo qué le impedía seguir observando, así qué bajo la cortina, cómo si fuera un telón.

Se preguntó qué hora era y miró su reloj: las 16:50

Habían pasado más de diez minutos desde qué había entrado en esa habitación. Quién sabe cuánto tendría aún qué esperar.

Al voltear, se percató de que él doctor Lee lo estaba mirando con un gesto realmente de preocupación.

Suspiró; luego se dio ánimos y exclamó.

- ¿y bien doctor?
Y volvió a sentarse en la silla

- Por desgracia, lo qué me dispongo a decirle no va a gustarle. He examinado atentamente los resultados de las últimas pruebas y...

Se quedaron unos cuantos minutos en silencio. El joven Jeon comprendió qué el médico estaba buscando las palabras apropiadas para afrontar el tema y empezó a jugar nerviosamente con los botones de su saco.

Observó con atención a aquel hombre de barba y pelo entrecanos, buscando entre las arrugas de su rostro un destello de esperanza. Pero no lo encontró.

- Lo siento - Asintió el doctor -, pero ya no hay nada que hacer. Seré sincero, no le queda mucho tiempo de vida.

Jeon Jungkook se puso pálido de pronto, sintió qué el suelo se desmoronaba bajo sus pies, trató de mantener la calma, pero por mucho qué se esforzaba no pudo evitar qué la voz le temblase mientras preguntaba:

Estarás a salvo (Jungkook y T/N)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora