La Sombra del Hielo

Capítulo 7

Las siguientes semanas pasaron como si de hojas en otoño se trataran y las cosas sucedieron con total normalidad. Zend, Kate y yo éramos prácticamente un grupo de tres y pasábamos casi todos los días juntos. Aparentemente Zend no estudiaba ni trabajaba en nada y todos los días pasaba a recogerme del instituto. A pesar de todo el tiempo que llevamos juntos, todavía no éramos realmente "algo" ya que no le habíamos puesto nombre a lo nuestro.

A medida que fue pasando el tiempo, sentía como se intensificaban mis sentimientos por él, no estaba segura de que eso fuera aquello a lo que llaman amor, por como ridiculizan tanto estas situaciones en todos los libros que leo. Solo sabía que ese "algo" se iba incrementando en mi interior sin que yo pudiera hacer nada, lo que me atraía y asustaba al mismo tiempo. ¿Y si esto es amor? ¿Y si en realidad solo me hacía ilusiones porque había sido el primer chico en fijarse en mí? ¿Y si ni siquiera era recíproco? Realmente no lo sabía, no quería reflexionar demasiado acerca de ello, pero a pesar de mis esfuerzos, no hubo una noche en la que no me fuera a dormir sin antes pensar en él y en todo lo que eso conllevaba.

Zend pasó una semana fuera de la ciudad, por lo que se me hizo imposible no pensar en las dudas que abarrotaban mi cabeza, ya que el tenerle cerca despejaba todas mis inseguridades acerca de lo nuestro.

Cuando Zend volvió, pensé que no pudo ir muy lejos, al fin y al cabo vivimos en Taylorville, una pequeña ciudad perdida de la mano de Dios en Pensilvania, donde la localidad más cercana era Centralia, un pequeño pueblo fantasma situado a una hora y media viajando en coche, y nada bueno se le podría haber perdido allí. Al fin y al cabo, lleva abandonado años y lo único que queda en pie es una antigua iglesia, la cual sobrevivió sin ninguna razón aparente.

En mi cabeza no tenía tiempo para pensar el lugar exacto donde estuvo, ya que las dudas sobre lo nuestro me carcomían por dentro, aquello significaba que donde quiera que estuviese solo quería aclarar las cosas entre nosotros. Zend me dijo que llegaría un viernes, un día después de que mi madre se hubiera ido, no llegaría hasta el miércoles de la semana siguiente, lo cual suponía que podría estar a solas con Zend en mi casa el fin de semana y por fin poner las cartas sobre la mesa. Estaba realmente nerviosa y emocionada ya que podría significar el comienzo de una relación estable con él de forma oficial.

Pasé mi viernes rutinario con Kate, fuimos a un restaurante que, la verdad, dejó mucho que desear y ni siquiera me esmeré demasiado con la reseña. Lo cierto es que no disfruté del día con mi mejor amiga como solía hacer, puesto que Zend era lo único que tenía en la cabeza en esos momentos. Por eso agradecí que llegaran las 20:00 y Kate me dejara en casa, faltaban solo treinta minutos para que él entrara por la puerta, el tiempo justo para ducharme y ponerme algo cómodo.

Al quitarme la ropa, sentí como esta estaba pegada a mi cuerpo por todo lo que sudé a causa de los nervios, llevaba todo el día planificando todo lo que iba a decirle, palabra por palabra. En mi mente era un plan perfecto, estaba calculado hasta el detalle más insignificante, bueno, o eso quería creer. El agua de la ducha no podía estar más fría, las gotas de agua chocaban contra mi nuca como si esta fuera una roca gigante debajo de una cascada, y lo único que podía hacer era meditar acerca de qué podría pasar esta noche. Los nervios me comían por dentro y no había un por qué, en principio todo iría bien, aunque una pequeña voz en mi cabeza, me advertía de lo contrario. Cuando me quise dar cuenta ya llevaba veinte minutos bajo el agua así que cogí la toalla y me sequé lo más rápido que pude, mientras buscaba algo que ponerme.

Al final opté por unos pantalones cortos holgados y una de mis sudaderas favoritas, la cual era de Kate.

Las gotas contra mi ventana, amenazaban con que esa noche habría tormenta, lo cual no es que me hiciera especial gracia, pero ese pensamiento se disipó al recordar que pasaría la noche acompañada.