1. Un canadiense en Okinawa

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Dedicado a HikariYaehime ,    mi sensei.

Mamá me regaló este diario para que practicase el japonés muchas semanas antes de partir de Canadá, pero hasta hoy no he encontrado ningún motivo para empezarlo.

No es que considerase que su idea era mala, al contrario, era una bonita forma de emprender una rutina de escribir mis pensamientos y practicar así los silabarios y los kanjis, porque aunque el japonés es también mi lengua materna, junto con el inglés, no acostumbraba a usarlo cada día con la misma frecuencia que el idioma del país donde crecí; donde estudiaba, donde practicaba el snowboard con papá.

Cuando mamá me comunicó que estaba planteándose volver a su tierra natal, incluso lo consideré una vía de escape de la tristeza en la que dos nos sumergimos tras la muerte de papá.  No obstante, desde el principio, lo vi como una posibilidad remota, y así lo seguí pensando, hasta minutos antes de embarcar en el avión.

Atrás dejé mis recuerdos.

Llegué a un lugar donde el sol brilla con aún más intensidad que cuando su reflejo se esparce en la blancura  de las altas montañas nevadas. Aquí el cielo es mucho más azul que en el día más luminoso del verano allá, en el norte de América. Una isla donde a principios de la primavera hace ya mucho más calor de lo yo que estoy acostumbrado en mitad de julio.

Me siento totalmente fuera de lugar.

Intento mostrar interés en lo diferentes que son las calles, las casas, los parques;   sin exteriorizar en demasía el desconcierto y la frustración que me comporta no entender bien lo que la gente me dice si me hablan muy deprisa.  Como no quiero molestar, me limito a asistir aunque no hay entendido todo.

Algo que no encuentro demasiado complicado de hacer solo es ir de compras, porque allí tengo tiempo para leer las etiquetas y a la hora de pagar doy un billete de más valor para no quedarme corto.
Utilizo, no obstante una app del móvil para convertir los yenes en dólares.

Ayudo a mamá todo lo que puedo en las tareas de la casa...

Creo que me estoy enrollando mucho dando tantos detalles y aún no he mencionado el porqué me he animado a escribir al fin en este diario.

Mamá está muy feliz de verme utilizarlo. Está a mi lado viendo la televisión y noto como sonríe. Piensa que actitud ha cambiado porque hoy he empezado las clases y me ha hecho bien estar con gente de mi edad y volver a tener una rutina.

Lo cierto es que ha sido una experiencia muy rara pues me he sentido como un personaje de anime.

De pequeño veía muchos animes. Además de que me gustaban mucho, mi madre me los compraba para que practicase el idioma y conociese más la cultura de dónde ella viene.

En esos animes siempre hay un alumno de intercambio que sirve de punto de arranque a la historia. Se pone delante de la clase con su nombre escrito en la pizarra y se presenta.

He deseado que aquello solo fuera algo de los animes y no de la realidad, pero no.

Hoy he tenido que hacerlo yo.

Allá que me han puesto delante de mis nuevos compañeros que me miraban con los ojos abiertos como platos, cuchicheando cosas sobre mi que no podía entender. Supongo que yo sea no solo nuevo, sino extranjero, con ciertos rasgos heredados de mi padre como el cabello o el color de los ojos, me hacen parecer muy exótico y raro. No sé ni como no se me ha quebrado la voz al decir mi nombre.

He notado el asombro de todos porque hablase igual que ellos, sin acento y fluido. Pero se me hacía raro. Yo quería decirles: „ Hi" I'm Langa! Nice to meet you", pero, claro, no debía utilizar el inglés. Hubiese quedado simpático pero no correcto.

El director además me ha advertido tras matricularme que las normas en este instituto hay que seguirlas y no son tan relajadas como las canadienses. No es que yo considere las canadienses relajadas, simplemente son diferentes. Pero bueno, he de ser consciente que el inglés es una lengua que solo forma parte de una asignatura para mis compañeros y no puedo usarla más que cuando me toque esa clase. Hoy no me ha tocado. Lo cierto tengo mucha curiosidad en asistir a esa asignatura, el inglés, en la que no creo que aprenda nada nuevo. He visto el libro y, cielos, mi primer libro de primaria tenia más nivel. Me he propuesto no ir de sabioncillo con el profesor.

Vuelvo a divagar.

Lo que quería contar desde el principio, es que las ganas de narrar aquí mis vivencias  me han entrado porque tengo algo que contar muy especial: hoy he hecho mi primer amigo en Japón.

Quizá él no me considere un amigo, sino el extranjero rarito que está un poco atontado, pero yo me he sentido por primera vez desde que estoy aquí a gusto, tranquilo, sin ese frío a mi espalda que me hace quedarme todo tieso.

Por minutos he dejado de notar  que estoy totalmente perdido, ya que todos mis sentidos estaban como encantados en su energía, su fuerza, su espontaneidad. Una alegría tan contagiosa que a punto he estado de sonreír. ¿O quizá lo he hecho?

Lo he estado pensando durante varios minutos mientras he compartido con mamá un helado.

Me temo que no he sonreído.


Gracias por leer.

Este es el primer capítulo de mi proyecto sobre un diario de Langa explicando su relación con Reki y su amor por el skate. Mi idea es seguirlo narrando siguiendo el anime y añadiendo hechos no vistos durante la historia principal y a posteriori. Debo confesar que lo empecé hace unos días pero hasta el capítulo 10 no me he animado a subirlo porque estaba igual de nerviosa que todos esperando la reconciliación.

Próximo capítulo: mi primer amigo.

El Diario de Langa ( Renga. Sk8 The Infinity) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora