🍁 1. 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 🍁

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23 de septiembre

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23 de septiembre.

Otoño había llegado y eso sólo significaba una cosa.

—¡Familia, es hora!— mi padre informa con emoción, mientras termina de introducir las cajas más pequeñas y con menos peso en el auto.

Mudanza.

—¡Ya está papá!— le sigo fuera y termino de entrar la última caja que lleva dentro cosas personales.

Miro la casa detrás de mi y poca, pero notable nostalgia se apodera de mi. En esta casa había durado más de lo que he permanecido en las anteriores.

No había hecho amigos a los cuales tendría que extrañar, pero aún así había pasado momentos memorables en este lugar.

Todos los años en Otoño teníamos que mudarnos gracias al trabajo de mis padres. Algunas veces es mi temporada favorita del año, pero otras, no tanto...
a las buenas o a las malas tuve que acoplarme al hecho de no acostumbrarme a los lugares, o a las personas. Me ahorraba despedidas que terminarían en llantos y en un "quédate por favor", cosa que no iba a ser posible.

—¿Todo bien?— pregunta mi madre posándose a mi lado y dejando caer su brazo detrás de mi cuello y hombros.

—Si, claro— la miro—, ya habíamos durado mucho en este lugar.

Garantizo formando un gesto melancólico pero nada por lo que llorar.

—Bueno, asegúrate de que no se te quede nada— antes de irse le da un ligero apretón a mi hombro y con eso, me deja postrada frente a la hermosa casa de dos plantas que habíamos habitado durante dos años.

Vuelvo a entrar en ella y me aseguro de que no se me haya olvidado nada. Cada vez que pasábamos a otra casa algo se me tiene que quedar.

La otra vez había dejado mi celular, y cuando regresamos a por el, ¿qué celular?
Mi iPhone ya había pasado a otra vida.

No se me ha quedado la cabeza porque la tengo pegada al cuerpo.

Una vez termino de checar que todo esté en orden y no me ocurra como la otra vez, termino de salir. Cierro detrás de mi y comienzo a caminar hacía el auto en donde mis padres me esperan con parte de nuestras cosas dentro.

Antes de montarme noto como la figura de un chico hace presencia en la otra acera. Me detengo a mirarlo y me doy cuenta de que es Max, uno de nuestros vecinos. Nunca llegué a interactuar con él, de tal forma en la que pudiésemos entablar una relación, pero aún así mis padres y los suyos se llevaban, así que habían veces que rozábamos y pasábamos algunas palabras.

Levanto mi muñeca y la meneo en forma de despedida acompañada de una sonrisa de "nunca fuimos amigos pero fuiste un buen vecino"
(nótese el sarcasmo)

El Amor a Través de ti (pausada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora