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- ¿Eh? Esto no llega ni a la mitad de mi tarifa.

- No tengo más dinero.

- Oh, que pena, ya a la próxima.~

Akihiko se gira despreocupado, dejando caer el fino montón de billetes, su brazo es agarrado, siendo tirado de este.

- Estoy desesperado.

- Ya sé que tienes el mono y las hormonas a mil, simplemente no te llega para cumplir esas necesidades.

- Me enteré que el otro día te robaron, ¿no necesitas recuperar ese dinero?

Tiene razón. Sabe que ha perdido demasiado dinero. Sin embargo, ya se ha arrastrado lo suficiente. Vuelve a apartar su brazo.

- No dinero, no servicios. Ya lo sabes de sobra.

- Claro que lo sé, te conozco desde que llegaste aquí.

- Te debería de asquear, no enorgullecer...

- ... ¿Qué le pasará a esos niños si no les llevas el dinero para su comida, lindura?

- ¿Niños? ¿Piensas hacerles algo?

- Eso depende de ti.

Sabe que desde el momento en el que decidió hacerse cargo de esos niños, todo fue peor. Más débil, más manipulable se había vuelto. Sin embargo, esos mismos niños aún le daban esperanza de poder volver a ser humano. Son su poca humanidad restante después de tanto caos.

- Está bien, solamente por esta vez acepto lo que lleves encima. ¿Oíste?

- Siempre es bueno hacer negocios contigo, lindura, siempre entiendes. 

Sus mejillas son acariciadas por aquel hombre. Se siente acosado, vulgar, despreciable. Se siente dolorosamente sucio.

Akihiko se traga sus ganas de vomitar mientras camina de vuelta a donde está el grupo de gente que espera. Mira el fajo de billetes, intentando ocultarlo lo máximo posible. 

La pequeña casa en la que vive se podría decir que es una caja de zapatos. Nunca solía dormir ahí igualmente, pero, necesitaba asegurarse un techo. Aunque, se había vuelto pequeño al poco tiempo.

Un pequeño subsótano que tenía unas ventanas a lo alto de este, dejando entrar algo de luz. Se habían tapado al poco tiempo de entrar, debe ocultar lo que había dentro por su propio bien.

Un baño, demasiado pequeño, con una ducha ridícula. Un salón, comedor, cocina y habitación en un espacio reducido. Pareciera que cada día las paredes se juntaran más, dejando una sensación de asfixia demasiado notoria y sofocante.

- Ya estoy en casa...

Siempre habla en voz baja, pero, lo suficientemente alto para que lo oyeran. Vio el ojo azul por la pequeña cerradura. Escucha al poco tiempo la puerta abrirse.

- ¡Aki-nii, pensé que hoy no vendrías...! Aunque, llegas a tiempo.

- ¿A tiempo?

- Antes, tocaron la puerta... Pudimos tranquilizarnos, pero, creo que escucharon a Himawari, se había puesto a llorar antes de que tocaran.

- ... - su sonrisa se esfuma un poco, la vuelve a reponer - No te preocupes, después de comer, nos iremos, ¿sí?

- ¿Irnos?

- Mira, he estado ahorrando un poco, me llega para hablar con el señor mayor y poder compraros algo, ¿quieren?

Matsu, el mayor de todos los niños, asiente mientras sonríe. Toma la mano del chico, guiándolo a donde están sus hermanos. La albina, la mayor de las niñas, se acerca arrastrando a su hermano menor.

●⃟⃟⃟⃟⃟╳⃟⃟᭄⃢꦳꙲❝𝕽𝖊𝖉❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora