4. Brownnie

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—¡¿Pero qué haces?! —recriminó Alba cuando los labios de la granjera se abalanzaron sobre los suyos con extremada confianza.

Ah, y también le arreó una buena cachetada. Empezamos fuerte.

—¿¡Qué hace' tú!? —se la devolvió Natalia. La pregunta, y la hostia, por supuesto. No iba a ser menos.

—¡Me has morreado! —replicó la rubia al compás de otra bofetada.

—Me dejao' llevá, cojone'. Mas dicho que me necezitas con ezos ojillo', po...

—¿¡Con qué ojillos!? ¡Los que tengo!

—No, Arba, mas puesto los ojillos de enamoraílla, que yo zé que no te acuerda, pero... Ezos ojillos zon los mismo que me ponía' antes de que er Risha te hostiara.

—Pues no, te estás confundiendo.

Pero besas de la hostia, guapa. No me importaría que te volvieras a confundir. ¡¡Alba, el trabajo!! ¡Céntrate!

Ofú, qué doló de cara. Vaya torta ma' dao'. Ni mi madre me las daba con tanta' gana'.

—Lo que necesito es que grabemos más vídeos para tu canal.

—Ah, ¿de ezo zí tas acordao'?

—La verdad es que no. Lo he visto en la oficina. Natalia, tu canal es tendencia. Tiene los ingredientes perfectos para convertirse en uno de nuestros platos fuertes, nunca mejor dicho. ¡Eres una estrella!

—Una estrella, anda que no ere' tú ezagerá... ¡Zolo explico mis receta' a los tontos que están tor día mirando er móvi'!

—Oye, no hables así. Aquí, vale, pero que ningún seguidor tuyo te escuche decir eso. Esos tontos como tú los llamas son los que han pagado todo esto—se puso intensita, señalando a su alrededor—. Y los que te van a hacer rica a ti también.

—Yo no quiero zé rica, Arba.

—¿No?

—Yo lo que quiero es que te acuerdes de nuestro amó'... Ezo es lo que me haría a mí felí—le puso ojitos, buscando su mano sin éxito. La rubia la apartó algo temblorosa.

—¿Qué receta quieres grabar? ¿Qué tenemos en la nevera? —preguntó, agarrándose en el cambio de tema para escapar de una conversación para lo que todavía no se sentía preparada—. ¡¿Se puede saber por qué solo hay melones y tomates?!

—Te lo disho, he tenío problemilla' con la compra... Pero como no me escusha.

—Ay, el móvil. Te he traído un Zanzung de la oficina. Nuevecito, último modelo—se apresuró a sacar la caja de su bolso. A Natalia casi se le salen los ojos solo con ver el envoltorio—. De camino a la tienda te voy configurando las redes. Estaría bien que subieras algo de la compra, como... ¡Aquí, buscando los ingredientes de mi próxima receta! Ya se nos ocurrirá algo por el camino.

—Madre mía, Arba, esto tiene que costá' má' que tol ajuá de mi caza junto.

—¿El what?

—Ajuá, niña. Ze dice ajuá, no guá. ¿El ajuá no zabe qué eh? Pero zi tú ere una mujé de mundo.

—Anda, venga, vístete y vámonos.

—Estoy vestía—bufó incrédula.

—Iugh—se le levantó el labio con desagrado, repasando el outfit de la granjera. Un pantalón corto roto (pero roto de verdad) y la camiseta más básica que había en el Sara de VillaOT. O el Zara, como lo llamaban todos—. Pues entonces, vamos al Mercadona, que pilla cerca.

Girazoles en la ciudáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora