"Te amé, te amé y perdí. Sí, ahora duele como el infierno."
Salió del hospital cuando cayó la primera nevada.
La nieve fría lo cubrió, el viento frio pega en la cara de Grell Sutcliff. Sin embargo, se demoró en darse cuenta de que nuevamente era invierno.
El invierno en Beijing era realmente frío. Grell ordenó con cuidado su bafunda, y antes de que lo notara, sus manos fueron sacudidas por fuertes temblores como si fueran hojas secas y arrugadas. Heladas.
Su corazón estaba más helado todavia.
Se paró debajo de la señal de "alto" y espero el autobús que no sabía cuándo podría llegar a pasar. Sus dedos estaban congelados y blancos para cuando sacó del bolsillo derecho de su pantalón el teléfono móvil y marco inmediatamente después de que escucho el timbrecillo de llamada automática. Esperó y lo intentó una y otra y otra vez.
Finalmente, nadie respondió.
Grell miró los papeles que llevaba consigo una última vez y las dejó en el cubo de basura más cercano. Después de más de media hora, finalmente llegó el autobús y con ello, la escapatoria que estaba esperando con tanta desesperación. Subio, apoyó la frente en la ventana de cristal y marcó aquél número nuevamente.
Alguien le contestó ahora.
— Está nevando hoy, es invierno.
A lo largo de catorce años, la voz de Grell habia demostrado no dejar de ser suave y gentil incluso en las peores circunstancias... Pero las lágrimas no podian parar de brotarle en ese momento.
Sebastian Michaelis hizo un sonido de disgusto ante la oración que acababa de escuchar. Sentía que era realmente molesto hablar con él todo el dia.
— ¿Hay algo que necesites? Estoy trabajando horas extras, ya sabes.
— ¿Volverás por la noche? No has regresado casa por mucho tiempo.
Grell, frotó incansablemente el anillo plateado que se encontraba descansando en su dedo anular de la mano derecha. Las lágrimas le empaparon el dorso y la muñeca. Sebastian sintió que el Grell Sutcliff de ese momento estaba actuando muy extraño. Eso, claro, era gracias a una enorme intuición que había logrado desarrollar y perfeccionar. Después de todo, habían logrado estar juntos durante 14 años ininterrumpidos.
— ¿Qué te pasó?
Grell no respondió, en su lugar volvió a preguntar pacientemente.
— ¿Volverás por la noche? Me gustaría que comieramos albóndigas juntos, podría conseguir una bolsa.
— Realmente no puedo volver ahora. — Sebastian comenzó a enojarse nuevamente. Tal vez era gracias a esa actitud tan dulce o a que siempre parecía tener tanto apetito. — No vayas a comprarlas, le diré a Ciel que te lleve unas cuantas después.
Grell escuchó la voz ocupada del teléfono, su corazón comenzó a dolerle demasiado en el instante mismo en que Sebastian colgó. Presionó también el botón de apagado y, de la misma forma lenta, llevó el celular dentro de su bolsillo.
¿Cómo puede no tener tiempo para mi, pero si para ir cada noche a cenar con su jefe? Sebastian está siempre afuera, ¿cómo podría siquiera sospecharlo?
Hace cuatro años que el corazón de Sebastian dejó de ser confiable, amable y sensible. Grell no podía notarlo... Los ojos de Grell siempre han estado cerrados. Actúa como si no Ie importará, no se atreve a decirlo, pero teme que una vez que se aclare no haya vuelta atrás y todo se derrumbe. No es amor ahora, sino un impulso hormonal excesivo que creció desde la infancia gracias a diez años de dedicación y malos hábitos. ¿Cómo pudo armarse de tanta tolerancia? Sabe que se engaña a si mismo. Es tan necio. No puede oler el perfume que pertenece a una mujer en el cuerpo de Sebastian. No puede ver el lápiz labial impreso en las solapas de la camisa de Sebastian. Entiende las excusas de su hombre favorito cuando no está en casa. Solían amarse tanto, ¿por qué ahora es así? Ellos saben claramente que incluso el momento difícil después de esos maravillosos primeros años ha llegado.
Cuando llega a la estación, él está consciente de que quien se bajó del autobús no es aquel hombre con una cara amable y actitud confiada del inicio... Solo es una persona más, con unos ojos rojos y una cara demasiado blanca. Sutcliff no compró comida, y ahora siente como si jamás pudiera volver a tener hambre de nuevo.
Hoy ha sido muy difícil suplicarle a Sebastian que regrese a casa...
Debido a que Sebastian realmente no sabe lo que está pasando, puede que le hablara así porque aún piensa que pueden comer albóndigas juntos la primera noche de nieve el próximo año, ¿verdad?
— 🥀 —
El asistente Phantomhive llega muy rápido. El hombre enfundado en un traje negro parece acabar de salir de la compañía. Le entrega la caja de comida con una marcada reverencia y después de un momento, finalmente se atreve a tomarle de la mano. Grell sabe que le da vergüenza agitársela así que empieza haciéndolo él.
— Me encargaré de las compras en el futuro, Sebastian no tiene que explotarte todos los días y obligarte a hacer estas cosas.
El joven Phantomhive sonrió.
— Es lo que un asistente tiene que hacer, trabajo duro. Algunos asistentes no pueden soportar ni la más mínima parte de esto, aunque tengan un salario más alto que el mío.
Él y Grell conversan un poco más y, como todos, se va y lo deja solo de nuevo.
Después de que el asistente Phantomhive se fue, Grell se sentó en la mesa redonda y mantuvo inmóvil la pequeña caja de albóndigas, pegada en todo momento a su pecho. En los primeros años, había dos personas siempre sentadas alrededor de la mesa. En los últimos diez años, esa mesa estaba llena de harina y de masa para hacer relleno... Nada más.
Grell solía tomar un par de toallas de papel para limpiar las frecuentes hemorragias nasales que experimentaba últimamente. Entendió a larga que estaba de verdad muy enfermo, y que las bendiciones que Sebastian profesaba estarle mandando diariamente no parecían haberle llegado a tiempo.
Solo comió cuatro de las albóndigas y las cuatro restantes fueron despiadadamente desechadas después. Cuatro fueron suficientes para su estómago, sin embargo, él sabe lo que pasa, tiene un poco de fiebre alta, la baja presión arterial lo pone may cansado, solo duerme y duerme y duerme...
La angustia va a aplastarle por mucho tiempo más todavía.
Fuera de acá, estoy triste y quiero estar sola.
- Yes, My Lord.
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𝟏𝟎 𝐘𝐞𝐚𝐫𝐬 𝐈 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐝 𝐘𝐨𝐮 𝐭𝐡𝐞 𝐌𝐨𝐬𝐭︱𝖦𝗋𝖾𝗅𝗅𝗂𝖺𝗆.
Fanfic━ ❝ A veces, el amor no puede resistir la prueba del tiempo. ❞ Adaptación de la novela: "Los diez años en que más te amé" de Wu Yi Ningsi.