Los rayos del Sol se colaban entre las cortinas. Antoine no quería levantarse. Quería seguir recostado sobre el pecho blando de la mujer que por fin había amado. Seguir sintiendo el sabor de su boca y ese río de lujuria que surgía de entre sus piernas.
Había tenido que esperar mucho... había tenido que soportar e imponerse ante la muerte, pero lo había logrado. ¿Qué harían entonces? ¿Podrían recuperar el tiempo perdido volviendo a leer juntos? ¿Volviendo a escucharla cantar en la ventana? ¿Volviendo a observarla clandestinamente por la rendija de la puerta mientras se cambiaba?... No, eso último ya no era necesario, porque ahora ella era toda para él, y no había nadie que pudiese interponerse. Finalmente, había sido suya.
Abrió los ojos, esperando darle un beso casto en los labios. Un poco de ternura para completar esa pasión desenfrenada que ya habían experimentado. No estaba. Se había marchado. ¿¡Adónde!? La angustia se apoderó de su corazón.
Puso el pie sobre la alfombra y se llenó de inmundicia. Su nueva mascota se había cagado. Lanzó un rugido de furia, pero no la encontró. ¿Dónde estaba ese conejo miserable? Pensó en el chino. Todo había empezado con él, así que él debía tener una respuesta. Recordó la nota al interior de la caja. Debía volver a visitarle. Sólo él podría hacer volver a Delphine.
Fue entonces que el espejo de en frente delató una señal aún más perturbadora. En su pecho, en uno de sus hombros, había surgido una extraña mancha. Era una mancha peluda. Había surgido desde adentro de su piel una masa poblada de pelos pardos claros. Eran pelos de animal.
***
─¡Dónde estás! ¡Dónde estás pedazo de mierda amarilla!
La voz colérica de Antoine Chevalier se perdió al interior de la carpa. No hubo respuesta.
Se paseó de habitación en habitación observando objetos cada vez más raros, que iban desde un misterioso cubo, hasta un bicho que dormía al interior de un sarcófago. En una habitación también observó a lo que parecía ser una mujer de hojalata con un letrero que decía "Gala: Prototipo BK-52". No les dio gran importancia. Necesitaba encontrar a ese chino.
Entonces escuchó su voz en la habitación contigua. Entró rápidamente y lo observó despachando a una muchacha de rasgos latinos.
−Sí, le digo que con esto su tía dejará de molestarle. Podrá revivir a su novia y todo eso...
−¿Estás seguro...?
−Confíe en mí, señorita Morey; se lo aseguro.
La chica salió por una puerta que inmediatamente cerrada dejó de existir.
−Ay, estos jóvenes y sus ganas de vencer a la muerte... −suspiró el chino.
En ese momento se dispuso a saludarlo, pero Antoine no le dio tiempo y se le fue encima. Esperaba partirle el cráneo a puñetazos, pero grande fue su sorpresa cuando una brutal patada lo dejó sin aire y en el suelo. Con un gran esfuerzo consiguió ponerse en pie, pero fue obligado a quedarse quieto cuando un abanico con cuchillos amenazó su garganta. Antoine estaba acorralado contra la pared de la tienda, y el chino ahí, riéndose en su cara y con pleno poder de dejarlo sin vida.
−¡Ling Ling! –llamó el chino, y un pequeño niño con las mejillas rojas y un extraño ornamento sobre la cabeza apareció desde detrás de una cortina. – Sujeta al señor Chevalier, que anda un poco alterado. ¡Ah!, señor Chevalier, le presento a mi nuevo empleado, Ling Ling.
Antoine maldijo hacia sus adentros. El niño salió y volvió rápidamente con un par de cadenas que aprisionaron las extremidades de Antoine Chevalier. Inmediatamente después, Yin le tumbó al suelo de un cocacho. Perdió el conocimiento.
***
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Días... Semanas?
−Sólo unas horas, señor Chevalier –respondió el chino a sus pensamientos. –Debería saber que es de pésima educación portarse agresivamente con alguien que sólo ha sido amable con usted.
Mientras hablaba, el chino se servía té con galletas, las mismas que el niño blanco de mejillas coloradas masticaba mecánicamente. Ambos estaban sentados de piernas cruzadas frente a una mesa rectangular de patas bastante cortas.
─Por si fuera poco no me ha traído los dulces... Qué terrible.
Antoine seguía furioso, pero ahora sabía que, con todo lo afeminado que era, ese chino era de temer. Tal vez debía haberlo intuido desde un inicio. Un sujeto cualquiera no puede vivir entre tanta rareza.
─Pero lo perdono... Después de todo, sólo es un nene solitario... -─Yin extendió el brazo y le acarició el rostro.
─¡Dónde está Delphine! –exclamó Antoine─ ¡Y qué son esos pelos asquerosos que me han aparecido!
─¿Delphine...? Yo no entiendo de qué me habla, señor Chevalier. Yo sólo le vendí un conejo... A no ser que...
─¿¡Qué clase de brujería me ha vendido!?
─Señor Chevalier, siguió al pie de la letra mis instrucciones, ¿verdad...? Antoine permaneció mudo. El chino suspiró.
─No... no lo hizo. –Bajó la mirada─ ¿Por qué serán todos así...?
─¡Yo sólo quiero que traiga a mi hermana de vuelta! ¡Y que desaparezca esa porquería de mi cuerpo!
─Señor Chevalier, insiste usted en ser una horrible persona... Pero qué queda... Dentro de todo usted me agrada. Supongo que no puedo arreglar de todo el problema, pero hay algo que puedo ofrecerle...
Los ojos de Antoine se abrieron como platos. El chino salió y volvió con un pequeño frasco. Sólo entonces desencadenó a Antoine. Él recibió el frasco y se puso en pie. Yin le acompañó a la puerta.
─Bébalo esta noche señor Chevalier.
Antoine no respondió. Sólo le puso unas monedas al chino sobre la mano. El chino las recibió y lo jaló de la mano.
─A la próxima no olvide mis bocadillos, señor Chevalier... ─dijo a un centímetro de su rostro, y lo soltó.
Antoine caminó hacia afuera.
─Si es que hay próxima... ─susurró la voz a sus espaldas.
***
Al entrar en su habitación, infestada de mierda, Antoine Chevalier maldijo una vez más al conejo. Pero no perdió el tiempo. Ingirió velozmente el contenido del frasco recién obtenido y se echó sobre el lecho. La mujer desnuda se arrastró desde debajo de la cama y se abalanzó sobre él.
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El extraño caso de Antoine Chevalier
Mistero / ThrillerSegundo cuento de la saga "Casos extraños" (secuela de "El extraño caso del Señor K"). Sinopsis: Tras la muerte de su hermana Delphine, Antoine Chevalier se encuentra sumido en una profunda depresión. No obstante, un anuncio del periódico lo impulsa...