Nadie relacionó jamás al primer jade de Gusu Lan con defectos de ninguna clase, excepto si decidimos obviar quizá su exceso de bondad. Lan XiChen, sin embargo, ya no era el primer jade de Gusu Lan. Ni volvería a serlo le llevasen a rastras de vuelta o no. Así, podía reconocer que tenía tantas imperfecciones como cualquier otra persona de a pie con la que se topase. Decenas de cientos, miles. Y una de ellas, la que le obligó a llegar a extremos impensables aquella fatídica noche de primavera, fue su facilidad para distraerse.
Sobre un bosque solo tranquilo en apariencia, Lan Huan echó la vista al cielo durante más tiempo del que debería haber gastado en la serena contemplación. Su descanso pasó una cara factura sin que él lo supiera, hirió a alguien más. Antes de verse envuelto en la vorágine que acarrearían las consecuencias de sus actos, suspiró. Su mente se hallaba prácticamente vacía, ignorante y abstraída. Hundida en el consuelo de poder no pensar en nada, no torturarse con los fantasmas y las voces que tan a menudo lo acosaban aquellos días. Flotando sobre la hoja horizontal de Shuoyue, no cavilaba sobre nada que no fuese la caricia del viento al acariciar su rostro. Ni en su hermano, ni en su tío, ni en su clan. Sabía que estarían bien sin él. No le necesitaban. Si habían mantenido la secta en orden durante sus tres años de estricta reclusión, lo mismo harían para sobrellevar su desaparición. Sí, quizá le llorarían en privado; sufrirían durante algunos días, puede que incluso durante algunos meses, pero al final lo superarían y se olvidarían de él. Y creía en su internalizado autodesprecio que esa era una mejor idea que enfrentarse día a día a la herida que dejaba la presencia de su cascarón vacío.
Ellos sanarían, con el tiempo lo harían. Él viviría. Pagaría por sus pecados y por el daño que había hecho. Compensaría sus actos... lejos. Muy lejos.
Lo más lejos posible.
Pudo pasarse minutos u horas allí arriba, en contemplativo silencio. Quién sabe, nunca le interesó contar el tiempo. Mientras el bosque permaneciese en calma, él también lo haría. Sin embargo, el repentino revuelo tardó un minuto crucial, un minuto crítico, en alertarle. Escuchó un grito, palabras claras y desesperadas desgarrando una garganta aterciopelada. Reconoció la voz al instante, sí, pero mientras su ceño se fruncía y su espada le ponía en movimiento no fue capaz de identificarla. Solo cuando se acercó volando al camino principal que atravesaba el bosque vio bajo sus pies el revuelo ocasionado. Vio una silueta corriendo como si le fuera la vida en ello. Vio túnicas violetas que se fundían con la negrura de la noche. Vio —y reconoció— el brillo de una inconfundible campana de plata.
-¿Pero qué...?
-¡Cállate! ¡Cállate!
A Lan XiChen le costó comprender lo que estaba sucediendo a su alrededor. De hecho, ni siquiera estuvo muy seguro de llegar a hacerlo nunca del todo. Aquel era... ¿el líder de Yunmeng Jiang, Jiang WanYin?
¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?
Y más importante, ¿qué le ocurría?
Por unos instantes de tensión, de egoísmo suspendido sobre el camino, Lan XiChen se debatió entre qué debería hacer y qué no. Si bajaba junto a Jiang WanYin, no le cabía la más mínima duda de que su plan de huida se desbarataría al instante. El líder Jiang avisaría a su familia y lo mantendría vigilado hasta que alguien lo llevase de vuelta a los Recesos de la Nube. Aunque la fuerza fuera una opción para escapar... no. Se negaba. No quería volver a hacerle daño a nadie. Quería pagar por sus pecados, no ampliar la lista. Durante un momento de miedo, de solo pensar en sí mismo, se planteó el ignorarlo. Jiang WanYin... Jiang WanYin era un cultivador fuerte, ¿verdad? Le superarían en los puestos de un ranking imaginario y estúpido, pero estaba con facilidad a su nivel y al de su hermano. Fuese lo que fuese lo que anidase en aquel bosque podría hacerle frente él solo... ¿no? No tenía por qué ayudarle y arriesgarse... Podía solo huir, hacer como que no había visto nada.
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Shuoyue [XiCheng]
FanfictionTres años después de la caída de Jin GuangYao, Lan XiChen abandona su reclusión solo para desaparecer sin dejar rastro alguno. Abandona los Recesos de la Nube sin decírselo siquiera a su hermano. Quizá para siempre. El mundo del cultivo está compung...