Lan XiChen solo se detuvo en su vuelo días después, cuando empezó a llover.
Aterrizó en un bosque, los hombros ya empapados por el llanto del cielo. El mundo se oscurecía a su alrededor entre las negras nubes y el ineludible anochecer, sin embargo él no sentía miedo. Tampoco preocupación. Por primera vez, la noche a la que tanto temió de niño, la penumbra que le enseñaron a identificar como peligro, se le antojaba una promesa. La promesa del amanecer, de un nuevo día. De una nueva vida. No sabía dónde estaba, ni siquiera en qué dirección volaba ni cuál tomaría para caminar al día siguiente. No sabía a dónde iba, solo que no quería ser encontrado. El resto no le importaba. La noche le ocultaría, le daría cobijo. La fría lluvia que empapaba sus túnicas, sus cabellos sueltos sin cinta alguna a la vista, cubriría sus huellas.
ZeWu-Jun moriría, y Lan XiChen por fin sería libre.
Lan Huan no había reído desde que Jin GuangYao se quitó su careta y reveló todos sus crímenes. Quizá desde antes incluso, desde que Wei WuXian volvió a la vida y su hermanito cayó de nuevo en esa espiral de amor desmedido capaz de hacerle desafiar a todo el mundo del cultivo por un solo hombre de ideales puros y métodos retorcidos. No habían sido días lo que se dice alegres para él. Ni divertidos. Preocupantes y estresantes, eso sí, sin la más mínima duda. Recordaba de la última Conferencia de Discusión en la Torre Koi el ceño fruncido, iracundo y agobiado del líder de secta Jiang. Nunca antes se había sentido tan identificado con Jiang WanYin ni tenido tantas ganas de imitarle. Por eso cuando le salió la voz, la primera carcajada, al principio se sintió confuso y ronco. No supo que era él quién se reía hasta que no escuchó la segunda, hasta que los hombros no comenzaron a temblarle y los ojos a arderle. Con la tormenta silenciándole, rio como no lo había hecho en años. Liberado. Sin restricciones, sin regulación de ningún tipo. Se olvidaría de todas, porque ya no las necesitaba. Para lo que le habían valido, no deseaba respetarlas ni un poco. Eufórico sin motivo, con el corazón ligero y el pecho pesado. Rio porque por fin se había atrevido a dejarlo todo atrás, porque lo que pasase en el mundo del cultivo y en los Recesos de la Nube ya no era su problema. Nunca más. Y lloró porque, aun así, seguiría arrastrando la eterna culpa que ante él osaba llamarse de dos maneras distintas.
Rio y lloró hasta que se quedó sin carcajadas ni lágrimas. Lloró y rio hasta que se quedó sin lágrimas ni carcajadas. Hasta que de sus labios emanó un suspiro, hasta que pudo mirar al frente con decisión y elegir caminar. Rio y lloró hasta matar al primer jade de Gusu Lan. Con ZeWu-Jun enterrado en su alma, respiró hondo y echó a andar por el bosque.
Si notaba el peso extra de sus túnicas interiores empapadas, no parecía acusarlo. Tampoco le molestaba el barro manchando sus botas y sus pantalones ni la fría humedad que le recorría de arriba a abajo, la que le daba la bienvenida al mundo de los mortales, como si regresase de nuevo a quién siempre debió ser. Después de demasiado tiempo en duelo, corriendo, aquella caminata de rumbo desconocido le trajo paz. Más allá de un refugio, no sabía lo que buscaba ni a dónde iba. No sabía si cerca habría alguna población —aunque le gustaría evitar las ciudades concurridas durante una temporada, porque no era tonto y estaba seguro de que su tío no tardaría demasiado tiempo en notar su ausencia— o si, por el contrario, se hallaba en mitad de la nada absoluta. Tampoco le preocupaba. Buscaría un lugar lo suficientemente resguardado como para pasar la noche, obtendría algunas horas de descanso meditando y luego continuaría con su camino incierto. La única brújula en su haber serían sus pies, y su única motivación la de descubrir lugares nuevos, quizá ayudando a alguien por el camino. Eso le gustaría. Penitencia y liberación, ambas al mismo tiempo. Caminaría y caminaría. Volaría y volaría, siempre sin mapa ni riquezas. Viajaría hasta encontrar remotas poblaciones en las que ya no hablasen su idioma, y luego seguiría viajando. Libre. Solo.
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Shuoyue [XiCheng]
FanficTres años después de la caída de Jin GuangYao, Lan XiChen abandona su reclusión solo para desaparecer sin dejar rastro alguno. Abandona los Recesos de la Nube sin decírselo siquiera a su hermano. Quizá para siempre. El mundo del cultivo está compung...