Vivir condenado por un error no parece suficiente, pero cuando vio aquellos ojos azules; tuvo miedo, miedo de experimentar algo que nunca había sentido ¿Él? Un chico sin presentarse, había captado la atención de un alfa, sin poder hacer algo el hilo...
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7de abril de 1791
En primera plana se podía leer "La tasa de mortalidad del Hickh está en aumento" y debajo de ésta, en letras más pequeñas se leía "El rey Jorge I, pide a la población mantener la calma, nuestros mejores científicos están trabajando en una cura para contrarrestar la expansión del virus en la nación"
Las calles eran un auténtico terror, en todas partes se escuchaba hablar de esta enfermedad, cuyo origen era un misterio para todos.
El Hickh era una extraña y casi desconocida en su totalidad, no se sabía mucho de esta. Solo que, las personas que lo padecían; vomitaban excesivamente y poco a poco el virus deterioraba sus órganos internos, hasta llegar finalmente a ahogarse con su propia sangre, horripilante...
La joven de ojos avellana dejó el periódico sobre su pequeña mesa de centro, y suspiró; tomó su pequeña libreta de cuero y comenzó a escribir, casi era rutina aquello, con tan sólo 16 años, Jane Austen era una hermosa joven con una capacidad intelectual muy elevada, su afición por la escritura había empezado desde muy pequeña, actualmente tenía sus escritos en diferentes libretas escondidas del ojo curioso, porque para ella aun sus escritos eran llanos, fáciles en comparación de muchos escritores, a los cuales ella admiraba...
Siendo criada en un hogar donde se promovía la lectura y el aprendizaje, ella estaba segura que algún día, sus obras serían reconocidas y serían las favoritas del público inglés; logrando trascender en la historia y siendo recordada...
La puerta se abrió bruscamente, borrando todo rastro de tranquilidad, la joven dirigió la vista a la puerta, asustada por el estruendo; era su madre llegaba algo agitada y pálida.
Jane se levantó del sofá y se acercó confusa hacia su madre, la mujer estiró su mano evitando que su hija se acercara tanto, la castaña se frenó sintiendo como sus manos comenzaban a sudar.
Su cabeza no dejaba de dar vueltas, ¿Qué le sucedía a su madre?...
Pero sus dudas se respondieron al verla escupir de manera grotesca una gran cantidad de sangre, Jane jamás había visto algo parecido; instintivamente retrocedió, su madre, cayó de rodillas mientras no dejaba de escupir sangre...
Jane tomó un pedazo de tela y se lo tendió a su madre que evitaba que ella se acercara, la mujer tomó aquel trozo de tela con la mano temblorosa, y se cubrió la boca con este. Jane sabía que debía ayudarla a llegar a su habitación, no podía dejarla aquí...
Se acercó con cautela y precaución, estando alerta de cada uno de los movimientos de su madre, ayudó a su progenitora a ponerse en pie, mientras que la mujer no dejaba de toser fuertemente, con dificultad la joven castaña logró llevar a su madre a su habitación, ayudándola a recostarse
Su madre se encontraba excesivamente pálida, parecía que en cualquier momento se desvanecería, corrió a la cocina y le sirvió una taza de té y se lo llevó, esperando que eso lograra calmar un poco lo que sea que tuviera, debía ir a ver al doctor Green, él tal vez tendría algunas respuestas.
