𝑫𝒂𝒓𝒌𝒆𝒔𝒕 𝑫𝒆𝒔𝒊𝒓𝒆𝒔 | ❝ Todos somos demonios en la piel de un hombre, pero había sido una idea inimaginable, un hecho irreal, que un demonio se esforzaría en elegir entre su deseo de toda la vida, y una chica confinada en una lámpara, impo...
Las lágrimas de Dahlia inundaron su pequeño mundo como un océano de dolor, ahogando sus gritos agónicos. Los recuerdos de la tortura y el dolor que plagaban su mente nunca se borraron, encerrándose con ella para la eternidad. Durante siglos, Dahlia Hadid había estado confinada en las paredes doradas de una lámpara mágica. Era lo suficientemente pequeña como para caber en la palma de la mano de un forastero, pero lo suficientemente grande como para que la soledad y la angustia que la llenaban la atormentaran sin cesar. Atrapada entre las frías y duras paredes, lo único que tenía Dahlia era el silencio y su corazón roto para hacerle compañía. Cada día que pasaba le parecía una vida entera, su corazón se hacía más pesado, cargado de culpa y miseria, mientras perdía lentamente toda la esperanza que le quedaba.
Anhelaba la libertad que sintió una vez hace miles de años, la comodidad de su hogar, el amor de su familia. Lo único que quería era deshacer los estragos que había causado, su conciencia no hacía más que destrozarla cada día por los errores que había cometido.
Estar atada a una lámpara siempre había sido el destino de un genio, sólo libres cuando eran convocados por su amo y utilizados para su toque mágico. Durante milenios, no había sido así; los pocos genios existentes habían vivido con salud y felicidad, libres de la esclavitud de conceder los deseos más profundos de su amo. Con el corazón encogido, Dahlia deseaba ahora más que nunca haber agradecido la libertad con la que había nacido; amada y segura en un pueblo con su familia y amigos y libre de penas y encierros.
Ahora, la angustia y el aprisionamiento eran todo lo que Dahlia conocía. Cada día temía más que sus recuerdos de lo que una vez fue una vida llena de calidez y felicidad fueran borrados y cambiados por los recuerdos de su sufrimiento y su pena. Temía que la sombra de la creciente oscuridad y el remordimiento que siempre tiraba de su alma la invadieran, con todos los errores aferrándose a ella como un espíritu vengativo. Los errores que cambiaron todo su mundo y las personas que lo componen. Los errores que le destrozaron el corazón, dejándole sólo una cicatriz maldita grabada en la espalda, que la ataba eternamente a su recipiente de esclavitud y le recordaba cada día lo que había hecho.
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