El acompañante

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Los largos pasillos permanecen silenciosos la mayor parte del día. Los pasos de los ancianos retumban de vez en cuando, sin perturbar la tranquilidad del recinto. Por las paredes blancas pueden verse diferentes afiches con recomendaciones de salud, fechas importantes y pinturas que los mismos ancianos hacen. Algunos tienen talento para la pintura, otros solo buscan una forma de matar el tiempo que les pasa más lento desde que han sido abandonados en el edificio.

Agustín se levanta todas las mañanas y sale a los jardines. Es un anciano solitario que no suele hablar con nadie. Con la única persona que habla es con Camila, una mujer cuyo cabello teñido de blanco aún conservaba la suavidad de sus años juveniles.

—He vuelto a ver un gato negro entrando por la ventana a mi habitación. —Camila le cuenta a Agustín, quien se sorprende, pues en el edificio están prohibidos los animales.

—Camila, eso es imposible, yo jamás he visto un gato por aquí.

—Te digo que lo he visto desde hace tres noches. Primero solo lo escuchaba, pero ahora puedo verlo. Entra a mi habitación cada vez que estoy sola y me sigue a todas partes. Siempre mirándome con esos ojos ámbar. Nunca mira hacia otro lado, solo enfoca su mirada en mí.

—Estás loca. —Agustín le hace una broma, pues no le cree una sola palabra. Con humor trata de esconder sus propios temores.

Al pasar de las horas la rutina de Agustín continúa como todos los días. Lee un rato, camina alrededor de la casa hogar, escucha un poco de música y va a la habitación de Camila para darle las buenas noches.

Sus pasos lentos lo conducen a través del pasillo sobre el suelo de madera que cruje suavemente bajo sus pies. Apoya su bastón con delicadeza, concentrado en no enredarse o tropezarse, pues a su edad una caída puede ser muy peligrosa.

Alguien pasa corriendo junto a él, tropezándolo.

—¡Oye! —grita el anciano. El hombre lo ignora y es seguido por otros hombres y mujeres en batas blancas que corren velozmente sin reparar en la presencia de Agustín.

El viejo tiene un extraño presentimiento. Todos corren en dirección al cuarto de Camila. Agustín acelera el paso, pero cuando ha llegado, puede ver a todos los que ya había visto corriendo a su lado, saliendo del cuarto de Camila, con la tristeza notablemente alojada en su semblante.

—¿Qué pasa? ¿Camila está bien? —pregunta Agustín a un hombre en bata blanca tomándolo del brazo.

—Nos ha dejado. Lo siento señor Gómez, sé que Camila era su amiga. —El hombre pone su mano sobre el hombro de Agustín.

Hay varias sillas vacías en la sala donde se encuentra el viejo. Acongojado por la pérdida de su amiga, Agustín se sienta sólo. Después de unos momentos, junto a él se sienta César, otro de los amigos de Camila, que ya ha escuchado la noticia de su partida.

—¿Sabe lo del gato negro? —pregunta César.

—¿Cuál gato? —Agustín sabe lo que pregunta, pero duda por un momento.

—El gato que Camila veía todas las noches. Ahora soy yo el que lo veo, y sé muy bien lo que va a pasar, ha llegado mi hora.

—¿De qué habla? —pregunta Agustín.

—Los gatos son los acompañantes que llevan al otro mundo a quienes ya no tenemos más pendientes en este.

Un escalofrío recorre la espalda de Agustín. Sabe muy bien de lo que habla el otro, pero no quiere creer en esa historia. Le teme a los gatos y a la muerte.

Esa noche se va a dormir, rezando porque no llegue el gato negro a su ventana. Noche tras noche ruega no ver al felino, siguiéndolo a donde quiera que vaya, mirándolo fijamente con sus ojos ámbar.

Agustín empieza a perder el juicio, no puede dejar de pensar en el gato negro que vendrá por él a la hora de su muerte. Ha hablado con psicólogos y doctores, pero no puede dejar de pensar en el felino. Grita todas las noches, solo para no escuchar los posibles maullidos de su acompañante.

Los doctores han tenido que medicarlo. Es la única forma de hacerlo dormir. 

Pero no esta noche. Esta noche unos ojos ámbar lo vigilan desde la ventana.

 Esta noche unos ojos ámbar lo vigilan desde la ventana

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Cortos y perezosos - AntologíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora