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Todas las miradas del carruaje se clavaron en el recluta. Y después en Armin, que se había quedado pasmado.

Jean estaba por decir algo, pero Mikasa lo fulminó con los ojos y volvió a cerrar la boca.

—Armin...—Musitó Mikasa con el rostro pálido.

—Dudo que quiera verme, debe ser un truco. Igual que los de las medicinas. Voy a ver.

Sin mirar a sus compañeros, Armin se bajó del carruaje y siguió al recluta.

Recién ahí pudo observar que estaban fuera de las murallas, en una vasta pradera salpicada con algunos árboles, y Armin se estremeció al recordar la cantidad de veces que habían puesto su vida en riesgo en este paisaje. Respiró hondo y continuó caminando atrás del joven, que lo estaba alejando de los carruajes. Al mirar a su alrededor, Armin notó que las carpas, en las que debía dormir la facción Jaeger, estaban en la otra dirección.

—¿A dónde estamos yendo?

Entonces el recluta se detuvo y de entre los árboles salió una persona con la que Armin estaba bastante familiarizado.

Floch.

Floch no solo tenía el ceño fruncido, sino que en su mano llevaba un rifle. En un movimiento rápido cargó la recámara, haciendo un distintivo clic y lo puso en posición horizontal, apuntando a Armin. Llevó sus dedos al gatillo.

Sin embargo, Armin no dijo nada y mantuvo los ojos fijos en lo de Floch sin un rastro de miedo. Al encontrarse con una mirada desafiante y no el pánico que esperaba, Floch rió.

—¿Tanta confianza tenés en que el señor Jaeger no te mandaría a matar?

—No dudo de que quiera matarme, pero ¿realmente lo haría ahora? Y si lo hiciera ahora, ¿de qué me serviría temblar y pedir piedad? Hace rato que esas cosas no sirven con Eren.

Floch lo miró de arriba a abajo.

—Y pensar que se enfrentó al Capitán Levi para salvarte la vida. Eso sigo sin entenderlo y nunca creo que lo haga, pero ya no me atrevo a cuestionarlo.—Floch pareció perderse en sus pensamientos unos momentos, hasta que sacudió la cabeza y volvió a hablar en tono hostil.—Tengo órdenes de verte comer. De lo contrario, puedo llenarte de agujeros como a un colador.

Otro recluta se acercó a él con un plato de sopa y pan crujiente. Armin no sabía si reír o llorar.

—¿Darme medicinas y verme comer?¿Qué le pasa por la cabeza? Realmente quiere humillarme.

Tomó el cuenco de las manos del recluta y le agradeció con una sonrisa. Observó cómo el muchacho se alejaba y se acercó el cuenco a la boca para soplar el líquido humeante que contenía. Sin embargo, en vez de apoyarlo en sus labios para beber, lo dejó caer al suelo y la cerámica se rompió en cientos de pedazos. Unas gotas se salpicaron en sus botas.

El corazón le latía frenético en su pecho cuando escuchó un disparo. E inmediatamente el dolor de su carne atravesada. Floch, con el rostro impasible, cargaba el rifle del que ahora salía una estela de humo blanco. Armin no necesitó bajar la vista para saber que su muslo había sido penetrado por una bala, sentía un líquido tibio deslizarse por sus pantorrillas. Apretó la mandíbula y enfocó su atención para regenerar la herida.

Pero Floch no esperó y lanzó otro disparo, que esta vez entró en el brazo izquierdo de Armin, a quien los ojos se le llenaron de lágrimas en el intento de contener el alarido. No iba a darles ese placer.

—¡Eren!¿Realmente vos querés esto?¿Qué te hicimos?...¿Qué te hice yo?—Gritó Armin a los aires.

—El señor Jaeger es la única esperanza de nosotros los eldianos. Los que no lo entiendan e intenten entrometerse son innecesarios, ¿acaso yo no sería un mejor Titán Colosal para acompañarlo?—Floch sonrió maliciosamente.

—¿De qué esperanza estás hablando?¿Acompañarlo para qué? Pensar solo en matar no es una solución, ¡es seguir con el círculo vicioso! ¡Despierten de una vez!

Floch volvió a cargar el rifle mirando a Armin, cuya ropa estaba cubierta de sangre.

—¿Querés que nos agarremos de las manos y cantemos una canción?¡No hay otra salida de estas malditas murallas!—Su dedo índice ya estaba apretando al gatillo cuando sintió una mano en el hombro.

Eren bajó el rifle de Floch con la otra mano y sus ojos opacos se enfocaron en Armin.


En otras circunstanciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora