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—Andate.

El corazón de Floch empezó a later frenéticamente, como intentando desarmar el nudo que se le había hecho en el pecho con esas palabras.

—Dejalo, Eren, vos querías que me llene de balas,—Armin levantó los dos brazos— ¿O querés hacerlo vos?

—¿No te dije ya que siempre que peleemos te voy a ganar? Más si no cuidás tu cuerpo.

—Señor Jaeger yo puedo...—Floch dijo entre susurros.

—¿Acaso habría tenido que venir yo si no te hubieras pasado de la raya?

Floch apretó los dientes y le echó una mirada rencorosa a Armin antes de irse. El recluta que estaba de pie junto a Armin también echó a andar hacia las tiendas.

Y quedaron solo Armin y Eren.

—¿No tenés miedo de que me transforme en titán?—Armin cerró los puños, que tenían restos de sangre seca.

—Vos sos más inteligente que yo, Armin. Los dos sabemos que no harías eso, salvo que quieras lastimar a todas estas personas.

—Si fuera como vos, podría hacerlo.

—Probablemente.—Eren se miró la palma de la mano.—Volvé al carruaje, creo que no hace falta escoltarte. Y comé bien.

Los ojos de Eren se fijaron en Armin unos instantes antes de suspirar y girarse para irse.

Armin corrió la vista, intentando controlar el martilleo de su corazón. Una presión se le hizo en la boca del estómago que le daba ganas de vomitar. No pudo evitar recordar todas las veces que Eren lo había rescatado, cuando se había sacrificado a sí mismo para sacarlo de la boca de un titán, cuando fue castigado por el capitán Levi por querer salvarlo a él. Aunque no lo valiera.

Y ahora que él quería salvarlo, Eren parecía haberle soltado la mano y solo podía verlo entrar en un camino sin retorno pavimentado con sangre.

Las rodillas de Armin flaquearon y cayó al suelo, con lágrimas gruesas rodándole por las mejillas.

—No entiendo, Eren. Soñábamos con conocer el mundo juntos, cómo es que ahora...

—Las cosas cambiaron, Armin.— le respondió Eren con voz ronca.

—Puede que para vos no signifique nada, pero yo siempre quise ver el mar con vos. Siempre quise verte a vos conociendo el mar. Lo demás no importaba tanto. — Armin elevó el tono de voz y las palabras salieron una atrás de la otra sin respiro, como si temiera olvidarse lo que iba a decir.—Vos dijiste que era un esclavo de los sentimientos de Bertholdt por Annie... Pero si de algo siempre fui esclavo es de los sentimientos que tengo por vos.

Eren entonces se frenó en seco y tragó saliva.

Maldijo, maldijo por dentro. A los cielos. A su padre. A los titanes. A Marley. A Paradis y Eldia. A Zeke. A Marley otra vez. Y sobretodo a él mismo.

Metiendo el dedo en la yaga, Armin pareció suplicarle—Eren... todo tiene vuelta menos la muerte. Realmente espero que esa libertad que tanto buscás valga quedarte solo y roto para disfrutarla o que... te mueras por ella.

La comisura de Eren se levantó débilmente. No, Armin. Yo no voy a poder disfrutarla.

Eso lo tengo claro desde que toqué las manos de Historia y todos los recuerdos pasaron por mi mente. Pasados y futuros. Sé muy bien cómo termina todo y si puedo evitar que vos, que Mikasa tengan ese mismo final, estaré satisfecho

Tal vez si las cosas fueran diferentes, podría ser más egoísta y mantenerte a mi lado.

Tal vez en otras circunstancias podríamos vernos mirar el mar.

Pero Eren no tenía el poder de voluntad suficiente para decir esas cosas en voz alta e igual irse.  Tenía que ser fuerte.

Entonces solo pudo susurrar con los puños apretados—Armin, la mejor manera en la que puedo quererte es haciendo que me odies. Solo así puedo cuidarte.

No sabía si Armin lo había escuchado ni sabía si quería que escuchara. Mientras se alejaba, un brillo perlado apareció en sus ojos.

Qué suerte que tenés, Armin. La suerte de poder decir en voz alta lo que pensás y sentís.

En otras circunstanciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora