Unos pasos acelerados sonaron a sus espaldas. Eren siguió caminando, dispuesto a recibir el golpe.
Pero lo único que sintio fueron unos tibios brazos rodearle la cintura.
—No tenés que salvarnos a todos, Eren. No tenés que sacrificarte.—Armin lo abrazó aún más fuerte.—Lo único que queremos que hagas es mantenerte a salvo y a nuestro lado.
Eren sintió cómo se le erizaba hasta el último cabello del cuerpo mientras sentía el sollozo de Armin contra su espalda. Las palabras se le anudaron en la garganta.
Esto no lo había visto venir.
Intentó buscar en su océano de recuerdos, propios y ajenos, pasados y futuros, y revivió en su carne el dolor y la soledad, pero estas palabras y este abrazo no estaban.
Sí estaban en su imaginación.
Sí había imaginado que alguien le decía que no tenía que hacerlo, que no era necesario. No que era un sádico, un asesino o un obsesionado, lo que siempre había soñado era simplemente que le dijeran que no tenía que hacerlo. Podés querer algo con todo tu corazón, pero no tenés que sacrificarte por ello. Sí, aparentemente eso podía hacerse.
Cerró los ojos y, por la esquina de uno, salió una lágrima tímida que se deshizo en su pómulo. En ese entonces sintió que la persona aferrada a su espalda se había tragado la carga que lo hacía caminar encorvado, avergonzado y desolado.
Con un hilo de cordura, se aclaró la voz para hablar.—Pero la guerra...
—Podemos hacerle frente todos juntos. Con la Legión y con nosotros. Esa gente que se hace llamar jaegerista lo único que quiere es volverte carne de cañón, ¿no lo ves? ¡Una sola persona no puede llevar el bienestar de todo un pueblo!
Los dedos de Armin apretaron la campera de Eren hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Y entonces Armin sintió una mano cerrarse sobre las suyas. Al tacto estaban frías, pero después de unos momentos una calidez se extendió desde esa mano hasta el centro de su pecho, como si la primeravera hubiera florecido en él.
Armin asomó la cabeza por el costado de Eren para confirmar que no era un delirio suyo: él estaba tomando sus manos y hasta se las estaba frotando con el pulgar. Cuando subió la vista al rostro de Eren se encontró con su mirada fría como el viento del sur. Sin embargo, después de mirarse unos segundos, Armin vio cómo una chispa pareció encenderse en esos ojos que habían pasado tanto tiempo vacíos. Esa electricidad viajó frenética por la columna vertebral de Armin, que empezó a sentir el calor agolpándose en sus mejillas.
Pero antes de que pudiera alejar la vista, Eren le tomó el rostro entre sus manos y se dio media vuelta. Armin sintió el tacto rasposo de la palma de Eren sobre su cara encendida.
—No sabía que los titates podían tener fiebre.— Eren levantó una esquina de su boca, gesto que Armin no había visto en años, y otra vez su pulso empezó a atropellarse contra su pecho.
—Nn...No...No tengo fiebre.—Armin tragó saliva pero no logró que su voz saliera firme y solo aumentó su pudor.
Eren acercó su rostro al de Armin al punto que pudo sentir su aliento cosquilleándole en la nariz.
—¿Ah, no?— Entonces Eren apoyó su frente sobre la de Armin y cerró los ojos.—Es verdad, solo tenés calientes las mejillas. No creo que sea vergüenza si hace un ratito estabas gritando tus sentimientos por mí.
La voz de Eren vibró sobre la piel de Armin. Esta vez hasta sus orejas se enrrojecieron y quiso soltarse del agarre de Eren para esconderse tres metros bajo tierra, pero él mantuvo las manos firmes en su rostro.
—¡Eren, b...
La oración terminó precepitadamente. Armin tenía los ojos abiertos de par en par y pudo ver a Eren, con los suyos cerrados, más cerca de él de lo que nunca había estado. Se quedó atónito y ajeno a esta escena, como si hubiera flotado fuera de su cuerpo y fuera un espectador.
Recordó cuando estaba en la orilla del canal de Shiganshina con su libro, soñando con un mundo fuera de las gigantescas murallas que cubrían el horizonte y un muchacho, de ojos verdes como el jade y llenos de determinación, se acercó a él. Él, el que siempre lo defendía, fue el único que le creyó cuando habló del mar. Fue el único que le prometió que lo conocerían juntos, que saldrían de esas murallas, que en la vida había más que miedo. Gracias a él había podido ver por primera vez el horizonte infinito del océano. Gracias a él estaba vivo. Pero sobretodo, gracias a él había aprendido a sentirse vivo.
Armin volvió en sí cuando los ojos se le humedecieron, y entonces sintió sus labios envueltos por una tibieza desbordante. Sonrió con la boca de Eren apretada sobre la suya y correspondió el beso que tanto había esperado. Saboreó cada centímetro de los labios de ese muchacho de ojos verdes y dejó que le robara hasta el último aliento.
—Armin...—Entre jadeos, la voz ronca de Eren lo llamó con desesperación—, Armin, Armin.
De repente la visión de Eren se volvió negra. Y fría.
Abrió los ojos sobresaltado y pudo ver, bajo una tenue luz, el techo de una tienda.
Se sentó tan rápido que le dio un mareo. Tenía los cabellos pegados por el sudor que caía por su frente. Temblando, llevó su dedo índice a sus labios intentando volver a sentir ese cosquilleo de hace unos momentos, pero no lo encontró.
Y entonces la realidad cayó como una avalancha de nieve sobre sus hombros.
—Señor Jaeger, ya está por amanecer, ¿está listo para partir?
La voz que sonó fuera de la tienda no era la de Armin, sino la de un recluta.
Porque después de haberse ido caminando la noche anterior, Armin no había corrido a buscarlo. No lo había abrazado ni le había dicho que no tenía que sacrificarse.
El estómago de Eren dio un vuelco. Se abrazó las piernas y empezó a mecerse de lado a lado, pero el vacío en su pecho empezó a crecer cada vez más, amenazando con tragárselo entero.
No pudo hacer más nada que cerrar su puño y estrellarlo contra el suelo hasta que el dolor le durmió la mano. Miró para arriba y dio un grito lleno de furia.
El recluta que estaba afuera sintió un escalofrío y las manos le empezaron a temblar, pero no se atrevió a moverse ni un centímetro. Se mantuvo de pie junto a la entrada de la tienda hasta que unas lineas plateadas comenzaron a dibujarse en el cielo.
Y en ese momento, Eren salió de la tienda y miró al recluta, que por su expresión no pudo adivinar nada; sus ojos estaban vacíos y opacos como el fondo de una botella de vino.
—Vamos, no hay más tiempo para soñar. Tenemos que ir a buscar a Zeke.—Ordenó Eren mientras caminaba con las manos en los bolsillos hacia los carruajes.
No muy lejos de ahí, Armin amaneció con la última lágrima que derramaría por ese hombre que había sabido abrigarle el corazón, que ahora era frío y punzante como una espada.
FIN.
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En otras circunstancias
FanfictionFanfiction de Shingeki no Kyojin emparejando a Eren y Armin que se sitúa posterior a los eventos del capítulo 14 de la cuarta temporada. Los personajes y la historia general pertenecen a Isayama Hajime.